El 26 de marzo la Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires distinguió a Luis Quevedo como Personalidad Destacada en el Ámbito de la Cultura. Estas fueron sus palabras de agradecimiento.
No sé si estoy viviendo un sueño o atrapado en la encrucijada de un malentendido. Como sea, prefiero no despertarme ni intentar esclarecer nada. Sólo espero que no me suceda lo que a aquel personaje de una de las novelas de Kurt Vonnegut, El señor Waterose, quien por haber recibido un premio que a su criterio era inmerecido comenzó a tomar decisiones equivocadas que lo condujeron a la quiebra personal e, incluso, por su participación en los asuntos públicos, a la quiebra del propio país, los Estados Unidos. Por el contrario, quiero apropiarme de este momento porque, además, no soy tan vanidoso como para creer que me necesitan para fundir al país.
El primero y más fuerte de los agradecimientos es para el legislador Guillermo Suárez, querido amigo y autor de la iniciativa que votó la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires. Gracias por supuesto a la Legislatura. Gracias de verdad querido Guille por esta distinción, aunque se trate de un reflejo desproporcionado, que me honra y compromete. Y gracias a los legisladores que acompañaron con su voto y que están presentes.
Gracias María, gracias Gonzalo, Gracias Yésus, tuve mucha suerte en cruzarme con ustedes en la vida y también en que este acto se realizara un día como hoy en que ustedes están con un ataque de generosidad.
Cuando repaso la lista de las personalidades reconocidas, encuentro muchas amigas y amigos y no puedo menos que sentirme ingresando a un club en donde cada uno ha contribuido para que esta Ciudad sea un lugar en donde valga la pena vivir. ¿Para qué sirve una personalidad destacada en cultura? Precisamente para colaborar con la albañilería del edifico cultural porteño. ¿Para qué sirve la cultura? La cultura es lo que produce sentido. La cultura es estar vivo.
Gracias queridos amigas y amigos y familia por acompañarme. Están aquí mis primeros amigos de la más remota infancia, Julio Viña y Víctor Hugo Salazar a quienes conocí en el jardín de infantes. Con ambos y por distintos caminos hemos seguido compartiendo los días. La vida es todo el día, escribió Cortázar. Los días del barrio y de la secundaria con Julito, y los días de la política con Víctor Hugo, un dirigente que es todo un Señor representante de las mejores tradiciones radicales. Están también varios de los pibes de la escuela secundaria.
También está mi amigo más nuevo, Vito Alessandrini, con sus muy jóvenes 16 años. Gracias Vito.
Están mis hijos y mis nietos, Camilo, Nahuel, Marilina, Jimena y Malena, Facundo, Iara, Benjamín, Renata, Melina, Tomás, Santiago, Bruno, y Emma y Nina y Charito que está viniendo. También Luisito y Vicky. Hermanos, sobrinos, nueras y yernos, ahijados. Marizú y la familia Ferreira, Nelly y la familia Etchegaray. Y Ana Lía Etchegaray, la Rubia, para ella, todos los buenos adjetivos de la buena lengua española son pocos. Toda mi gratitud y mi amor del alma para ellos. Amor de las entrañas.
Legué de mi Papá los libros y de mi mamá la empatía para escuchar.
Raúl Alfonsín me cambió la vida.
Antes, con y después de él, muchos amigos me enseñaron, me formaron, me inocularon la vocación de participar por el bienestar común y el progreso del pueblo. Eso que tiene tan mala prensa que se llama política. Me enseñaron que la política es razón y pasión, que se nutre de idealismos y de realidad, que puede ser romántica y práctica. Jesús fue el primero, comencé publicando con él un diario de la Juventud Radical, y hoy, 45 años después, entre muchas otras actividades, editamos Nuevos Papeles que dirige Esteban Lo Presti, a través del cual seguimos opinando y contando los problemas comunes.
Enseguida de Jesús, Enrique Nosiglia, Marcelo Stubrin, Facundo Suárez Lastra, fueron referencia y guía. Y tantos amigos y amigas con los que compartimos anhelos, deseos, esperanzas y frustraciones. Pienso en Gabriela González Gass y en Jorge Hermida.
