viernes 26 de abril de 2024
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Un Gobierno de Científicos y un pueblo atacado con Hipoxia feliz

La hipoxia presenta niveles de oxígeno suficientemente bajos, como para dejar inconscientes o incluso muertos a los pacientes, sin embargo, los pacientes del covid-19, aseguran que se sienten cómodos, que pueden hablar con los médicos y hacer cosas regulares como usar sus teléfonos y hasta presentan una sensación de bienestar, por eso la denominan “hipoxia feliz”, todo ello sucede bajo una aparente normalidad, al borde de la muerte en muchos casos.

Los argentinos padecemos una suerte de hipoxia feliz, también llamada hipoxia silenciosa, debido a su naturaleza insidiosa y difícil de detectar.

Mirando rápidamente por el retrovisor de la pandemia, podemos observar, cómo la sociedad argentina va consumiendo su OXÍGENO, mientras aplaude y sonríe a quienes yerro tras yerro, van consumiendo el tiempo de tratamiento de este paciente. Y una economía, que estaba enferma, la ingresaron en terapia y con el riesgo de pasarla a terapia intensiva.

El Gobierno tomó tarde la decisión de considerar al coronavirus, como un peligro real, lo subestimó. A principio de año las llegaban imágenes por canales europeos y americanos de una extraña enfermedad en China. La segunda semana la OMS visita China y produce el primer informe, a la tercera semana se lo vincula al SARS. Inmediatamente científicos chinos secuencian y decodifican el genoma del virus. Durante enero, las imágenes de China en cuarentena y equipos especializados combatiendo al coronavirus estaban a toda hora en los noticieros. Al comenzar febrero llegan noticias, de Irán y Europa, donde los casos aumentan todos los días. Luego de un viaje, cuando llego desde el exterior, el 18 de febrero, me asombro que no existe ningún operativo en el aeropuerto local, mientras ya las imágenes de Italia, de España y Gran Bretaña, asombraban al mundo.

Diego Guelar, que está lejos de ser un sanitarista, afirma en febrero que el virus va a llegar sí o sí a la Argentina. Principio de marzo el Ministro de Salud, dice que “en la Argentina el problema no es el coronavirus sino el dengue y el sarampión”. El 3 de marzo se detecta el primer caso de coronavirus en la Argentina y es importado. El ministro, comenta “que no esperaba que llegue tan pronto el coronavirus a la Argentina”, lo afirma al pasar, como si fuera un relator o peor aún un apostador de ocurrencia de enfermedades, tolerable en una mesa de café, o en la ronda de la verdulería. No en un ministro integrante de un gobierno de científicos y responsable de la firmeza o la enfermedad, de la vida o la muerte de 45 millones de habitantes.

Luego tarda dieciocho días en declarar el aislamiento y el gobierno la declara ante la presión de la gente y la opinión pública -los padres ya no querían enviar sus hijos a la escuela- pero demora 25 días en cerrar la PRINCIPAL entrada del virus: Ezeiza. La gente en marzo no sólo llegaba, aún seguía saliendo, ante la falta de claridad del gobierno sobre el peligro del coronavirus.

Está claro que el gobierno, si no fue responsable, cuánto menos fue negligente, se adelantó respecto de Europa, pero se atrasó con nosotros.

Se declara la cuarentena: no se testea, no hay seguimiento de los contagiados y su entorno y no se piensa en su sostenimiento material. ¿En base a qué criterios tomaron las decisiones de abrir o cerrar la cuarentena, sin datos de cantidad y de zonas?

En Corea del Sur tomaron esas prevenciones, no tienen un gobierno de científicos, pero usan bien la ciencia.

Para iniciar la medida no convoca al Congreso, pone en escena a gobernadores oficialistas y opositores: haber atendido el reclamo de la gente; mostrar una Argentina unida peleando por su salud; la posibilidad de cerrar una grieta y avizorar otro futuro, más una cuidada y serena presentación de los temas, triplicaron por tres la imagen en ascenso del presidente, al mismo tiempo que se derretían lentamente, las imágenes de Mauricio y de Cristina.

