viernes 26 de julio de 2024
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Urge poner fin a la inviabilidad bonaerense

Es evidente que la supremacía electoral justicialista en la provincia de Buenos Aires no está afirmada exclusivamente en sus éxitos de gestión. Los datos son ineludibles: se trata del triunfo de un modelo que ha logrado prescindir relativamente de los resultados.

A raíz de un fracaso económico de larga duración, combinado con un uso ineficaz de los recursos públicos, en la Argentina se está consolidando un modelo social dual, basado más en el control que en la solución de los problemas. Las dos consecuencias son: a) el quiebre del ideario de movilidad social, y b) el deterioro de las condiciones de competencia política.

Este proceso es resistido en los hechos por enormes sectores sociales de todas las identidades políticas, que con tenacidad enfrentan una inercia desgastante, que debemos revertir de manera urgente. Personas en distintas posiciones que dan todo por sostener a sus hijos en la escolaridad, por mantener sus emprendimientos, por cuidar sus trabajos, por honrar el servicio público, que se suman a iniciativas sociales o cívicas; verdaderos héroes anónimos que advierten la inexistencia de un plan para su provincia. Las consecuencias políticas de las sucesivas crisis (en especial la de 2001/2) en la provincia de Buenos Aires sumaron deterioro social e inseguridad.

El control político como elemento central de la gestión pública no ha sido una casualidad, sino la consecuencia de hacer política “a la defensiva” por parte de administraciones asediadas por la urgencia. El modelo obtura todo pensamiento creativo, bloquea toda solución real a los problemas y posterga indefinidamente las soluciones.

La provincia de Buenos Aires posee miles de kilómetros de costas, una de las llanuras templadas más fértiles del planeta, cursos de ríos magníficos, paisajes serranos deslumbrantes, una red de universidades de prestigio, recursos minerales, ha heredado un tejido ferroviario amplio, cuenta con un potencial pyme enorme y es parte de un mercado de escala con un volumen excepcional y una larga lista de etcéteras.

El discurso de la inviabilidad bonaerense es pereza intelectual o, como diría Alfonsín, una claudicación ética. La provincia de Buenos Aires necesita de una agenda que refleje la seriedad de sus desafíos y la comprensión del momento, un temario de compromiso social que enfoque los elementos claves para un cambio urgente. No se puede seguir gestionando de espaldas a la producción y prescindiendo de los más mínimos registros de eficiencia de gestión.

La mirada productiva es central: si la provincia promoviera un proyecto de desarrollo bioeconómico, por poner un ejemplo, en una década el 90% de sus localidades extrametropolitanas estarían plenas de iniciativas, con mayor empleo de calidad y con sus agentes canalizando los recursos a la inversión. Esas ciudades (pequeñas y medianas) se verían en la necesidad de reconfigurar su periferia generando una expansión ordenada, cambiando sus parámetros de movilidad, configurando modelos urbanos sostenibles y recibiendo nuevos habitantes. Ciudades ideales para teletrabajadores calificados. Lo mismo sucedería si el gobierno provincial tuviera una política de promoción del talento en servicios de conocimiento intensivo o de la producción y el consumo frutihortícola que ordenara las periferias urbanas y potenciara el empleo en sectores adonde no llega ni la ayuda pública. De igual manera podríamos seguir con otros sectores.

Por supuesto, se necesita ordenar el sector público y esto implica una tarea compleja, del mismo modo que sabemos que el Gran Buenos Aires constituye un desafío. Pero sobre todo se necesita conocimiento y visión. Reconocer la existencia de un tejido productivo denso e interesante, que corresponde reconvertir para mejorar y adecuar a este tiempo, y una sociedad que también debe asumir el esfuerzo del cambio positivo.

Pero sin visión no surge ninguna energía. Necesitamos orden y previsibilidad para que las cosas sucedan, para concretar una larga cadena de articulaciones virtuosas que terminen con las prácticas predatorias.

Concebimos las políticas públicas con un sentido trascendente. No da para más el pobrismo de control y resignación. El Gran Buenos Aires no se va a resolver sin un programa metropolitano pactado con la ciudad de Buenos Aires y con la Nación, que transforme su economía en favor de una nueva base de actividades más amplia y más “conocimiento intensivo”. Para eso, hay que intervenir en el modelo educativo y alentar una mejor articulación educación-empleo. Un mejor Gran Buenos Aires, más funcional, sostenible y habitable, requiere inversión pública, pero bien gestionada será una fuente de resolución de la crisis de empleo que vivimos. La metrópolis no necesita una agencia como respuesta burocrática, sino para sumar músculo político en una gesta que no es posible enfrentar descoordinadamente. El gobernador Kicillof administra un rompecabezas desordenado, heredado, sobre todo, del largo ciclo justicialista de 1987/2015; lo hace enfrentando el día a día como puede; sin embargo, parece más preocupado por la asignación del juego online a una selección de personajes sospechados que por el cambio que la provincia necesita.

El cambio necesita una visión, un programa, equipos ejecutivos y un acuerdo con los agentes sociales. La paradoja bonaerense es que puede ser parte de la solución de los problemas argentinos. 

1. El GBA requiere de una mirada metropolitana, hay que coordinar la planificación, los servicios y las condiciones para la inversión. Más poder, recursos y control a los municipios. Debemos calificar las ciudades extrametropolitanas para que crezcan bien y sean polos de un nuevo orden territorial.

2. La provincia debe liderar la reforma fiscal que termine con los tributos distorsivos. Proponerle a la Nación un modelo con incentivos al empleo y tomar el desafío de ser el primer estado argentino que profesionalice plenamente a su administración pública.

3. Debe armar un set de cadenas de valor priorizadas y apuntalar algunas de proyección global (como la bioeconomía y la industria IT) y otras de “empleo intensivo”. En 20 años, ser “carbono neutro” por calidad de vida y acceso a mercados.

4. La provincia debe pensar la integración en clave educativa y socioproductiva e impulsar, y diseñar en especial, un programa para formar y contribuir a emancipar económicamente a las mujeres.

5. Debe tener un programa de vinculación internacional que sea una oportunidad para sus creadores, para sus productos, para sus destinos, para su actividad cultural. La provincia tiene que animarse al mundo y ampliar el horizonte de sus ciudadanos.

El discurso de la inviabilidad bonaerense no debe hacernos bajar la guardia. No imagino la realización argentina sin una provincia reformada, moderna y pujante.

Tenemos que confiar más en el esfuerzo y en el talento cuando tenemos un norte claro y, por sobre todas las cosas, cuando no hacemos política ventajista. ¡Adelante, Buenos Aires!

Publicado en La Nación el 30 de enero de 2021.

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