martes 3 de diciembre de 2024
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Victoria Baratta: “La pandemia no es solo un problema de la infectología, afecta todos los aspectos de la vida social”

Hace algunos meses, desde la plataforma Padres Organizados, Victoria Baratta y otras madres y padres comenzaron a plantear la necesidad de la vuelta a clases presenciales, dado que nuestro país se encuentra entre aquellos que menos días de asistencia al aula tuvieron durante el 2020 en medio de la pandemia global de Covid-19. Sin planificación y sin datos el gobierno nacional fue prorrogando la cuarentena y las perspectivas de un regreso a clases se convertían en una quimera. Lo novedoso de esta plataforma es que tomaron conocimiento de papers que se empezaban a publicar en el mundo y de allí se obtuvieron los datos para demostrar cuál era el real impacto del Covid en los chicos. Este trabajo se convirtió en libro: No esenciales. La infancia sacrificada publicado por Libros del Zorzal. Cabe aclarar que esta entrevista se realizó los primeros días de la semana, cuando tanto desde el Ministerio de Educación como el de Salud, se sostenía que la presencialidad en las aulas sería lo último en cerrarse, hasta que el miércoles, el presidente de la Nación, decidió arbitrariamente una nueva cuarentena estricta para el AMBA, desautorizando incluso a sus ministros.

A comienzos del 2020, no estaba claro aún como se daría la circulación del Covid en todos los niveles y grupos etarios. A poco de andar, comenzaron a aparecer papers, informes y estudios que indicaban que la incidencia del virus era menor que otras enfermedades respiratorias que afectan a los niños. Sin embargo, pocas voces se hicieron eco de estos informes. Un grupo de padres se reunieron en torno a la plataforma @padresorg y desde allí llevaron adelante una de las campañas de concientización más importante que se tenga memorias en las últimas décadas en nuestro país. ¿Qué te llevó a recolectar esa información, procesarla y compartirla?

Creo que fue asistir a las decisiones poco coherentes y poco basadas en evidencia que se fueron tomando en torno a la gestión de la pandemia en Argentina durante 2020. Como historiadora estaba empezando a trabajar sobre niños y guerra cuando comenzó la pandemia. Reflexionar sobre la niñez estaba entre mis preocupaciones. Con la pandemia el mundo tomó nota con rapidez de que los niños no eran los principales afectados por el Covid-19, y salvo excepciones, nunca prohibió (ni siquiera en cuarentena estricta) que pudieran salir a la calle para recrearse. Otro dato científico que desde abril estaba claro en las guías de recomendaciones de todo el mundo era que el nivel de contagio del virus caía significativamente en espacios al aire libre. En cuanto a los niños, la experiencia y las recomendaciones de muchos otros países revelaban que no tenía ningún sentido ese encierro, que perjudicaba su salud mental y física y que además vulneraba sus derechos. Con el tiempo gran parte de los padres y las madres comenzaban a sacar a sus hijos a jugar al aire libre, estuviera o no permitido porque la restricción del estado no tenía fundamentos y el encierro era insostenible. Mi preocupación por la niñez pasó de estas salidas recreativas a su derecho a la educación. Habían pasado varios meses de escuelas cerradas. En medio de las vacaciones de invierno de 2020, varios usuarios de la red social Twitter empezamos a hablar del tema educativo, por separado. Fuimos corroborando que nuestras sospechas eran ciertas: cada vez más evidencia en el mundo detallaba los altos costos sociales, emocionales, económicos y de salud que conllevaba tener las escuelas cerradas, y se priorizaba el regreso a las escuelas como actividad esencial. Mi formación académica me impulsó a tratar de recabar la mayor evidencia posible, organizarla y sobre todo, difundirla. Muchos profesionales de distintas áreas me ayudaban a recopilarla e interpretarla. La pandemia no es solo un problema de la infectología, afecta todos los aspectos de la vida social. Existían y existen muchos conceptos erróneos sobre Covid, niños y escuelas y el Estado no cumplía el rol de informar correctamente.

¿Cómo se traslada ese trabajo al libro No esenciales?

Para noviembre del año pasado yo había logrado armar una base de evidencia bastante completa sobre niños, Covid y los costos de las escuelas cerradas. Para principios de enero no había muchas certezas sobre el regreso a clases. La editorial Libros del Zorzal me convocó para hacer un libro que contara mi experiencia personal, la historia de la gestión de la pandemia con los niños y la formación de Padres Organizados y que difundiera la evidencia por fuera de las redes sociales, para llegar a más gente. El libro está pensado como una guía para que madres, padres y docentes puedan tener la información que les sirva para involucrarse activamente en el tema y que se tome dimensión de los inmensos costos que implican los cierres prolongados de escuelas.

