miércoles 9 de octubre de 2024
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Shock de desconfianza

Es difícil encontrar un gobierno que a menos de un año de asumir se encuentre en una crisis de confianza tan profunda como la que enfrenta el Presidente Alberto Fernández. Como es de rigor, esa incertidumbre se plasma en la presión sobre la demanda de dólares, pero se manifiesta en cualquier medición de expectativas presentes y a futuro.

Claro está que, aún antes de la seguidilla de calamidades que han sucedido a partir de la aparición del coronavirus, la corrida contra el peso después de conocerse el triunfo del Frente de Todos en las P.A.S.O. debería haber servido de aviso suficiente para poner las barbas en remojo. Los operadores económicos juzgaban que un triunfo peronista poco podía ayudar para resolver los problemas que evidenciaba la economía argentina en las postrimerías de la Presidencia de Macri.

En ese momento, las expectativas negativas pasaban más por la supuesta dependencia de Alberto Fernández de su compañera de fórmula, la ex Presidenta Cristina Fernández. Hoy, se puede decir que ese Alberto Fernández del pasado ha sido el crítico más despiadado de lo que está haciendo hoy como Presidente a quien se lo ve como un mero brazo ejecutor de lo que se dicta en el Instituto Patria, sede del pensamiento kirchnerista.

Si en su discurso de asunción a la Presidencia en el Congreso Alberto Fernández había despertado esperanzas, y la imposición de la cuarentena lo catapultó inesperadamente a números altísimos de aprobación de gestión, en las últimas semanas la combinación y acumulación de problemas (entre ellos los comunicacionales) es tal que, más que una tormenta perfecta, pareciera que estamos ya ante una crisis perfecta. Salud, economía, problemas sociales, inseguridad y síntomas de ingobernabilidad han pasado a sitiar a la Casa Rosada.

La confusión parece imperar en el Gobierno. La cuarentena, que por imperfecta en su aplicación desde su día uno se ha vuelto eterna, parece ser solo efectiva para que no vayan a trabajar los empleados públicos de las tareas no esenciales de la administración pública, la asistencia al menos “racionada” de los empleados en grandes comercios y fábricas, y para los espectáculos públicos. Después, estamos en una “no cuarentena” como la definió extrañamente el mismo Presidente, quien seguramente con un ojo en las encuestas está tratando de salir de su identificación con el encierro, aunque en un momento su enamoramiento de la medida se reflejó en un tácito “Cuarentena o muerte”.

La mufa social es tal que ni conmueve el número de muertes en ascenso, que ya se mide en varios centenares diarios, cuando antes, un puñado de ellos metía miedo a mucho de la población. Todo en lo humano es relativo, hasta la muerte cuando es la ajena, y la reclusión por tiempo indeterminado es insoportable y más cuando empiezan los calores. La idea de riesgo está acolchonada por nuestra cultura. Si no hubiera sido así, seguramente estaríamos todavía en la cima de los árboles comiendo plátanos.

No es lugar para entrar en detalles de todos los vientos y huracanes ajenos y propios que Alberto Fernández está enfrentando, pero es evidente que ni el final feliz de la negociación de la deuda externa privada, que se consideraba como el gran espaldarazo de confianza que recibiría el gobierno pudo siquiera revertir en algo las perspectivas económicas negativas. Solo dos cuestiones al respecto. En primer lugar, ha quedado claro para futuras negociaciones que hay un trade off entre los resultados de una tenida fuerte con los acreedores y el tiempo que dura la negociación. Guzmán consiguió un buen arreglo, pero tantos meses de incertidumbre dejaron una base negativa que se expresó en el aumento de la brecha entre el dólar blue y el oficial. Por otra parte, en gran medida fue una negociación exitosa por que la amenaza del default era muy creíble. Postergar el pago de la deuda fue un negocio también para el ala kirchnerista, que lejos de ser derrotada, prosiguió con fuerza su ascendiente sobre el Presidente.

Frente a una crisis de confianza el manual de manejo de la Presidencia reza que hay que producir urgentemente un shock de confianza (aunque el “sarasa” que se le escapó al novel ministro de economía al presentar ni más ni menos que el Presupuesto se mueve exactamente en la dirección contraria).

Pero “Houston, we have a problem!”: para implementar dicho shock de confianza el gobierno debería realizar un cambio de gabinete masivo, y evidenciar un cambio de rumbo, ahora pro market, nombrando a un ministro de economía “confiable” por el mercado. Lo cual aparece a todas luces imposible hoy, ante la dependencia política que tiene el Presidente de su Vicepresidenta. Y especialmente, de la prioridad que tiene para su programa de gobierno lograr cuanto antes la “impunidad del rebaño” para ella, su familia y colaboradores sobre los que pesan graves causas de corrupción.

Publicado en 7Miradas el 25 de septiembre de 2020.

Link https://www.notiar.com.ar/index.php/opinion/104909-shock-de-desconfianza-por-luis-tonelli

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