domingo 1 de diciembre de 2024
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Tres gendarmes en el mundo

Sin pretender analizar las múltiples complejidades y riesgos del mundo, la reciente elección de Trump nos permite conjeturar que sus principales estremecimientos quedarán en manos de tres Gendarmes: Trump, Putin y Xi Jinping, con sus respectivas organizaciones de Inteligencia Artificial (IA).

Hay otros actores con poder nuclear, como Corea del Norte, Irán, Israel e India, pero su gravitación es ocasional y no integral en los asuntos generales.

La denominación de Gendarmes es simbólica y práctica porque se corresponde con la caracterización de una etapa del desarrollo del Estado, conocida como del Estado Gendarme

Es también teleológica y valorativa, en tanto se relaciona con sus alcances y objetivos.

El ruso y el chino están situados en la cúspide de dos antiguos y poderosos imperios, con proyecciones autoritarias ancestrales.

La novedad es que el tercer Gendarme, el cowboy americano, proviene de una nueva Nación, potenciada por su juventud, composición multirracial y una moderna visión del mundo, diferente a la de los imperios tradicionales aludidos.

Y con ello, hace realidad uno de los interrogantes de Alexis de Tocqueville, cuando analizó las alternativas posibles de la naciente “Democracia en América”.

De ese modo, “la Democracia en América” anuncia que el Presidente emergente de una “democracia plebeya”, se convierte hoy en uno de los tres Gendarmes imperiales, que quizás sean los que modelen la paz o la guerra de nuestro mundo actual; expresión de despotismo suavizado por el sistema democrático de EEUU. La capacidad de sentarse en la mesa de la gran historia de la humanidad.

En términos conceptuales, el Estado Gendarme significa el estado mínimo, reducido a atender el orden y la seguridad interna y externa del país. Carece de todo propósito gubernativo, de ocuparse del contenido moral de los comportamientos y de toda preocupación social adicional.

Ese modelo, sin corazón social para procurar moldear amablemente la convivencia, sólo concebía que hombres y mujeres vagaran como fantasmas por debajo de un techo nacional, como si sus pasos no tuvieran dirección, ni sentido  valioso.

La famosa Ley Chapelier, de Francia, que rigió en parte del siglo XIX, prohibió y disolvió todas las instituciones intermedias entre la sociedad y el Estado.

Todo lo contrario de la llamada sociedad o Estado de bienestar, que pone énfasis en estimular el ejercicio y goce de los derechos civiles, políticos y sociales, a través de instituciones representativas de las diversas expresiones y opiniones del pueblo. De este modo, la sociedad de bienestar distribuye la autoridad central del Estado entre todos los ciudadanos.

En alguna ocasión, Natalio Botana destacó con lucidez la especial importancia que Estados Unidos, por sus orígenes democráticos -pese a su músculo capitalista-, tuvo en dos oportunidades al asumir un rol fundamental y una intervención decisiva para que el mundo democrático pudiera defenderse y derrotar a dos temibles procesos autoritarios durante el siglo XX: primero al eje nazi fascista y luego al mundo comunista soviético, simbolizado finalmente en la caída del muro de Berlín, el medio siglo de genocidios y tormentos inauditos.

La paradoja actual es que, si bien con un proceso electoral intenso y observado por el mundo, los Estados Unidos eligen un presidente que por sus características discriminatorias y violentas, pasa a ser uno de los tres Gendarmes Imperiales que esta nota ha imaginado.

Se nos ocurre pensar que este juego de ferocidades tragicómicas que hemos desarrollado, quizás pueda dar materia a un nuevo libro de Giuliano da Empoli, en combinación con “La Hora de los Magos” de Jorge de la Vega, hora en la cual toda fantasía es posible. Convendría repasar su lección irónica para sonreír en vez de llorar, frente al absurdo.

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