Tuve la suerte de formar parte de la gestión de Facundito Intendente en la primavera alfonsinista. Un gran Intendente, un gran gobierno. Eran esos años en que había que instalar la democracia para los tiempos con todos los factores permanentes de poder en contra, con excepción del voto popular. No recuperarla, instalarla. Y lo hicimos.
Fue y es un privilegio que sean mis amigos.
Gracias a Ricardo Nosiglia, amigo entre los amigos. Con él y gracias a su generosidad, acometimos todas las andanzas con venturas y desventuras, la gráfica, la editorial, la televisión, las campañas, y fue él junto a Carlos Más Vélez cuando formaban parte del Directorio de EUDEBA, quienes me invitaron a trabajar en la Editorial. Necesitaría varias vidas para agradecerte, Ricky, todo lo que hiciste por mí.
Además de la intendencia de Suárez Lastra, dos veces más pude colaborar con el Gobierno de la Ciudad. Con Andrés Borthagaray y Enrique Olivera en el Gobierno de Fernando de la Rúa. Gracias Andrés y mi homenaje a esa bellísima persona que fue Enrique Olivera. Y luego en la Secretaría de Educación con Daniel Filmus y con Fabio Quetglas, durante el gobierno de la Alianza, gracias Daniel y muchas gracias Fabio, hoy Diputado Nacional que nos acompaña, un excelente diputado, como hay pocos.
Mi homenaje también para Luis Cetrá, quien casi sin conocerme me propuso trabajar en Radio Rivadavia en los años 90 otorgándome máximas responsabilidades. Otro tremendo aprendizaje. Gracias Luis, donde estés.
Gracias a la Fundación Alem, a Agustín Campero su presidente que reúne a cientos de profesionales y dirigentes que cada día debaten políticas públicas para construir herramientas para el progreso. En especial agradezco a quienes participan de la discusión cultural y de derechos humanos.
Gracias a Fundación Casa de Ana Frank en la Argentina, a su director Héctor Shalom y a su Consejo Académico del cual formo parte. Allí colaboro con el extraordinario trabajo de cientos de jóvenes que abogan por una sociedad sin exclusiones, sin violencia, sin “diferentes”, alejando la idea del otro como una amenaza. Siempre es prudente recordar lo que señala Primo Levi en Si esto es un hombre, “cuando la intolerancia hacia el otro se vuelve un objetivo político, el peligro es inminente”.
Gracias a la Fundación Julio César Strassera y a su presidente Julián Strassera, porque allí trabajamos por recordar que Nunca más se deben vulnerar los derechos humanos en la Argentina. Daniel Salvador, María Luisa Storani, Horacio Ravena, Doris Brill, Fernando Braceiro.
Gracias a la Cámara Argentina del Libro, a su presidente Juan Pampín, a Graciela Rosenberg, Martín Gremmelspacher, Diana Segovia, con quienes he trabajado para el crecimiento y desarrollo del libro argentino.
Gracias a la querida CADRA, el Centro de Administración de Derechos Reprográficos en Argentina, de la que formo parte, a Federico Polak, Ana María Cabanellas, Magdalena Iraizoz y todo el Consejo Directivo por la permanente defensa del derecho de la propiedad intelectual y los intereses de editores, autores, fotógrafos, periodistas y de los generadores de contenido.
Gracias a EUDEBA y a la Universidad de Buenos Aires, Al Rector Ricardo Gelpi y al vicerrector Emiliano Yacobiti, que es mi ámbito principal de trabajo. Al Directorio, veo que están Gerardo Beltramo, Ana González, y a los jefes, Adriana Glassmann, Liliana Varela, Marcelo Poretti, los autores y las autoras que también están, son muchos, veo a Rubén Giustiniani, Martín D´Alessandro, Leandro de Sagastizábal, Pablo Gerchunoff, Carla Lois, Daniel Lutzki, Víctor Ramos, Horacio Facio, Alejandro Katz, Daniel Heyman, Edit Gallo, Sergio Torres, Gustavo Nahmías, José Emilio Burucúa, Juan Manuel Beatti, Luis Ovsejevich, y perdón si omito a alguien. Una editorial es su catálogo y el catálogo son ellos.
