viernes 22 de noviembre de 2024
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Mariano Aguas: “Cambiemos ha vuelto a despertar el liberalismo político argentino”

Mariano Aguas es politólogo de la Universidad del Salvador y PhD por el Instituto Europeo Universitario. Es profesor titular en la Escuela de Defensa Nacional, en la Universidad de La Matanza y en la Universidad de Palermo. En esta entrevista, analiza algunos aspectos críticos de las últimas semanas del país: el conflicto en Bariloche con los mapuches, las reformas que el gobierno busca impulsar, el posicionamiento del Cambiemos, la desaparición del ARA San Juan y la actividad legislativa que se avecina tras los resultados electorales de octubre.

 

La definición weberiana tradicional de Estado lo caracteriza a partir de la posesión del monopolio de la violencia legítima. En los últimos meses, Gendarmería y Prefectura han sido protagonistas de distintos hechos no muy felices como el caso de Santiago Maldonado y la reciente muerte de un mapuche en el sur del país. ¿Cuál es su límite de acción para poder hablar efectivamente de represión? ¿Cuáles son los desafíos de la Ciencia Política para explicar estos aspectos tan sensibles?

En primer lugar, fue la muerte de un ciudadano argentino. El segundo error, que hoy en día se está cometiendo en los medios y en el periodismo, es que las fuerzas de seguridad no han actuado por afuera de una orden judicial, por lo tanto el Estado ha ejercido su soberanía. Después podemos discutir si la implementación es mejor o peor, si fallan o no. Ahora, como principio, el Estado argentino no puede aceptar, como no aceptó en 1975, que una entidad autoproclamada discuta su soberanía en un territorio, su unidad política. ¿Esto es pianta votos? Sí, pero esto es lo que se necesita porque esto es el Estado: su función básica, que la tenemos muy clara desde Maquiavelo y Hobbes hasta acá es velar por la seguridad y la defensa; sin eso, no hay Estado. Entonces desde esa perspectiva lo que ha pasado es una reacción absolutamente lógica: hubo una orden de un juez y esa orden fue respetada, porque hay un grupo que, invocando los principios que fueren, usurpó un territorio e intenta imponer una normativa y una ley que no es la del Estado argentino. No es una imagen buena que una persona civil palpe de armas a una fuerza de seguridad, no sucede en ningún lado del mundo.

¿Entonces no hubo represión?

Sí, pero es legal. El problema no es si hay o no represión, si no cómo es y hasta qué grado. No es un problema de blanco o negro, el problema es en qué graduación.

Las reformas que está buscando llevar a cabo el Gobierno fueron un rumor durante la campaña electoral y se están empezando a hacer efectivas tras el anuncio del presidente en Mar del Plata y las negociaciones con los distintos actores. En una nota publicada en El Estadista, Mario Serrfero caracterizó esta cuestión retomando el modelo de la democracia delegativa de O’Donnell: “El Gobierno teniendo sus proyectos ya preparados no los sometió a debate en la campaña electoral (porque) descarta la opinión de los ciudadanos sobre medidas concretas que pueden afectar su vida cotidiana”. Este concepto, podría decir Sartori, ha sido atravesado por el estiramiento conceptual. ¿Reproduce la democracia delegativa el gobierno de Cambiemos?

Yo creo que Mario exageró con el uso del concepto. Es un concepto que se ha sobrevalorado, más allá de ser muy útil y bueno y además de que lo acuñó un politólogo argentino. El proceso delegativo estaría si las reformas no pasaran un trámite parlamentario. Yo no veo que eso no vaya a pasar ni entiendo que esa sea la intención del Gobierno. ¿La campaña fue pobre? Sí. Pero ese el marketing político hoy en una sociedad posmoderna. Es el contexto en el que tenemos que entender estas cuestiones. Aún así, por buenas o por malas, Cambiemos tiene que negociar las reformas en los poderes de la República y eso me parece que de delegativo tiene poco. No es el PJ haciendo de escribanía; es el PJ en sus diferentes fuentes más los otros partidos haciendo de oposición controlando y modificando. Eso no me parece delegativo.

Para hablar de lo que fue la campaña: el discurso a partir del cual Cambiamos ganó por la publicidad y el marketing político resulta muy pobre. ¿Qué entró en juego desde el 2015 hasta hoy para que Macri ganara la presidencia, para que Cambiemos ganara en casi todas las provincias y, sobre todo, en la provincia de Buenos aires con Cristina como candidata opositora? 

Como todo fenómeno sociopolítico, las elecciones no se explican por una sola variable, siempre son multicausales; después se puede ver las incidencias de las variables y cómo pesan cada una.

