sábado 21 de diciembre de 2024
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Julio Burdman: “Es bastante probable que lo que salga de este conflicto en Medio Oriente sea una nueva geografía”

Por Luciana Berman

 

Julio Burdman es politólogo casi por accidente. Se enteró de que existía la carrera el día que se iba a anotar a otra. Hoy es docente en distintas universidades y uno de los analistas políticos más leídos en el país. En esta entrevista explica el fenómeno del terrorismo en Medio Oriente como una manifestación de una lucha por la formación de Estados, opina sobre el rol de Estados Unidos ante una eventual victoria de Donald Trump y aconseja no subestimar a Macri en cuanto a su estrategia política y comunicacional.

 

¿Por qué el terrorismo puede ser considerado un fenómeno político?

El terrorismo es un fenómeno que tiene que ver con el uso de la fuerza y de la violencia para desmoralizar a la población. Y forma parte de la estrategia militar moderna. Si nos ponemos estrictos en la definición, no podemos decir tan categóricamente que no haya ninguna relación entre los atentados terroristas perpetrados por los yihadistas y la violencia militar estatal contemporánea. Las fuerzas irregulares subversivas cometen actos terroristas y los Estados y los ejércitos regulares también; bombardear ciudades, como se viene haciendo desde que existe la guerra aérea, o tirar una bomba atómica en Hiroshima o Nagazaki también buscan desmoralizar a la población para lograr efectos políticos. En la estrategia militar moderna, que es muy diferente a la estrategia clásica clausewitziana, se considera que la victoria se alcanza cuando una población está lo suficientemente desmoralizada como para que se le puedan imponer condiciones. El terrorismo islamista contemporáneo es como una partícula pequeña derivada de la estrategia militar moderna: un ejército grande con capacidades fuertes puede conducir un bombardeo a una ciudad importante y una organización radicalizada puede poner una bomba en un shopping, y ambas buscan lo mismo. 

 

¿Pero no hay una diferencia entre las Fuerzas Armadas ejerciendo el monopolio de la fuerza legítima y los grupos terroristas ilegítimos?

Sí, esa diferencia existe. La acción terrorista puede ser ejercida por diferentes tipos de organizaciones: hay terrorismo estatal y no estatal; hay terrorismo legal e ilegal. Y hay una gran diferencia entre el ejercicio legítimo de la fuerza, y el ilegítimo. Pero en cuanto al fenómeno político del terror, es importante aclarar que todas estas formas están unidas por una misma concepción estratégica. 

 

¿Cuál es el eje ordenador de la política mundial hoy en día y qué rol ocupa el terrorismo en ese orden?

Una de las características de la geopolítica contemporánea es que carece de un único eje ordenador. John Agnew dice que se pueden periodizar los ejes ordenadores de la geopolítica mundial a partir de la modernidad y que una vez finalizada la geopolítica ideológica de la Guerra Fría, hay varios discursos en competencia: la globalización económica, la democratización, los derechos humanos, el terrorismo, los nacionalismos, y otros. Todos estos ejes compiten entre sí porque cada uno cuenta con su propio concepto de soberanía. A su vez, lo que estamos definiendo en estos meses que vienen es cuál va a ser la relación de Estados Unidos con los otros poderes mundiales. En lo que va del siglo XXI hay como dos grandes etapas: una en la que Estados Unidos y Rusia fueron aliados, y otra en la que Estados Unidos está enfrentado a Rusia. La gran novedad de Trump es que propone, a su manera, una nueva alianza con Rusia, con las agendas militares como motivo de unión. De ganar Trump las elecciones, esto sería de por sí un terremoto en los ejes ordenadores: un presidente de Estados Unidos y un presidente de Rusia unidos contra el terrorismo en Medio Oriente, tomando distancia de China.

 

¿Cómo puede repercutir una eventual victoria de Trump en Medio Oriente con respecto a su propuesta de acercamiento con Rusia?