Como dije antes llegué a EUDEBA con Alicia Camilioni como presidenta en el 2002, y han pasado varios Directorios y rectores, todos ellos académicos e intelectuales que han sido y son una cantera para mi enriquecimiento profesional y personal.
Baricco sostiene que “de vez en cuando nos parece que hay un guionista genial escribiendo entre bambalinas el guión de nuestra vida”. Me pasó en EUDEBA cuando tuve el honor, de trabajar con Raúl Alfonsín en su último libro: Fundamentos de la República Democrática. No sé si existe en español una palabra que exprese lo que hacemos con honor y con placer. Quizás podría ser Felicidad. Eso sentí durante aquellos meses de trabajo.
No me gustan los gobiernos que se paran enfrente de la Universidad. La universidad forma estudiantes y ciudadanos, su tarea principal es hacerlo para que sean capaces de amar el bienestar común, educarlos en el respeto a la justicia, a la tolerancia, al desarrollo de las capacidades técnicas que permitan mejorar el crecimiento económico y social del país, ciudadanos y estudiantes con capacidad analítica y crítica. Discutir cómo hacerlo es una tarea constante. Pero eso no se hace desde la vereda de enfrente.
No me gustan las batallas culturales, es decir, lo que no me gusta es que la cultura se vea envuelta por el lenguaje bélico. Algo anda mal, algo no puede ser, si pensamos que la cultura tiene trincheras.
Me gusta la definición del filósofo Richard Precht: “La cultura no es el cine, ni los libros, ni la música, ni el teatro, ni es un accesorio decorativo para los que ganan mucho dinero, sino que es una pregunta por la orientación sobre lo que hace valiosa la vida”. Es la manera en que queremos vivir. Y no tengo ninguna duda de que los argentinos queremos vivir en paz.
Aún así, como sostenía el presidente Alfonsín, “si nos presentan batalla, daremos batalla” … solo que… mañana en la batalla cuidemos las palabras, las palabras no son neutras, si cuidamos las palabras construiremos discursos y sociedades sin amenazas y sin odios; mañana en la batalla cuidemos los gestos; mañana en la batalla preservemos los valores democráticos que permiten vivir en paz; mañana en la batalla no cedamos ante las tropelías contra las instituciones del estado de derecho, ni siquiera a las tropelías de baja densidad.
No me gusta esta Argentina de populismos pendulares. Todo lo tiene que hacer el Estado, o todo lo tiene que hacer el mercado. Privatizamos, estatizamos, volvemos a privatizar. Y en el medio sólo crece y se consolida la pobreza estructural. ¡Cuidado! Porque también aprendí que el peor enemigo de la política no es la antipolítica, sino la irresponsabilidad de la propia política. Terminemos con las asimetrías extremas, la equidistancia es la respuesta. Como hemos visto la indigestión intelectual causa empachos ideológicos. Causó y causa.
No me gusta un presidente que se asusta y se enoja cuando le muestran la Constitución Nacional.
A mí me gusta el presidente que decía que “no hay enemigos entre argentinos en la democracia argentina”, y recitaba el preámbulo de la Constitución.
Es gracias a todos ustedes que hoy estamos aquí.
Quiero terminar este agradecimiento hablando de un gran amor: la ciudad de Buenos Aires. Una ciudad, como decía Borges, “apta para el cultivo de recuerdos imaginarios” quizás para darnos certeza de haber sido protagonistas. Una Ciudad con carácter dual, que puede acariciarte como si fuese una pluma y también fulminarte como si se tratase de un rayo, o iluminarte. Mezcla de pluma y rayo no tiene competencias en mi corazón. Hace unos días me preguntaron cuáles eran las tres ciudades en el mundo en las cuales me gustaría vivir. Muy fácil, dije, y respondí parafraseando (Salvando la distancia) al tremendo Orson Welles cuando le preguntaron por sus tres directores de cine favoritos y contestó John Ford, John Ford, John Ford; dije Buenos Aires, Buenos Aires, Buenos Aires. Gracias, Ciudad de Buenos Aires por esta distinción.
26 de marzo de MMXXV