viernes 26 de abril de 2024
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Una guerra para encauzar la crisis

Las grandes guerras del siglo XX reconfiguraron el orden mundial en momentos de crisis. ¿Por qué el siglo XXI debería ser una excepción? ¿Taiwan será la geografía del próximo enfrentamiento por liderar ese orden?

De la pandemia saldremos mejores, muchos pensamos el año pasado. Tal vez porque tanta incertidumbre requiere de un pensamiento esperanzador. Hoy, aparentemente saliendo de ese infierno, la coordinación internacional es escasa –el desempeño de Covax y la OMS así lo sugieren- y la rapacidad de las corporaciones marcan la tónica de la desigualdad creciente.

Si tenemos en cuenta que la crisis económica y social data del crack financiero del 2008, tal vez un evento bélico, como antes de cada Guerra Mundial del siglo XX, es probable que un suceso de ese tipo tenga lugar en alguna parte del mundo. Y como China amenaza la supremacía mundial de los EE.UU., Taiwan podría ser el epicentro de un nuevo desastre global como continuidad de su histórico reclamo sobre la isla y sus archipiélagos aledaños sobre los que tiene un control parcial.

A medida que la relación entre ambas potencias se fue tensando, China ha acelerado sus operaciones militares en las cercanías de Taiwán, realizando en plena pandemia, 380 incursiones en la zona de identificación de defensa aérea de la isla. En abril de este año, China envió su flota más grande, 25 cazas y bombarderos, a la misma zona. Claramente, Xi Jinping tiene en su proyecto de “Una sola China” la opción de la recuperación bélica y ha preparado un ejército capaz de impugnar la presencia militar estadounidense en la región. Lejos queda la crisis de 1996 sobre Taiwán, cuando Estados Unidos envió dos grupos de batalla de portaaviones para navegar cerca del estrecho y China retrocedió. 

Según la experta en China de la Universidad de Goergetown, Oriana Skylar Mastro, Xi ha avivado las llamas del nacionalismo chino y ha permitido que la discusión sobre una toma de posesión enérgica de Taiwán se infiltre en la corriente principal del Partido Comunista Chino (PCCh). El cambio palpable en el pensamiento de Beijing ha sido posible gracias a un esfuerzo de modernización militar de décadas, acelerado por Xi, destinado a permitir que China obligue a Taiwán a volver al redil. Las fuerzas chinas planean prevalecer incluso si Estados Unidos, que ha armado a Taiwán pero dejó abierta la cuestión de si lo defendería de un ataque, interviene militarmente. Mientras que los líderes chinos solían ver una campaña militar para tomar la isla como una fantasía, ahora la consideran una posibilidad real.

La política de ayuda de los EE.UU. hacia Taiwan resulta una intromisión irritante para Pekín. El domingo pasado, la visita de tres senadores norteamericanos -los demócratas Tammy Duckworth, Christopher Coons y el republicano Dan Sullivan- para donar 750.000 vacunas contra el Covid, llevó a que el portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores de China, Wang Wenbin, condenara esa y toda otra forma de contacto oficial con la isla.

Varios oficiales militares retirados han dicho públicamente que cuanto más espere China, más difícil será tomar el control de Taiwán. Los artículos en los medios de comunicación estatales y en los sitios web populares también instan a actuar con rapidez. Según algunas encuestas de opinión, el pueblo chino está de acuerdo en que ha llegado el momento de resolver el problema de Taiwán de una vez por todas. El estudio realizado por la estatal Global Times, arrojó que el 70 por ciento de los ciudadanos continentales apoya firmemente el uso de la fuerza para recuperar Taiwán y el 37 por ciento piensa que sería mejor si la guerra ocurriera dentro de los próximos tres a cinco años.

Otros en Beijing descartan las preocupaciones sobre una invasión china, pero reconocen que Xi está rodeado de asesores militares que le dicen con confianza que China ahora puede recuperar Taiwán, por la fuerza y a un costo aceptable.

Según Mastro, el ejército de XI ha planificado cuatro campañas principales, necesarias para tomar el control de la isla. La primera consta de ataques aéreos y de misiles conjuntos para desarmar objetivos taiwaneses -inicialmente militares y gubernamentales, luego civiles- y así forzar la sumisión de Taipei a las demandas chinas. La segunda, el bloqueo para aislar a Taiwan del mundo exterior con incursiones navales y ciberataques. La tercera involucra un ataque misilístico y aéreo contra las fuerzas estadounidenses desplegadas en las cercanías, con el objetivo de dificultar que Estados Unidos acuda en ayuda de Taiwán en las etapas iniciales del conflicto.

Las bases regionales de los EE.UU no resistirían, ni los sistemas de defensa antimisiles taiwaneses están a la altura de los misiles balísticos y de crucero de China, que son los más avanzados del mundo, dicen los expertos. China podría destruir rápidamente la infraestructura clave de Taiwán, bloquear sus importaciones de petróleo, cortar su acceso a Internet y mantener ese bloqueo indefinidamente. Pero la cuarta y última campaña de China, la de la “toma de posesión de la isla” con tropas está lejos de tener éxito garantizado.

Un conflicto prolongado y de alta intensidad sería realmente costoso para China, pero en una guerra prolongada con Estados Unidos, los líderes chinos pueden creer que tienen ventajas sociales y económicas que les permitirían sobrevivir a los estadounidenses. Consideran que el pueblo chino está más dispuesto a hacer sacrificios por la causa de Taiwán que el pueblo estadounidense. Algunos también argumentan que el gran mercado interno de China lo hace menos dependiente del comercio internacional que muchos otros países.

Sin embargo, el aislamiento internacional y el castigo coordinado contra Pekín podrían parecer una amenaza mayor para el gran experimento chino de Xi. Ocho de los diez principales socios comerciales de China son democracias, y casi el 60 por ciento de las exportaciones de China van a Estados Unidos y sus aliados. Si estos países respondieran al asalto chino a Taiwán rompiendo los lazos comerciales con China, los costos económicos podrían amenazar las bases del plan de Xi.

Por el lado de los EE.UU., reforzar las defensas estratégicas del estrecho de Taiwan y sus islas es, sin duda, una fuerte inversión de su complejo militar, industrial y financiero que impulsará la economía, aunque no alcance para disuadir a China. Con la guerra comercial de fondo, con discursos de guerra fría y acusaciones de responsabilidad por la pandemia, los norteamericanos parecen haber quedado desactualizados respecto de la historia contemporánea.

Lo que todos tememos es que los arsenales acumulados entren en acción, en algún momento, para luego asegurar nuevos abastecimientos. Entretanto, este podría ser el escenario caliente que definiría el liderazgo mundial. Esperemos que no, aunque sea parte de un optimismo que no está en boga.

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