Gane o pierda, Trump impregnó con sus discursos a una parte importante de la opinión pública en Estados Unidos. Sus consignas nacionalistas son desafiantes para el sistema. Hillary se opone ahora al Transpacífico porque necesita contener el discurso de Trump. Es difícil saber cómo sería una política exterior de Trump porque falta información y hay muchas contradicciones en sus declaraciones. Se declaró contrario al intervencionismo, sin claras intenciones de bajar el gasto militar -lo cual pareciera ser una primera contradicción- y partidario de una política de aniquilación del Estado Islámico y otros grupos terroristas. Una pregunta que podríamos hacernos sobre Trump es cómo obraría frente a otros conflictos que pudieran surgir en Medio Oriente en los próximos años. Lo esperanzador que plantea Trump es su rechazo al intervencionismo como principio de la política exterior y su idea intuitiva de expresar a un votante cansado que cree que las aventuras militares cuestan caro para el fisco. A diferencia de los neoconservadores de la era de Bush, Trump no expresa una visión geopolítica global en su llamado a combatir al islamismo: simplemente no quiere que los intereses de Estados Unidos se vean afectados por él. Entonces, ¿cómo sería el vínculo de Washington con Teherán o con Turquía en este marco de las alianzas creativas? No sabemos. Solo sabemos, eso sí, que su posición es crítica de las intervenciones de la era Obama-Hillary en Irak, Libia y Siria.

 

¿Cuáles son los clivajes que permiten entender el desarrollo de los grupos terroristas?

De los clivajes clásicos, acá funciona el de Iglesia vs. Estado. En la revolución islámica iraní de 1979, el Ayatollah Khomeini propuso unificar esos dos campos. En su famoso discurso de febrero de 1979, Khomeini anunció la creación de un nuevo gobierno “bajo los designios de Dios”. De hecho, la revolución islámica en Irán creó un sistema de gobierno muy complejo para nuestro entendimiento, en el cual política y religión son inseparables porque estamentos religiosos y “civiles” comparten la administración del Estado. En general, los grupos islamistas plantean resolver el clivaje mediante la unificación. En las tres guerras importantes del siglo XXI en Medio Oriente (Irak, Siria, Libia) pudimos ver el enfrentamiento entre islamismos y los partidos nacionalistas árabes, representados éstos últimos en las coaliciones que sostenían a Saddam Hussein (Irak), Muammar Khadafi (Libia) y Bashar Al Assad (Siria). No es el único clivaje conflictivo, pero sí uno dominante, y que permite entender las luchas por la constitución de los Estados. La tesis del “choque de civilizaciones” ignora toda esa dimensión socio-política, por lo que además de reduccionista y políticamente peligrosa, no sirve para entender los procesos políticos domésticos. 

 

¿Qué pasa con el territorio en el conflicto en Medio Oriente? ¿Qué buscan los grupos terroristas en base al territorio?

Lo que sin dudas es importante para entender lo que pasa en los tres casos -Irak, Libia y Siria- es que hay lucha por el territorio. Los diferentes grupos que están operando en Siria buscan construir una legitimidad de base territorial. El caso más claro es el del Estado Islámico, que busca crear un Estado ya no sobre la base de la nación sino desde el sujeto de la religión. De ahí lo del famoso Califato. Lo que hay son aspiraciones territoriales. Además, quedó demostrado por la evolución de la crisis que los partidos nacionalistas árabes eran el sustento de la cohesión territorial de los Estados. Cuando Saddam y Khaddafi fueron depuestos, los territorios nacionales se fragmentaron; los partidos baazistas habían sido agentes claves en la construcción del Estado-nación. Por lo tanto, lo que estamos viendo en estos territorios de Medio Oriente bajo conflicto es que es bastante probable que lo que salga de esto sea una nueva geografía. Tanto a nivel de los contornos externos, como también de las fronteras internas de estos Estados, o lo que queda de ellos. 

 

¿Qué lectura debemos hacer para alejarnos de la concepción clásica de pensar a los grupos terroristas sólo como grupos extremistas radicalizados y entenderlos como grupos políticos?

