Las próximas elecciones en Estados Unidos son un desafío para los analistas y encuestólogos, pero sobre todo, representan un desafío para la democracia. Empecemos por el final: la democracia ya perdió.
El diseño institucional de la Constitución de Filadelfia, resultó en una combinación entre elementos republicanos y federales, y el colegio electoral es una síntesis de ese compromiso. El colegio electoral es un mecanismo de elección indirecta, mediante el cual los norteamericanos no votan directamente al presidente sino a 538 delegados que serán los que tomen la decisión final. Hay “swing states” -estados oscilantes- que son los que finalmente definen el proceso electoral.
El colegio electoral, tal como existía en la Argentina hasta la reforma de 1994, es un mecanismo que busca favorecer a los estados menos poblados, protegiéndolos de la amenaza de elecciones presidenciales directas dominadas por los estados más poblados. La lógica es la de que el ganador se lleva todo, en términos sencillos, el que gana un estado, gana todos los electores en juego en ese estado. Para ganar, el candidato necesita unos 270 electores.
Pero decíamos al inicio que, independientemente del resultado final, la democracia ya perdió. Revisemos algunas cuestiones:
a) El alto grado de polarización que hay en esta elección. Estados Unidos se caracterizaba por esa competencia entre dos partidos que convergían hacia el centro, hoy la competencia es centrífuga, cada candidato se va alejando cada vez más del centro.
b) Ambos candidatos llegan con más del 50% de imagen negativa. Ninguno alcanza índices de popularidad contundentes. Al contrario. Esto muestra que gana la decepción entre los votantes. A la imagen negativa de ambos candidatos, se suma la del Congreso, con un 59.1%.
c) A la erosión institucional que algunos asumen que puede provocar Trump con su llegada nuevamente a la Casa Blanca, hay que agregar la erosión a principios económicos básicos que proclama hoy Kamala Harris en su discurso: por ejemplo, la imposición de control de precios limita la libre competencia y el libre mercado.
Pilares del buen funcionamiento del capitalismo norteamericano. Y como los argentinos venimos del futuro, las propuestas de Kamala, tan Cristina 2011 o Alberto 2019, sabemos cómo terminan, tanto en el plano económico como político. En línea con la erosión institucional, debemos recordar que Kamala pretende mayores regulaciones a las redes sociales, lo cual es una amenaza a la libertad de expresión.
d) Cambio en el perfil del electorado de cada partido: generalmente asociamos a los ricos y blancos como votantes de los republicanos y a las minorías como votantes de los demócratas. Los últimos procesos electorales muestran que cada vez más los votantes de la clase trabajadora se inclinan por el candidato republicano; mientras que la clase media alta, hiperescolarizada que vive en grandes ciudades -fundamentalmente mujeres profesionales sin hijos- son votantes de los demócratas.
Esto significa, en otros términos, que los demócratas se alejan de su base tradicional de votantes y claramente, no dan respuesta a sus demandas. Agreguemos entonces que la polarización también es de género: mujeres y hombres son cada vez más distantes en sus preferencias electorales.
Al final, ¿pueden las instituciones ser lo suficientemente sólidas para resistir los embates que ambos candidatos implican? Se dice de Trump que no quiere respetar los límites constitucionales, los constreñimientos institucionales, ¿Y Kamala? Muchas sombras se ciernen sobre la principal democracia del mundo. ¿Y si perdemos el faro en una época signada por el avance de las autocracias? El descrédito de la democracia norteamericana tendrá un efecto cuyas consecuencias son inconmensurables.
Una nota final nos queda sobre América Latina. Los latinoamericanos tenemos en la retina la ilusión de que los demócratas son más benevolentes con la región que los republicanos, que se nos aparecen como la imagen del garrote de Teddy Roosevelt, las intervenciones, y el patio trasero.
Asumimos la vocación atlántica, volcada a la OTAN, de los demócratas. Estas suposiciones tienen aciertos y fallas. Ni los demócratas son protectores benevolentes ni los republicanos malvados intervencionistas, pero es cierto que los republicanos tienen posiciones más duras con las dictaduras de izquierda como Venezuela y Cuba.
Las noticias para la región, gane quien gane, no son buenas. El programa de Trump de deportaciones masivas tendría un enorme impacto en América Central, con sus débiles democracias, provocaría mayor inestabilidad política. Por otro lado, las afinidades políticas juegan un papel preponderante en su toma de decisiones, lo cual podría favorecer a Javier Milei y claramente no a Lula.
Pero la gestión de Biden – Kamala tampoco ha dado respuesta a la región, sus promesas de campaña quedaron en ello, en promesas. América Latina sigue relegada en una agenda marcada por la guerra de Ucrania y el ataque terrorista de Hamas a Israel. Mientras tanto, Xi Jinping, saborea el momento y Putin aprovecha. América Latina, espera.
Publicado en Clarín el 30 de octubre de 2024.
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