sábado 27 de julio de 2024
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Un cambio es inminente

La guerra ruso ucraniana, el conflicto en Medio Oriente, la atención a los países en desarrollo y la competencia con China obligan a un profundo replanteo de la política exterior estadounidense.

Esta semana tanto Joseph Stiglitz como el asesor de seguridad nacional de Joe Biden, Jake Sullivan, publicaron sendos artículos que ponen el acento en un urgente cambio en la política exterior de la principal potencia mundial. El propio Biden reconoció, a poco de asumir, que la política exterior de Estados Unidos se encontraba en un punto de inflexión. Pero ese cambio no sólo es un rediseño de las instituciones para dar paso al multilateralismo y a la reconstrucción de la diplomacia del Departamento de Estado luego de haber sido diezmado por la administración de Donald Trump, sino de una nueva visión del poder por parte de la Casa Blanca.

Ya no hay liderazgo de posguerra ni unipolaridad post derrumbe de la Unión Soviética, existe un mundo más diverso y complejo con intereses y necesidades que vertebran las nuevas relaciones internacionales en ciernes, como nuevas amenazas vinculadas al cambio climático la salud pública y la seguridad alimentaria.

“Tras las reuniones anuales del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial de este mes, Oriente Medio se tambalea al borde de un conflicto importante, y el resto del mundo continúa fracturándose según nuevas líneas económicas y geopolíticas. Pocas veces las deficiencias de los líderes mundiales y los acuerdos institucionales existentes han sido tan evidentes. El órgano rector del FMI ni siquiera pudo ponerse de acuerdo sobre un comunicado final”, resume Stiglitz, dando un pantallazo de la inoperancia de las actuales instituciones para resolver problemas de gobernanza global.

Esa ineficiencia y la amenaza de iniciativas como la formación de los BRICS con su reciente ampliación, o de la Franja y la ruta de China para extender su influencia sobre todo en Asia, África, están urgiendo un cambio en la política exterior de Biden para dar forma a un nuevo “mundo basado en reglas”.

“Nos dimos cuenta de que Estados Unidos es más fuerte cuando sus socios también lo son, y por eso estamos comprometidos a ofrecer una mejor propuesta de valor a nivel mundial para ayudar a los países a resolver problemas apremiantes que ningún país puede resolver por sí solo. Y reconocimos que Washington ya no podía permitirse un enfoque indisciplinado en el uso de la fuerza militar, incluso cuando hemos movilizado un esfuerzo masivo para defender a Ucrania y detener la agresión rusa” admite Sullivan en su artículo, destacando que en el último período de la globalización, China ha sacado una ventaja considerable y sometido a los EE.UU. a cierta dependencia de factores de producción claves, en tanto que ha permeado con funcionarios la burocracia de las instituciones internacionales. Otra buena razón para renovarlas.

Desde el punto de vista del Departamento de Estado se trata de reestablecer el liderazgo mundial de su país sobre nuevas bases de cooperación y reconstrucción de alianzas. “También necesitaríamos mejorar nuestro juego y ofrecer al mundo, especialmente al Sur global, una mejor propuesta de valor. Gran parte del mundo no está preocupado por las disputas geopolíticas; la mayoría de los países quieren saber que tienen socios que pueden ayudarlos a abordar los problemas que enfrentan, algunos de los cuales parecen existenciales”, dice Sullivan. Y como dando una respuesta a Stiglitz asegura que: “la administración está modernizando el Banco Mundial para que pueda abordar los desafíos actuales con suficiente velocidad y escala… … seguirá intentando reformar la Organización Mundial del Comercio para que pueda impulsar la transición a la energía limpia, proteger a los trabajadores y promover un crecimiento inclusivo y sostenible mientras continúa defendiendo la competencia, la apertura, la transparencia y el estado de derecho”.

A partir de la última reunión del G-20 Biden reconoció la necesidad de cooperación global y podemos afirmar que es el más internacionalista de los presidentes estadounidenses recientes. Pero si bien su propia agenda del G20 no estaba equivocada, sí fue poco entusiasta y prefirió las alianzas bilaterales a la acción coordinada globalmente. De la misma manera, China se presenta como defensora del orden global basado en reglas y promete defender la Carta de las Naciones Unidas. Sin embargo, su máximo líder, Xi Jinping, ni siquiera asistió al G20 ni a la asamblea de la ONU de este mes.

Washington y Pekín necesitan descubrir cómo gestionar la competencia para reducir las tensiones y encontrar una manera de avanzar en los desafíos de una nueva gobernanza global, de lo contrario a este período de globalización retaceada postpandémica le seguirá un neomercantilismo retrógrado y una idea de que es lo mismo un régimen democrático que uno autocrático. O peor aún, que una autocracia es preferible a una democracia que no cumple con las expectativas de los ciudadanos. Y la política exterior estadounidense es la clave para definir este rumbo ¿Estará a la altura?

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