Ya no sorprende la naturalidad con la que el presidente ruso Vladimir Putin viene planteando la eventualidad de un conflicto bélico mundial entre “Occidente” y “Oriente” incluyendo el uso de armas nucleares. La invasión a Ucrania fue su punto de inflexión en este nuevo tablero geopolítico global. Está claro quiénes son, para el líder ruso, “Occidente”: EE.UU. y la OTAN. Quedaba por definir con mayor precisión quiénes formaban parte del otro centro de gravitación geopolítica global. A la alianza estratégica con China, se le sumaron Vietnam y Corea del Norte.
Hombre formado en las entrañas de la Unión Soviética antes de su desintegración, Putin trabaja para restaurar lo que llama “equilibrios geopolíticos”, y una nueva carrera armamentista. El jefe del Kremlin descartó los ataques preventivos como forma de garantizar la seguridad del país con armas atómicas, aunque señaló que no se dejarán intimidar por “los intentos de Occidente por reducir el umbral de su uso”.
Sesenta años atrás, el mundo transitaba por esa cornisa. Así lo observaba Erich Fromm (1900-1980), un destacado filósofo y psicoanalista alemán de origen judío, que escapó de la guerra y del nazismo y vivió en los EE.UU., a quien conocemos, sobre todo, por tres de sus libros: El miedo a la libertad (1941), El arte de amar (1956) y El corazón del hombre: su potencia para el bien y para el mal (1964).
En este último libro, Fromm trata sobre dos síndromes, el de crecimiento (amor a la vida, a la independencia y la superación del narcisismo) y el de decadencia (amor a la muerte, a la simbiosis incestuosa y al narcisismo maligno).
Para Fromm, los conflictos del mundo estaban reflejando el síndrome de decadencia, ya que a pesar del enorme riesgo de muerte que significaba la amenaza nuclear, prevalecía el odio inspirado en un narcisismo maligno, suicida; que parecía imponerse entre los gobiernos de las superpotencias.
En otro de sus libros ¿Podrá sobrevivir el hombre? (1961), un ensayo sobre las encrucijadas del mundo, advertía Fromm: “La historia del hombre es un cementerio de grandes culturas que llegaron a un final catastrófico en razón de su incapacidad para reaccionar de manera planificada, racional y voluntaria ante el desafío”.
Pero, señalaba, a su vez, que el cambio anticipatorio y no violento también ha ocurrido en la historia: “Hoy estamos otra vez ante una de esas elecciones decisivas , en que la diferencia entre la solución violenta y la solución anticipada puede significar la diferencia entre la destrucción y el fértil desarrollo de nuestra civilización”.
Publicado en Clarín el 29 de junio de 2024.
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