Javier Milei acusa a Patricia Bullrich de haber puesto, allá, en su lejana adolescencia, bombas en jardines de infantes. He aquí una canallada, una provocación y una infamia. Además de una horrorosa mentira proferida por un miserable que pretende ser presidente de los argentinos.
Añado: un miserable con desequilibrios emocionales oscuros y siniestros. Pregunto: ¿Qué puede ocurrir en las tinieblas, en las oscuridades de la mente de un tipo para imaginar que Patricia Bullrich hace cincuenta años se dedicaba a poner bombas en los jardines de infantes? Además, lo dice en plural, por lo que se deduce que fueron varios jardines y, por lo tanto, hubo muchos, pero muchos niños muertos…¿cincuenta, cien, doscientos? No conozco casos en nuestra historia nacional de una campaña electoral en la que un candidato ataque con esa agresividad y alevosía a otro candidato.
Milei no tiene adversarios, su personalidad no le permite esa licencia; tiene enemigos a los que está decidido a aniquilarlos. Hoy con la palabra; mañana con lo que el poder le otorgue. Él es así; no puede evitarlo. Solo Conan conoce el secreto que se oculta en el alma de esta suerte “de bebé de Rosemary”.
Milei violenta las reglas de juego de la democracia, lo cual a esta altura del partido en una personalidad como la de él, es una minucia, pero además es un peligro cierto para la democracia. Un tipo capaz de mentir con semejante alevosía, ¿hasta dónde está dispuesto a llegar si asume el poder?
Lo repito y lo sostengo: Milei está loco, lo cual es un problema personal, pero este loco pretende ser presidente de los argentinos, lo cual es un problema de todos y, muy en particular, de los que suponen que esta personalidad psicótica, trastornada y delirante puede ser el salvador o el Mesías de nuestra desdichada nación.