domingo 6 de octubre de 2024
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Un corralito geográfico

En el 2001 el corralito bancario, además de su impacto “en sí mismo”, era demostrativo de que el modelo económico estaba agotado. Ni el nivel de actividad, ni la situación social, ni la fiscalidad nacional o provincial eran sostenibles. 

Hoy 20 años después, las restricciones que estableció el BCRA a la compra en cuotas de pasajes y paquetes turísticos, son un emergente que debe hacer reflexionar al gobierno.

No se trata de una restricción más.

La creciente masificación del turismo es un rasgo distintivo de la sociedad global. Las estadísticas son elocuentes al respecto, pero es más evidente aún el cambio de actitud que tienen al respecto los jóvenes urbanos de clase media, que han transformado “el viaje” y la experiencia del reconocimiento de realidades diversas a su cotidianeidad en una práctica sistemática, asociada a trabajos puntuales, cursos, prácticas de actividades inusuales e incluso turismo tradicional. En el caso argentino, se añade por ser una sociedad de origen migrante, el reconocimiento de los orígenes.

Viajar, hace mucho, ha dejado de ser un lujo. Por supuesto que es costoso y que no está al alcance de todos, pero las personas con su creatividad han ido generando respuestas para sortear esas dificultades y restricciones.

A la luz de observar la evolución de las sociedades donde las personas se mueven, salen y entran de su país y comparan modos de vida, entornos culturales, precios, paisajes y sistemas políticos y aquellas sociedades donde esa comparación está vedada (Ej: Corea del Norte); no hay duda alguna que las comparaciones colocan un estrés positivo a las sociedades.

Las restricciones directas o burocráticas al movimiento de las personas, por encima de las dificultades propias del costo que la actividad implica, son una contribución adicional al empobrecimiento conceptual de la sociedad y a la construcción de una pequeñez de aldea totalmente reñida con el mundo contemporáneo.

Necesitamos un programa económico para no seguir produciendo respuestas parciales, espasmódicas e irritativas sobre cada aspecto de nuestra vida cotidiana.

Por suerte, todo esto sucede con el precio de nuestros bienes de exportación en mejor situación que hace 20 años, y con una oposición política infinitamente más responsable. Pero el problema es objetivo y debe obligar al Ejecutivo a reaccionar.

No se trata del tratamiento que le damos al ocio (lo cual por otra parte sería muy legítimo), sino de reconocer un rumbo equivocado que pretende ahogar los deseos de horizonte, normalidad, comparación e inspiración de la sociedad.

Publicado en Clarín el 26 de noviembre de 2021.

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