Cambiemos, a partir del PRO, se conformó como una nueva forma política que aprovecha e interpreta un momento determinado. Por supuesto que la campaña fue pobrísima. Pero si nosotros pensamos que porque tenemos una campaña pobrísima hay una fuerza política que no tiene una concepción política, estamos equivocados: el PRO tiene una idea y Cambiemos se está transformando en un partido. Yo creo que Cambiemos interpreta, primero, un momento histórico determinado: doce años de kirchnerismo intenso, los últimos años de cristinismo, hartaron a mucha gente, y luego de ellos, se acabó la burbuja. Como decía muy bien un señor que bastante entendido de política como Winston Churchill: “Cuando se acaba la plata, se acaba el populismo”. Acá pasó lo mismo: se acabó la plata. Y el relato empezó a agrietarse. En ese contexto, apareció una alternativa como Cambiemos, que tiene al PRO como núcleo -que es un partido emergente de la crisis sistémica de 2001- y al radicalismo. ¿Por qué el votante radical vota hoy en día a Cambiemos? Porque representa una vieja tradición argentina que es la tradición republicana liberal. Lo que ha vuelto a despertar es ese liberalismo político argentino que la UCR -el partido liberal políticamente hablando- no ha podido despertar estos últimos setenta años porque decirse liberal no era cool. Hablar de liberalismo político no es hablar desde el liberalismo económico, es hablar de república, de los derechos individuales, de división de poderes. Lo que intentó precisamente el catolicismo militante populista posaristocrático desde 1930 hasta acá es anular el liberalismo, ni que decir de los marxistas. Cambiemos te junta a Sarmiento, Alberdi, a la Argentina del centenario con la sociedad posmoderna, con Marquitos Peña, Duran Barba y el big data. Es una cosa interesante me parece.

Recién citaste a Churchill cuando decías que el populismo se acabó cuando se acabó la plata. La política de Macri gira en torno a volver a tener plata; por eso llama a las inversiones y ahora quedó como presidente del G20. ¿Qué tan sostenible es eso de esperar las inversiones y pagar deuda contrayendo más deuda? ¿Cuándo se agota el modelo?

Hay un agotamiento posible que no depende de Argentina, sino más de las decisiones de Trump y de Xi Jinping. El endeudarse tiene una lógica que fue capear la transición. El Estado social en Argentina es alto y la sociedad argentina tiene expectativa de Estado social muy altas respecto de la capacidad de su sistema productivo. Argentina tiene que rever  una cierta concepción del Estado social, lo que no significa que tenga que dejarlo, y también tiene que rever cómo se conecta con el capitalismo global, cuestión siempre postergada por el peronismo. Lo que hace el gobierno de Macri es partir de una lógica transicional, para lo cual necesita plata, porque Cristina no dejó un peso. Kicillof fue un mago excelente porque dejó una torta armada de mazapán donde se veía al novio, a la novia y las florcitas pero cuando le entrabas con el cuchillo, no había bizcochuelo. Entonces la sociedad argentina no tuvo la sensación de crisis que tuvimos en la hiperinflación de Alfonsín y de Menem o en la debacle de 2001 y 2002, pero la crisis estaba porque el Estado estaba quebrado. En ese sentido, el plan tiene que ser necesariamente gradual y, de a poco, se está llegando a rascar el fondo de la olla. Un ejemplo es el de las Fuerzas Armadas: treinta años de deterioro causaron la desaparición del ARA San Juan pero, más allá de la tragedia, es una muestra de que Argentina mejoró su diplomacia por la cooperación internacional en un contexto donde la situación no es tan floreciente.

¿Cómo ves el futuro en el Senado con un Cambiemos crecido, un peronismo dividido y sin claras mayorías, sobre todo luego de las declaraciones de Pichetto de que no va a aceptar a Cristina Kirchner en el bloque?

Yo lo veo como para una tarea para grandes tejedores y gente que sepa zurcir y bordar muy bien en política. Por eso sostengo que me parece exagerada la expresión de Serrafero sobre la democracia delegativa. Me parece que en el Senado va a haber que negociar políticamente muy fuerte y muy profundo. Como en toda negociación política estará repleta de subóptimos. Por definición, una decisión política siempre es suboptimar, entonces hay que negociar.

¿Quiénes crees que van a ser esas personalidades que pueden bordar y zurcir las negociaciones?

Los gobernadores van a jugar un rol importante y Moyano está queriendo influenciar. Va a haber negociación y va a haber que buscar mayorías que van a estar cambiando según ley por ley. Miguel De Luca y Andrés Malamud están diciendo que para el 2019 capaz es cambie eso. Vamos a ver qué pasa. Estos dos años los veo como un truco, un mano a mano donde se va a ganar con un rey, no con un ancho de espadas.

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