Los primeros sorprendidos fueron los propios del gobierno y confundieron responsabilidad y sensatez de la gente, con apoyo incondicional al mismo. Aferrados al aislamiento como un náufrago a una balsa, endurecieron y prolongaron la cuarentena, con un discurso malvinero, sin importar las consecuencias, convocando a la unidad de los argentinos contra el enemigo, esta vez invisible y artero.

Si un vecino sacaba el perro u otro iba a comprar cigarrillos, el aparato propagandístico los calificaba de traidores y objeto de todos los adjetivos humillantes conocidos, si encima era cheto, dorado, con tablas de surf y se dirigía a pasar la cuarentena a su domicilio en la playa, sacaba el premio del ícono perfecto, no solo era un irresponsable transgresor del aislamiento patriótico, sino que con su figura encarnaba al rico y distraído hedonista, al que su amables vecinos le arrojaban piedras a su casa (para información: se trasladaba en una camioneta vieja y su mansión era una cabaña con cerco de alambres). Un micro de Jujuy a Ciudad de Buenos Aires, que transitaba con permiso y acuerdo del gobernador Morales y el jefe de gobierno Larreta era detenido, porque el generoso corazón argentino no alcanzaba para tratar como persona a sus ocupantes y como animales apestados se inhibía su tránsito y el corazón se encogió más cuándo nos enteramos que en el micro había extranjeros vecinos.

Aplausos a los médicos, pero si dormían en el mismo edificio, pasaban a ser sujetos, peligrosos.

Como no hay causa nacional sin colectas y famosos, solidarios y humildes, que nos emocionan con canciones y anécdotas profundas, que vuelven a dar sentido a nuestras vidas, no podía faltar, va de suyo, la aparición de la primera dama de turno. Así es: a los argentinos cuando decidimos ser buenos y tiernos y nos dejan, no nos para nadie.

En tanto nuestro denostado e instantáneamente alabado Ejército Argentino, junto a Gendarmería (la que supuestamente había ahogado a Nahuel) volvía a cubrirse de gloria distribuyendo alimentos en las villas. Un nostálgico del operativo Dorrego quiso sumarse, pero la falta de estado físico y la sustracción de su abultada billetera, le impidieron ser protagonista del maravilloso encuentro entre el ejército y el pueblo.

Extraña abdicación sobre un territorio, en el que Cristina retiene el 70 por ciento de sus votos, y la Cámpora asienta el núcleo duro de su organización; excéntrica teoría, que postula la nueva relación entre un Estado democrático, con sus políticas públicas y los nuevos movimientos sociales, cuyo nexo se concreta mediante sus fuerzas armadas. ¿O es el reconocimiento a qué en determinados lugares, solo es posible entrar, con regalos o con balas? Y la política se retira silenciosamente.

Hay que reconocer, en la primera semana, era todo emoción contenida en las paredes de mi casa, pero no importaba, sabía que afuera estaba rodeado de gente maravillosa.

La segunda semana dejó a Alberto en la cúspide inalcanzable, los socios, que por un lado se alegraban de tantos éxitos, comenzaron a trabajar por sus más puros ideales: la liberación de Boudou y la del compañero Jaime. En la primera, la justicia acompañó, en la segunda -ya sabemos, la felicidad nunca es completa- algunos amagues de cacerolazos, editoriales duros, los atentos familiares de los muertos por el accidente de Once más la protesta de la oposición.

El Presidente, que ahora era de todos los argentinos, que gobernaba solo y sin oposición, donde el Estado, la nación y el pueblo eran conducidos magnánimamente por él, no iba a ser tan zonzo de tirar su prestigio por Jaime (que ni siquiera te puede invitar a pescar, porque tiene el yate secuestrado) y como en el Martín Pescador, después de que pasaron afuera todos, Jaime se tuvo que quedar. Después no digan que la justicia en la Argentina no funciona.

