jueves 28 de marzo de 2024
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Un país que sigue rodando cuesta abajo

Pese a que la anatomía del instante en que el arma es gatillada a centímetros de la cabeza de Cristina Kirchner evoca el instante que lo cambió todo en la política española- el libro de Javier Cercas sobre el Tejerazo nos cuenta esa transformación – la Argentina vuelve a mostrarnos que aunque pasa de todo, no pasa nada, como solía decir Carlos Monsiváis para referirse al México de su tiempo.

La sociedad se agita en la superficie, pero no altera sus placas profundas. Los que tenían una imagen negativa de la vicepresidente la siguen teniendo tras el atentado de enorme gravedad institucional; los que la aprecian, conmovidos hasta el delirio, no vacilan en incorporarla como nueva santa a la liturgia del peronismo y la veneran en cuanto altar se improvise. Sus fieles no dudan de que un milagro impidió que la bala saliera de la recámara. Sin embargo, la vicepresidente, blanco de la violencia asesina, no logra situarse por encima de la competencia política.

La sociedad argentina está cansada de asistir a sucesos de gravedad institucional nunca esclarecidos como el asesinato del fiscal Nisman o el atentado a la AMIA. Son una suerte de novelas de suspenso con final abierto y la sospecha cimenta toda clase de hipótesis conspirativas.

El clima de crispación que hoy vivimos es alimento para la polarización política que viene de lejos. Muchos consideran el atentado fallido un puro simulacro; otros ven en ese hecho la obra de “los que odian”; léase la Justicia independiente, la oposición, los medios no oficialistas.

Funcionarios del Gobierno y, en primer lugar, el presidente Alberto Fernández, abonan esa tesis y hacen del odio el eje sobre el que gira el discurso oficial. Los argentinos nos preguntamos si acaso el fallido atentado puso fin a la fase moderada de este gobierno, como lo señaló el ministro provincial Andrés Larroque y si asistiremos al recurso a la violencia que creíamos desterrada como método político. ¿Cómo podría entenderse la amenaza “ si la tocan a Cristina, qué quilombo se va a armar”? O la frase “Sin Cristina, no hay peronismo. Sin peronismo, no hay país”, pronunciada por Larroque.

También nos preguntamos cómo podría llevarse a cabo un diálogo que haga posible la negociación si la oposición es señalada como uno de los autores intelectuales del atentado frustrado a la Vicepresidente. Y sin embargo, este gobierno echa mano a la retórica del diálogo.

Es difícil, más allá de la circunstancia nefasta del atentado, imaginar el diálogo cuando “avanzar sin transar” es la consigna de la jefa que hoy abroquela al peronismo e inspira a La Cámpora. La preferencia por las contradicciones no ha abandonado al peronismo en todas sus encarnaciones. El leal dentista de San Andrés de Giles estaría asombrado de ver a quienes enarbolan su nombre. Nada más lejos de este leal servidor que sostener a quienes el General Perón echó de la Plaza.

En medio de este clima de sospechas y de furias se echa andar desde las usinas del Gobierno la idea de suspender las elecciones primarias, abiertas, simultáneas y obligatorias(PASO).

Los que las defendieron en nombre de la democratización de la política y que nunca las usaron para dirimir sus fórmulas presidenciales, hoy proponen anularlas. Reeditan así una tradición de poderosos de turno que cuando las reglas del juego político no los benefician, las suspenden o las suprimen. No cabe duda que esta nueva manipulación de las reglas electorales está animada por el propósito de dividir a la coalición opositora.

Voces como la del ex presidente Eduardo Duhalde abogan por la supresión de las PASO y de las elecciones intermedias cada dos años. Duhalde propone una consulta popular para redefinir “principios básicos de nuestra democracia” sin explicitar cuáles serían esos principios básicos. Iríamos hacia una asamblea constituyente abocada a reformar la Constitución, siguiendo el ejemplo inmediato de Chile, pero sin estallidos sociales como hubo allí, sólo a requerimiento de partido que hoy gobierna y supone amenazada la paz social.

Esa es nuestra singularidad. No cabe duda de que los argentinos vivimos atribulados por una campaña electoral continua fijada por las elecciones intermedias a las que sumamos las PASO y la segunda vuelta, todo esto amplificado por el impacto de las elecciones provinciales.

Empero, este no es tiempo de reformas constitucionales. Antes que debatir sobre el marco constitucional que fue acordado en 1994, los argentinos esperamos respuestas para los acuciantes problemas inmediatos: ¿Cómo enfrentaremos la inflación que carcome salarios y subsidios? y ¿cómo la inseguridad que se cobra las vidas de ciudadanos inermes?

Mientras el ministro de Economía negocia los apoyos financieros en Washington a contrapelo de la verba encendida del Gobierno y los argentinos todos, sufrimos un ajuste inevitable fruto de la improvisación, la impericia y el despilfarro, la Argentina sigue rodando cuesta abajo.

Publicado en Clarín el 15 de septiembre de 2022.

Link https://www.clarin.com/opinion/pais-sigue-rodando-cuesta-abajo_0_Xsqb0LADgK.html

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