¿Cuál crees que fue el rol que las redes sociales jugaron tanto como para fomentar el encierro al inicio de la pandemia, como para difundir el trabajo que se hace desde @padresorg hasta llegar a que el Estado nacional y los subestados cambien de estrategia y asuman el error cometido durante el 2020 con la pérdida del año lectivo?

Creo que las redes sociales son el puntapié, twitter en particular. Pero tienen un techo y un microclima. El tema todavía es llegar a los medios de comunicación tradicionales que tienen audiencias más amplias y armar grupos para generar presión en los debates, llegar también a funcionarios. Padres Organizados nació como un movimiento en redes sociales, pasó a los medios de comunicación y luego evolucionó en una Red federal de familias y padres organizados por la educación, motorizada por mi colega María José Navajas. Existieron otras propuestas que también empujaron el tema como el plan Volver a las Aulas de la Fundación Alem, entre otros. El primer logro de la sociedad civil fue que se estableciera en octubre de 2020 un semáforo epidemiológico en vez del criterio de baja o nula circulación del virus para volver a la presencialidad. El cambio de discurso del gobierno recién se produce en enero, entiendo que a causa de las encuestas que daban una mayoría de la población a favor del regreso a clases presenciales. Cuánto de eso se debió a asociaciones como padres organizados, no lo puedo medir con precisión estadística. Pero finalmente una encuesta refleja tendencias de la sociedad civil y de ahí nacieron esos movimientos. Por lo que creo que todos esos movimientos fueron muy importantes para lograr que el gobierno cambie de postura.

¿Existen datos sobre el número de chicos de todos los niveles que han abandonado definitivamente los estudios? 

Las estimaciones de deserción escolar según el Ministerio de Educación para agosto de 2020 estaban en torno al millón de alumnos y según investigadores de Flacso en un millón y medio para fines del año pasado.

¿Se puede evaluar si el impacto de la ausencia de clases presenciales fue igual en escuelas de gestión pública y escuelas de gestión privada?

Para mediados de 2020, según informes del Observatorio Argentinos por la Educación, solo la mitad de los chicos tenía contacto diario con la escuela. Según datos del Instituto para el Desarrollo Social Argentino (idesa), elaborados con base en el propio Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) para más de la mitad de los estudiantes del país (un 56%), el celular es la única herramienta con la que sostiene conexión con la escuela. Mientras en escuelas de gestión privada aproximadamente el 90% mantenía contacto con sus estudiantes más de una vez por semana, en las escuelas estatales alcanza el 70%. Las clases por videoconferencia sincrónica, en general el famoso Zoom, se concentraron en 2020 en las escuelas privadas: el 73% contra el 17%. Según una encuesta del Ministerio de Educación, en Argentina el 78% de los alumnos recibía clases por WhatsApp.

Un estudio de la UCA de diciembre de 2020 mostró también que, mientras en el estrato socioeconómico más alto el 72% de los alumnos pudo seguir con sus clases virtuales, solo 1 de cada 10 chicos pobres pudo ingresar a un aula virtual. Los estudiantes más privilegiados tuvieron seis veces más chances de conectarse por plataformas que los más perjudicados. WhatsApp y Facebook fueron las principales herramientas de continuidad en las capas socioeconómicas más bajas. Según el CIPPEC, hacia fines de noviembre de 2020 solo el 1% de los alumnos estaba asistiendo a clases presenciales en todo el país La agrupaciones nucleadas en Padres Organizados Federales realizaron un reciente relevamiento sobre presencialidad. En nivel inicial detectaron que solo 1 de cada 10 establecimientos de gestión estatal tienen presenc.ialidad diaria y en los de gestión privada 5 de cada 10.  En primaria gestión estatal tienen presencialidad diaria 1 de cada 20 escuelas y en gestión privada 8 de cada 20.

¿Por qué aun el reclamo por la presencialidad no llegó a las instancias universitarias?

Existen reclamos aislados y de algunas agrupaciones. El tema es más complicado a las universidades porque asisten adultos, contagian más que los chicos, hay población de riesgo, es difícil establecer protocolos con cursadas multitudinarias. Además de que un adulto tiene suficiente autonomía para las clases virtuales. Pero otra vez los alumnos que tienen peor acceso a la conectividad quedan rezagados y de todas maneras hay contenidos que se pierden, además de la interacción con los compañeros. Los esfuerzos deberían estar concentrados en que se garanticen prácticas, laboratorios, egresos y trámites impostergables. Lamentablemente en medio de la segunda ola veo difícil por el momento que se retome la presencialidad. Pero animo a los estudiantes a que se organicen y elaboren propuestas basadas en la experiencia de otros países del mundo. 

Fotografía: Dominique Besanson

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