La pandemia, después de todo un producto de la época, le imprime velocidad a ciertas discusiones que ya estaban presentes y que se desarrollaban al ritmo de la necesidad y de la urgencia. La relación entre lo real y lo virtual, las posibilidades de distinguir entre esos universos en tiempos de medios sociales e inteligencia artificial y las oportunidades creativas de imaginar realidades no físicas están entre nosotros desde hace mucho. Cuando en 1994 Tomás Maldonado escribió Lo real y lo virtual para darle cierto marco teórico a la discusión, fue terminante. Es imposible eludir el vínculo físico y este no puede desligarse de la experiencia humana de un plumazo, como si fuera por arte de magia. El Covid19 aceleró los tiempos. Con museos, galerías y ferias cerradas, el recurso virtual, que ya venía siendo explorado, se convirtió en la salida.
Entre tantas experiencias interesantes, se destaca la que dirige Alejandra Castro Rioseco y su equipo, dedicada a instalar y difundir la obra de artistas mujeres armando la Colección MIA, a la que se puede acceder desde el link http://www.miaanywhere.com.
MIA armó, además, un museo virtual en el que albergó exposiciones de Nasim Hantehzadeh (Irán), Elvira Smeke (México), Verónica Ruth Frías (España) y Silvana Pastana (Perú).
Toca el turno ahora de Martha Boto, artista argentina de importancia internacional, que formó parte de los grupos vanguardistas más disruptivos en la escena nacional después de las derivaciones de Arte Concreto Invención a mediados de los años 40.
En la década del 50 Boto y su esposo, Gregorio Vardanega, comenzaron a experimentar con la geometría y el espacio abstracto en un grupo liderado por Carmelo Arden Quin y Aldo Pellegrini, llamado Asociación Arte Nuevo. Tras realizar algunas exposiciones grupales bajo esta influencia, la artista viajo a París en 1957. Por esos años, la presencia de artistas argentinos en la capital francesa era de tal intensidad que se formaron grupos importantes y que dejaron huella internacional. Uno de ellos, el Groupe Position, siguió los lineamientos de Leopoldo Torres Agüero, buscando un tipo de pintura vibrante mediante una geometría de trazo blando pero al mismo tiempo estructurado.
Para las ansias de experimentación de Martha Boto, este tipo de trabajos no eran suficientes y sus búsquedas se centraron en la capacidad de ciertos materiales para absorber, difundir y ampliar los efectos ópticos de la luz. Entrada ya la década del 60, el trabajo de Boto fue tomando un claro posicionamiento cinético, explorando posibilidades, soportes y texturas que la ayudaron a trabajar con las posibilidades que abría el principio de repetición y sus efectos en el espectador. En ese camino, la artista fue pionera en la incorporación de mecanismos en las obras para inducir movimientos. La introducción de pequeños motores y hasta de bombillas de luz que generaban movimiento por calor fueron elementos centrales de la obra experimental de Boto. Para lograr estos efectos “espirituales” al decir de la propia artista, los materiales elegidos fueron, primero, el plexiglás y, más tarde, el aluminio, los espejos y el acero inoxidable. Las cajas creadas por Boto en estos años fueron una verdadera sensación a escala internacional. El solo ejemplo de “Polyvision-siderale”, una caja de madera, aluminio, pelotitas de ping-pong, luces, plástico y un pequeño motor sirve para analizar esta etapa de la producción de la artista. Realizada entre 1966 y 1968, tuvo una gran repercusión en París y llevó a Jorge Romero Brest a decir que eran: “las más perfectas que conozco, son perfectas como joyas”.
En la muestra que puede verse en el museo virtual de MIA hay un total de 77 piezas, que van desde trabajos tempranos de Boto en 1953 hasta obras de 2003, un año antes de su fallecimiento. Este carácter retrospectivo de su obra pictórica y de esculturas permite observar la trayectoria, que va desde un neo-figuracionismo con toques costumbristas hasta un evolucionado ejercicio de la geometría con sofisticados toques alegóricos a elementos de la realidad física.
Respondiendo a las formas virtuales, la exposición de Martha Boto, se complementa entre la visita al museo y al website. En http://miaartcollection.org/ , más allá de la riqueza de los detalles de la exposición, pueden verse dos obras que llaman la atención por su rareza y porque, sin dudas, han sido las menos destacadas en la trayectoria de Boto. Se trata de dos esculturas de madera, realizadas en 1980, muy de estilo jeanarpiano en las que sobre un pedestal unas figuras que combinan planos duros con superficies redondeadas son atravesadas por un hilo de luz logrado a base de pintura. En una de las obras, la luz se continúa por la base trazando un camino proyectado de luminosidad. En la otra escultura, el juego de color, en azul, corta las dos figuras, que se encuentran enfrentadas sobre la base. Ambas piezas son de un poder visual increíble con muy pocos recursos compositivos. Hay una gramática en estas obras de Boto que no es habitual en su obra, una poesía exenta de investigación, un puro ejercicio de belleza orientada y arrojada a la mirada del espectador.
La pintura “Memoria Vegetal 4”, de 2002, muestra la evolución de Boto hacia un sofisticado manejo de la abstracción geométrica. En un acrílico sobre tabla de 1, 30 metros por lado los elementos juegan marcando un ritmo simétrico en formas y colores. seis formas ondulantes, semejantes a neuronas, de diferentes tamaños danzan con seis círculos perfectos cruzados por rayos como si fueran ruedas de bicicletas. Precisamente de la serie de los ciclistas, esta obra refleja, al mismo tiempo que la evolución de Boto, cierta vuelta a los orígenes pictóricos parisinos. El trazo, aunque más limpio, sigue siendo lo principal y es lo que genera el equilibrio de la composición armando un diálogo con el vacío que enfatiza la búsqueda de movilidad que caracteriza su obra, solo que esta vez con elementos más sencillos.
La exposición virtual de Martha Boto en el proyecto MIA pone al alcance del público la obra de una artista extraordinaria que, por distintas razones, fue menos exhibida en la Argentina que en el exterior y recibió aquí menos atención que otras grandes figuras del arte cinético argentino. Es interesante que esto suceda en momentos excepcionales y donde se ponen en juego muchas de las preocupaciones de la artista en torno al vínculo estrecho entre arte y tecnología, y entre el mundo de la virtualidad óptica y su relación con el mundo físico. Lo que Boto resolvió en su trabajo artístico deberemos resolverlo todos en nuestra experiencia cotidiana.
Publicado en Revista Ñ el 8 de mayo de 2020.
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