Son grupos terroristas y radicalizados, con métodos crueles. Sin embargo, para entender más desde América Latina tenemos que comenzar por estudiar los procesos de construcción de la autoridad nacional o estatal en los países de Medio Oriente, que fueron sin dudas diferentes a los modelos europeos o americanos. Esa historia sigue reflejando una crisis y los partidos islámicos forman parte de ese proceso histórico. ¿Son estos tres países, y otros de Medio Oriente, verdaderos Estados? ¿Son los partidos islamistas creadores de nuevos Estados? ¿Sirve la matriz Estado-céntrica para entender todo esto? Ninguna de esas tres preguntas es de fácil respuesta.

 

¿Cuál es la influencia del petróleo en los regímenes políticos? ¿Por qué son tan particulares?

Hay una relación compleja entre recursos naturales y conflicto político. Por un lado, no todos los recursos naturales son iguales; algunos tienden a la negociación y otros al conflicto. Por lo general, aquellos que demandan control territorial, como el petróleo o la coca, son mucho más conflictivos que el agua, que es prácticamente inapropiable y dependen de negociaciones entre actores; eso está bastante demostrado por las teorías del conflicto en recursos naturales. El petróleo además es muy rentable, demanda relación estables y contratos de larga data, y una vez que alguien logra dominar su producción y distribución, tiene muchos incentivos para mantenerse allí. Como los monarcas sauditas. Sin embargo, hay que aclarar que las teorías institucionales que pretenden explicar la naturaleza de ciertos regímenes políticos sobre la economía de los recursos naturales son muy reduccionistas. El petróleo importa, y es codiciado, pero es solo un líquido negro y viscoso que no piensa ni toma decisiones. 


¿Qué busca Macri con el proyecto de recibir refugiados sirios en el país?

La política exterior de Macri para mí no está totalmente desplegada. Vimos una primera etapa occidentalista, que parte del diagnóstico de que durante los gobiernos kirchneristas se confrontó con los países occidentales, y que había relaciones resentidas que debían ser reparadas. Pero ahí no concluye la cuestión, porque nuestros principales socios comerciales ya no están en Occidente. Además, Argentina tiene poco que ofrecer a Occidente, porque las prioridades estratégicas de Estados Unidos y Europa no están en el Cono Sur. Argentina puede ofrecerse como un articulador regional -por ejemplo, en Venezuela- que coopera en los asuntos de la seguridad internacional y la guerra antidrogas, pero no mucho más. En ese marco surge el énfasis puesto en la recepción de refugiados sirios. Algo que ya venía gestándose desde el gobierno de Cristina Kirchner, pero que el gobierno de Macri incluyó en la agenda positiva de relaciones con Estados Unidos y Europa.

 

¿Cuál es la estrategia de Macri con respecto a Malvinas luego de haber dicho que había hablado sobre el tema con la Primera Ministra británica Theresa May en la Asamblea General de la ONU en Nueva York cuando no fue cierto?

Yo creo que Macri es plenamente consciente de lo que hizo, y fue un mensaje dirigido al público argentino. Ante la opinión pública y la propia dirigencia política, fue como haber corregido a Susana Malcorra. La presentación del comunicado conjunto con el ministro británico Alan Duncan el 13 de septiembre, en el cual se exploraban todas las agendas positivas con Gran Bretaña en el marco del principio 80/20 y no se mencionaba nada de Malvinas -salvo en lo que respecta a la cooperación y la explotación de recursos-, recibió una reacción muy fuerte de parte todo el arco político: de la oposición, de los radicales, de Federico Pinedo, de Elisa Carrió. Tres días después se intentó apaciguar los ánimos con un comunicado aclaratorio, pero no alcanzó: la Comisión de Relaciones Exteriores de Diputados, presidida por Carrió, lanzó su declaración unánime de apoyo al reclamo de Malvinas. Fue entonces que Macri, tal vez sabiendo que se exponía a una desmentida desde Londres, hizo lo que hizo. Fue una forma de dar marcha atrás a las gestiones iniciadas Malcorra, por lo menos ante la opinión pública. En mi opinión, todo este asunto se resume en una estrategia comunicacional que le permitió a Macri demostrar que Malvinas, tema sensible si los hay, está en su agenda.

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