La Cámpora, que una vez más estaba sin trabajar, ahora forzada por el aislamiento y porque el ejército repartía comida por ellos, no iba a dejar de estar presente en tan históricas jornadas, con su claro sentido de la justicia social. Si lograron que los jueces liberen a los compañeros millonarios, ahora tienen que salir los pobres compañeros, injustamente presos.

Los secretarios de Derechos Humanos de la Nación y de la provincia encabezaron los reclamos. Un liberal humanitario distraído, exclamaría: “¡qué bien! ¡qué nobles causas animan a estos jóvenes: Derechos Humanos y libertad, parecen hijos de la Revolución Francesa, son las semillas contra cualquier régimen autoritario!”. Pero no: salidas masivas, de delincuentes de todo tipo, con penas leves y agravadas, chorros, homicidas, violadores y femicidas, sin cumplir todos los pasos del procedimiento que antecede a tales decisiones, sin verificar las condiciones reales en la domiciliaria, sin tobilleras electrónicas en muchos casos, sin comunicar a las víctimas. El liberal distraído, seguramente soslaye que estas salidas cuestan plata y que los delincuentes cuentan vaya a saber cómo, con recursos para este tipo de gastos.

Por fortuna tenemos un gobierno de científicos, qué suerte tenemos los argentinos, venimos de tener el mejor gabinete de la historia precedido por la reencarnación de una arquitecta egipcia y antes estábamos condenados al éxito. O los gobiernos tienen una consideración narcisista sobre su composición o las brechas entre gobierno y gobernados es tan grande, que impide que estos últimos comprendan a sus gobiernos y no ameriten las cualidades de sus representantes. Quizás probando al revés y devolviendo en políticas públicas consistentes a los gobernados por la confianza entregada, logren, no ser queridos, pero al menos comprendidos.

Sin ser un epistemólogo, lo que caracteriza a un científico, es tener un método y un objeto determinado, saber planificar, tener constancia, usar amigablemente la tecnología y antes de usar un producto, experimentarlo, testearlo, simularlo, ver causas y efectos, variables y constantes y una lógica rigurosa en la resolución de problemas. Por ejemplo, ante una tarea inusual, compleja e inédita, como pagar a jubilados, sobre la que hay que profundizar el cuidado y la atención, los científicos del caso no pudieron prever, escalonar en días y documentos, no juntarlos con el pago de otras prestaciones, poner personal de apoyo, evitar que rompan la distancia social, asignar y distribuir por sucursales. Los científicos, insisten con razón sobre el cuidado de los adultos mayores pero a ninguno se le ocurrió redactar un protocolo para geriátricos, un relevamiento de sus instalaciones. El PAMI que es una gran contratista de ellos ¿no pudo salir a exigir condiciones? Tuvimos otra vez que ser testigos de que la tragedia ocurra: previsión cero.

El gobierno de científicos realiza compras directas con sobreprecios en los alimentos para los carenciados. Aparecen las excusas: “que siempre se hizo”, de que el Estado es mal pagador, por eso es más caro, que los productores no se presentan, solo acuden los intermediarios. Los científicos del Gobierno deberían saber que el régimen de compras del Estado es uno de los procedimientos más antiguos y más regulados, más estudiados y debatidos. No estamos ante un acto complejo y nuevo. Y la compra directa da menos lugar a excusas, porque igual de regulada da más ventajas para el comprador. No se puede alegar desconocimiento ni torpeza, es corrupción y es contra la gente que espera esos alimentos.

En tanto, en el Congreso, la oposición presenta un proyecto con el objeto de concretar una rebaja de sus haberes durante la pandemia y el oficialismo otro cuyo fin es crear más impuestos; la oposición solicita sesionar, el oficialismo dilata tal posibilidad.

