En 2007 y 2008 la crisis financiera horadó el sistema económico mundial por una estafa, casi delincuencial, con los llamados “bonos basura”. Economistas de prestigio, como Paul Krugman, propusieron dejar que esos bancos se derrumbaran, que ya surgirían otros mejor supervisados. Los jefes de Estado, incluyendo al presidente Barack Obama, hicieron lo contrario. Trataron de mantenerlos, los ayudaron y no fijaron controles.
Los mismos altos gerentes promotores de la venta y reventa de los “bonos basura” se fueron a su casa sin antes recibir multimillonarias indemnizaciones. Arruinaron económicamente a millones de personas en el planeta, generando un terremoto en las bolsas, gestando nuevos cimientos para la especulación y una gran desigualdad en todas las naciones afectadas.
Hay algo más: en la reunión del G7 (el grupo de los países más poderosos del mundo) al poco tiempo de explotar el sistema de los bonos basura, decidieron otorgarle nuevos y más recursos al Fondo Monetario Internacional.
El FMI no había previsto el tsunami que se vivía y que todavía sigue gestando víctimas y bancarrotas. Pese a la inoperancia de sus investigadores, el Fondo volvió a adquirir poder. En aquel momento juraron que se iba a acabar con los “paraísos fiscales” donde está el dinero sucio. No pasó nada.
El dinero negro en el mundo está adquiriendo una gran dimensión. Según los expertos, representa el 8% del Producto Bruto Mundial. Se trata de 7 billones de dólares (digo bien: billones, o un millón de millón) que se ocultan en los paraísos fiscales, también llamados “centros financieros” de ultramar, algunos identificados en la investigación de los Panamá Papers.
Existen cuevas, refugios donde se esconde el dinero negro, producto de estafas, corrupción, tráfico de drogas. Por ejemplo: el negocio de los estupefacientes (su elaboración, su distribución y su consumo) se estima que genera U$S 600.000 millones. Ni las maniobras bursátiles más geniales podrían arrojar estos beneficios.
¿Dónde se encuentran estos paraísos? En países donde no hay control del tema o en sitios donde los bancos se escudan con el “secreto de operaciones” que tienen filtros para evitar las inspecciones por fraudes fiscales. Una serie de estudios consideran que el dinero negro sigue encaminándose a los “paraísos”en cantidades mayores que las conocidas.
Todo experto podrá asegurar que los “paraísos” nunca se extinguirán, simplemente porque son funcionales al sistema. A ellos recurren las grandes corporaciones mundiales para achicar el pago de impuestos en las naciones donde están radicadas. Por supuesto, cada vez hay menos recaudación impositiva a las sociedades.
Según el diario El País de España, Luxemburgo, un país de 600.000 habitantes, alberga tanta inversión extranjera directa (IED) como Estados Unidos y más que China, como producto de la ingeniería fiscal de las muntinacionales. Una parte importante de las inversiones internacionales son movimientos entre filiales de un mismo grupo y eso se realiza a través de “paraísos fiscales”. Agrega el diario que las inversiones “opacas” ascienden a U$S 15 billones al año, el equivalente al Producto Bruto Interno de China y Alemania.
Publicado en El Auditor el 25 de septiembre de 2019.
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