domingo 22 de diciembre de 2024
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Un año de Milei

A casi un año de haber asumido la presidencia, el gobierno de Javier Milei está sin dudas en su mejor momento. Hay una variedad de razones que justifican esta aseveración. Para evaluar la marcha de la gestión gubernamental resulta útil la figura de lo que he denominado como “el triángulo de la gobernabilidad”. En un primer vértice está la sociedad; en el segundo vértice las instituciones, es decir, el Congreso y el Poder Judicial; finalmente en el tercer vértice se encuentra el mercado. Cada vértice incide sobre los otros dos, tanto de manera positiva como negativa, lo cual puede dar lugar tanto a escenarios virtuosos como a escenarios negativos desde el punto de vista de la gobernabilidad. 

Observando estos 3 planos es posible afirmar que Milei atraviesa su mejor momento. En primer lugar, el gobierno cuenta con una elevada y estable aprobación por parte de la opinión pública. Ello a pesar de 1) haber implementado una severa política de ajuste; 2) la aceleración inflacionaria y la caída dramática de la actividad durante los primeros meses del año y 3) el consecuente deterioro de indicadores sociales durante el primer semestre de 2024. Pero no solo el gobierno ha logrado sostener niveles altos y estables de aprobación de la gestión, sino que también mostró músculo a la hora de controlar la calle. Los cortes de calle, que fueron un componente casi cotidiano del paisaje porteño desde 2001 hasta 2023, han prácticamente desaparecido. La conflictividad social es sorprendentemente baja.  

El apoyo que el gobierno registra en las encuestas de opinión pública puede entenderse a partir de a) el rechazo hacia la clase partidaria tradicional y hacia el kirchnerismo, que combinados explican el 56% de votos que obtuvo Milei en el ballotage de noviembre de 2023; b) una hábil estrategia de comunicación política que permitió sostener el optimismo de una amplia franja de la sociedad en medio de una dura situación económica; y c) el rápido descenso de la inflación luego de la aceleración inflacionaria del primer trimestre del año, y más recientemente, el incipiente rebote de la actividad económica, que validan la narrativa de que “el sacrificio no fue en vano”.  

En el plano institucionalun gobierno en hiperminoría no solo consiguió sancionar dos iniciativas clave como la ley de bases y el paquete de medidas paliativas fiscales, sino que a la vez pudo frenar iniciativas opositoras recurriendo al veto presidencial en dos oportunidades, vetos que pudieron a su vez ser sostenidos en el Congreso. Los gobiernos de minoría suelen ser problemáticos en el presidencialismo. A pesar de ello, la gobernabilidad no resultó un problema para Milei. Para explicar ello hay que atender a varios factores: 1) la ausencia de presupuesto y la eliminación del impuesto a las ganancias para los trabajadores asalariados -paradójicamente dos iniciativas del ex ministro de Economía Sergio Massa- que le dieron a Milei una poderosa herramienta tanto para proceder con el ajuste fiscal como para negociar con los gobernadores provinciales; 2) la fragmentación y estado de confusión de la oposición. El triunfo de un candidato como Milei suele ser un cimbronazo para los partidos establecidos. El grado de dispersión y desorganización de las fuerzas de oposición sin dudas contribuyó a que el gobierno pudiera conjurar con éxito las escasas oportunidades en las que los distintos bloques legislativos opositores se coordinaron para asestarle una derrota al gobierno; 3) los fuertes poderes que la Constitución le concede al Poder Ejecutivo, esto es, la posibilidad de legislar a través de Decretos de Necesidad y Urgencia, y el quórum agravado requerido por el texto constitucional para revertir un veto presidencial.  

Finalmente, en el tercer plano, el del mercado, el delivery en materia fiscal, por encima de todas las expectativas y la acumulación de reservas por parte del Banco Central, junto a un giro copernicano en lo que fue la tónica dominante del a política económica de los últimos 20 años, tuvieron como fruto una caída sorprendente en la prima de riesgo soberano, hoy en el nivel más bajo en más de 5 años. El superávit fiscal y la acumulación de reservas despejaron dudas respecto de la capacidad de pago de la deuda pública en 2025. A la vez, el apoyo popular y la capacidad del gobierno de sortear con éxito los desafíos en el plano legislativo (los otros dos vértices del triángulo) removieron las dudas que pudieran haber tenido los mercados respecto de la gobernabilidad de la gestión de Javier Milei. 

De mantenerse esta tendencia, si bien falta mucho tiempo, es previsible que el gobierno tenga un muy buen desempeño en las elecciones legislativas de 2025 y logre así fortalecer su posición, hoy frágil, en el Congreso. Ello tendría efectos positivos sobre el mercado, que se convencería de la sustentabilidad de la política económica en curso. 

Pero la vida no está exenta de imponderables, menos aún en política. ¿Qué podría alterar este panorama? Es posible advertir los siguientes riesgos: 1) que la “hybris” lleve al gobierno a cometer errores no forzados que o bien le abran la oportunidad a una oposición fragmentada y en estado de confusión para asestarle una derrota a Milei, o que más preocupante aún, que lleven a una caída importante en la aprobación del gobierno en la opinión pública; 2) un entorno económico internacional menos amigable, que aumente significativamente los costos de sostener la actual política cambiaria; 3) la subestimación por parte del gobierno de la figura de Cristina Fernández de Kirchner. Un buen desempeño de la expresidenta -en caso de que sea candidata- en la provincia de Buenos Aires en octubre de 2025, podría generar temores entre los inversores acerca de la sustentabilidad de las políticas actuales.   

 En el corto plazo sin embargo el panorama es bien favorable para el gobierno, especialmente si consideramos que: 1) la victoria de Donald Trump aumenta las chances de obtener un nuevo acuerdo con el FMI en el corto plazo; 2) tras el fin del período de sesiones ordinarias el 30 de noviembre el Congreso entrará en receso hasta marzo de 2025. O incluso si el Ejecutivo convoca a sesiones extraordinarias, la agenda de las mismas será fijada por el Ejecutivo; 3) es de esperar que incluso tras la reanudación las sesiones ordinarias en marzo del año que viene, la actividad legislativa sea escasa como suele ocurrir en años electorales, y más si consideramos que en mayo deberán registrarse las alianzas electorales y las listas de candidato para octubre, lo cual hace probable que la mitad de los diputados y un tercio de los senadores estén más ocupados en intentar renovar sus bancas. 

A un año del ballotage del 19 de noviembre es indudable que el gobierno de Javier Milei se encuentra mucho mejor de lo que cualquier observador hubiera podido imaginar en aquel momento. No es poco.  

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