Relatan, que en el gobierno de científicos destaca un gabinete de expertos sanitaristas, que ha sido elogiado, por propios y extraños. Estos expertos, se pasaron dos cuarentenas, para decidir si había que usar o no tapabocas, mientras llovían imágenes de todo el mundo de gente con barbijos. En la tercera decidieron que sí y no solo que era conveniente, sino que era obligatorio.  De no ser necesario a ser obligatorio, es todo un salto.

El gabinete de expertos creyó que ésta era una carrera de velocidad, de 100 o de 400 metros. Y de un día para otro, se impuso una cuarentena rígida. Se equivocaron: esta es una carrera de fondo, el virus va rondar y causar estragos hasta el 2021 incluido. ¿Tendremos aire para la maratón de 42 km? ¿Darán las piernas en las subidas y picos? ¿Aguantarán nuestros médicos y nuestro sistema de salud? La economía ¿podrá funcionar con esas restricciones? Vamos a abrir, justo en la peor época del año respecto a enfermedades en general y respiratorias en particular, también cuando los contagios comienzan en los lugares más complicados por el hacinamiento. ¿Se pensó cómo regular los cierres y las aperturas? ¿Por áreas y por sector? ¿En qué lapsos? Pareciera que la improvisación manda. La respuesta fácil es: “estamos ante un hecho nuevo”. Se presume que los gobiernos, no llegan con todas las soluciones, por eso se pondera la formación de base, la capacidad de integrar distintas lógicas, de poder delegar, de pensar y resolver, de planificar y variar. Llevamos cincuenta días encerrados y todavía no hay una respuesta para el transporte masivo de los trabajadores, entre otras cosas.

Gobierno de científicos: tenemos un Canciller que ahora entendemos por qué no habla inglés, porque si lo hablara nos pelearíamos con el mundo entero. Gracias a esa limitación, nuestros conflictos solo son con nuestros vecinos. La salida del Mercosur es la frutilla de la torpeza. La pelea con periodistas, la pelea con las aerolíneas extranjeras para traer a los varados, el insulto a una senadora, son muestra de un gran botón.

Ante las evidencias, pareciera que no hay un Gobierno de científicos, ojalá exista por lo menos un gobierno integrado y coherente. La autodenominación, responde más a una concepción política, que a la verificación real de la composición de sus integrantes.

Es el intento de un Gobierno de decir: nosotros sabemos, no necesitamos que nos digan cómo hacer o cómo ver las cosas. Nosotros con generosidad, vamos desde la sede del saber a la sede de la ignorancia. Llevamos luz a la oscuridad, somos democráticos y preservamos las instituciones, pero íntimamente no creemos en ellas, el Congreso es un mal necesario en el mejor de los casos y la justicia está para servirnos a nosotros que somos los que hacemos justicia. Somos depositarios de la razón, de la justicia y de los derechos. Somos el pueblo (no sus representantes) y solo nosotros podemos gobernar este país, el resto intentos frustrados. No es casual que Cristina nunca reconoció al gobierno de Cambiemos.

Este saber atribuido nos bombardeó con imágenes terribles del primer mundo, mientras nosotros estirábamos el aplanamiento de la curva languideciendo en el camino. No solo fuimos exitosos en el mundo, contra el coronavirus, sino que inventamos la fórmula de la nueva economía. Como vivir, sin producir y sin trabajar, apretando el botón de la máquina de imprimir.

La cuarentena no solo levantó la figura de Alberto, también hizo realidad por un tiempo, el sueño peronista: sin congresos, ni legislatura, con una Justicia en feria. Sin funcionamiento pleno de los organismos de control. Con todos los medios, jugando en la misma lógica, diciéndole a la gente, cuándo hay que salir y cuándo no, lo que está bien y lo que está mal. NINGUNA DE LAS TRES CUARENTENAS FUE DECIDIDA O APROBADA POR EL CONGRESO. Igualmente en las provincias, las fuerzas de seguridad controlando las calles y si faltaba algo también patrullaje informático, violando derechos personalísimos. Manejo total del Estado, la máquina de imprimir a disposición y otorgando subsidios, como si fueran actos de gracia del príncipe. Propuestas de la deuda, que la oposición acompañó pero no debatió, la república de Saló, frente a esto, fue solo un intento fallido.

La ignorancia de los efectos económicos de la cuarentena, es la loza más pesada que se está construyendo el gobierno. Con la lógica del náufrago, solo trato de preservar la vida, no importa si mañana no tengo agua, ni si me atrapan los tiburones. Poner la vida sobre la economía es de una lógica muy rústica y no siempre válida. La economía no es antagónica a la salud, por el contrario, es el sistema de producción y comercialización de bienes y servicios con afán de lucro al servicio de mujeres y hombres. La economía es la que hace posible la existencia y el desarrollo de los sistemas de salud. Los sistemas de investigación y la preservación de la vida del hombre en la tierra. Nadie quema las naves.

La necesidad de mantener la producción, el comercio, el trabajo y la salud, es el desafío. La situación obviamente fija prioridades, pero no elimina las otras opciones. Aparece el todo o nada y decisión tomada, sin que funcionen las instituciones republicanas que equilibren la decisión.

Hay que reconocer, han surgido iniciativas y programas de solución. La ayuda social, las IFE de una cuarentena que se inició en marzo, en mayo todavía no cobraron la segunda ayuda, la solución de los REPROS a las empresas, no llegó a cumplirse el 30 % de las solicitudes. El crédito a los monotributistas tiene tantos requisitos y excepciones que es un logro solo presentar la solicitud, los bancos todavía no empezaron a implementarlos.

La iniciativa de Heller y de Máximo: el impuesto a los ricos. De nuevo la lógica extractiva. Por qué no pedir a esos futuros contribuyentes que inviertan, que produzcan, que den trabajo, que inauguren, nuevos establecimientos, que gasten en seguridad sanitaria para su personal, que ellos mismos los transporten (que es el riesgo mayor). ¿Quizás observen que la estructura tributaria Argentina es liviana y es necesario nuevos impuestos? ¿Quizás conozcan algún caso en los últimos 70 años de Argentina, en donde un impuesto especial, redujo la pobreza o la indigencia?

La hipoxia está pasando a su fase más aguda y el bienestar se aleja; vuelven a aparecer: un Estado ineficaz, la inflación, la inseguridad, caída de la recaudación y coparticipaciones, el dólar de la calle 40% por ciento más alto que el oficial, comerciantes, productores y profesionales consumiendo sus ahorros, para poder continuar, sector energético devastado, desempleo, problemas en la cadena de pagos, aumento de la pobreza, y las urgencias más urgidas que nunca. Con un gobierno PRESIONADO por una visión del mundo, en donde los ricos son los culpables de la falta de posibilidades de millones de argentinos, nunca se preguntaron: ¿si no se necesitan más ricos, para generar más trabajos? No vendría mal tener como objetivo producir más ricos y no más pobres.

La romantización de la pobreza viene desde distintos lugares: una concepción eclesiástica, cuando el clero tenía poder, junto a los nobles y bien cuidado a sus siervos dentro de los castillos feudales, en maravillosa armonía. Armonía que el nacimiento del capitalismo con sus revoluciones burguesas vino a desbaratar. De una lectura del marxismo, en la que se leyó demasiado rápido sobre las consideraciones del lumpen-proletariado. La literatura Romántica iniciada con Los miserables de Víctor Hugo hasta Las visiones foquistas y voluntaristas que fracasaron, pero dejaron sus huellas.

No sabemos cómo seguirá el Gobierno de científicos aplaudido por las tapas de cacerolas, y en agria disputa con los K por lugares estratégicos, hasta ahora, sobre su presidente, solo sabemos QUE TOCA BIEN LA GUITARRA.

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