“Creo que Argentina ha sufrido de los líderes fuertes que abusaron de su poder. Creo que necesitan un liderazgo débil con un líder que escuche a las instituciones, que esté limitado por las instituciones, que respete al Parlamento, a la oposición, a los medios”, decía hace más de una década el economista, de origen turco, Daron Acemoglu, Premio Nobel de Economía, en una entrevista que en el 2013 publicó el diario La Nación al referirse a la naturaleza del liderazgo político que requería nuestro país.
Por entonces, ejercía la presidencia de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner y, en el escenario político del 2013 no había irrumpido aún, como luego sucedió, la figura del actual Jefe de Estado, el libertario, Javier Milei, quien se ha caracterizado por denostar a instituciones de la democracia como el Congreso de la Nación, a la oposición y a los medios de comunicación que, en este último caso, también fueron blanco de cuestionamientos de parte de la actual ex Vicepresidenta de la Nación durante su desempeño al frente del Poder Ejecutivo.
Y Acemoglu, al completar su reflexión sobre lo que a su juicio necesitaba el país en ese entonces, afirmaba que la Argentina requería de “un líder que reconstruya las instituciones y no uno que use los recursos para forjar su propia carrera. Creo que los argentinos deberían rezar por un líder cuyo nombre fuera totalmente olvidable”, juzgaba en aquel reportaje que reproduje recientemente La Nación bajo el título ‘Qué decía Daron Acemoglu, ganador del Nobel de Economía, sobre la Argentina’.
En aquella entrevista, Acemoglu admitía, ante una consulta, no saber quién era en ese momento el ministro de Economía y, tras hacerle notar que se trataba de Hernán Lorenzino, se excuso ante circunstancia pero admitía si recordaba a Domingo Cavallo al frente del Palacio de Hacienda a quien, en todo caso, tenía presente en su memoria ya que había dedicado un apartado especial a la crisis del 2001 en la Argentina y el llamado ´corralito’, a partir de su libro titulado ‘Por qué fracasan los países. Los orígenes del poder, la prosperidad y la pobreza’, publicado en nuestro país por el Grupo Unión. Al relativizar la relevancia de los nombres, el economista remarcaba: “En cierto punto, si las instituciones son fuertes, no es necesario saber el nombre de los políticos”.
En otro pasaje de ese reportaje reafirmaba su tesis en cuanto a que las instituciones son más importantes que otras variables como la geografía, la cultura o el clima en la historia de prosperidad, o pobreza, de los países al remarcar: “Las instituciones son importantísimas en relación, por ejemplo, a qué clase de incentivos presentan ante la sociedad. Cuando las instituciones de alguna manera alientan que te conviertas en un hombre de negocios haciendo negocios poco transparentes o corruptos en alianza con los políticos, eso tiene consecuencias”, tras lo cual destacaba que las instituciones “forman un sistema” pero le atribuía relevancia a “los derechos de propiedad privada. Una sociedad donde los políticos violan los derechos de propiedad privada no puede funcionar”, apuntaba.
Asimismo, Acemoglu decía en aquella entrevista que “el sistema judicial es otra institución clave. Tiene que ser eficiente e imparcial. En muchas sociedades, el sistema judicial es un instrumento de la élite: con las conexiones correctas, alcanza para ganar en la justicia. Otra institución central es un sistema de educación que asegure igualdad de oportunidades para que la gente pueda obtener la ocupación que quiera” y, al responder, sobre la necesidad de que exista un Estado que estimule ciertas carreras en función de sus estrategias de desarrollo, juzgaba que “eso está en segundo plano. Yo estoy mucho más preocupado por la educación primaria y secundaria. Hay muchos países en el mundo que tienen primaria obligatoria, pero la verdad es que la calidad es muy baja. La India es un caso emblemático: la primaria es obligatoria, la mitad de los chicos del país va a la escuela, pero los maestros no se presentan. ¿Qué valor tiene esa educación? Lo mismo está pasando en cierto grado en Estados Unidos. En las escuelas de zonas urbanas vulnerables, la calidad de las escuelas es tan baja que realmente no ayuda. No están aprendiendo habilidades valiosas. Esto requiere algún tipo de inversión y algún compromiso para crear igualdad de oportunidades”, destacaba el Primerio Nobel de Economía.
Al preguntársele a cuál sería el rol ideal del Estado en relaciones con el mundo de los negocios, consideraba que debía ser “la regulación correcta de las reglas del juego”, y explicaba: “Cuando el Estado y los hombres de negocios hacen negocios poco transparentes, desaparece la posibilidad de entrar y competir en el juego libremente, porque la única manera es contar con la conexión apropiada. Finalmente, es clave el sistema político completo empezando por la democracia pero yendo más allá: un sistema político que distribuya el poder político con bastante amplitud en la sociedad. La democracia es una condición necesaria pero no suficiente para evitar que los políticos usen los recursos para hacer estos negocios poco transparentes. Los políticos deberían trabajar en favor de la gente y eso implica mantener estas instituciones”.
Acemoglu convalidaba que otra cuestión clave era que en la medida en que un país centrado en un régimen extractivo tiene muchas más chances de ser un país pobre que uno con instituciones inclusivas y, al respecto, decía algo más de una década en la entrevista que “un país puede crecer durante cierto período basado en un crecimiento extractivo, y esto pasa porque el sistema político puede controlar algunas cosas y hay recursos para explotar, como en Arabia Saudita o Kuwait, que tienen petróleo. Este tipo de regímenes son posibles, pero no son sostenibles. Porque para sostener el desarrollo económico y el crecimiento económico son necesarias las instituciones inclusivas”.
Y completaba: “La Argentina de fines del siglo XIX es un ejemplo de esta suerte de crecimiento extractivo: un sistema no representativo, un sistema no democrático, no inclusivo, con una élite muy rica y muy poderosa que creció apoyada en esos recursos. Pero en algún sentido el recorrido de Argentina hasta los años treinta, cuarenta y su subsecuente declive es parte de los dos lados de una misma moneda. Si tenés estos enormes recursos extractivos…”, advertía.
Ante el planteo de que la élite disfruta del crecimiento y la riqueza que conllevan, pero esa situación no se da en el resto de la gente, el economista respondió: “Exacto. Tan pronto como estos recursos ya no son explotables o el conflicto se vuelve muy severo, el crecimiento empieza a revertirse por sí mismo. Algunas sociedades han sido capaces de usar esta etapa inicial de crecimiento extractivo para construir instituciones más fuertes y convertirse en sociedades más inclusivas. Corea del Sur es un ejemplo. Pero ése no fue el caso de Argentina”, dijo en otro pasajes del reportaje.
Al planteársele que Argentina se hallaba en muy malas condiciones en comparación con Chile y Brasil, el economista consideraba que “Argentina es un país de ingresos entre medios y altos. Pero lo que me llama la atención cuando comparo Argentina con México, Brasil, Chile, es que estos países, aún con muchas imperfecciones, siguen intentando construir instituciones muy fuertes” y, a la vez, resaltaba que esos países “no paran” de internar construirlas. “Cardoso, Lula, siempre intentando aumentar la participación política, haciendo al Estado más responsable, redistribuyendo, tratando de terminar con la desigualdad de oportunidades. México y Chile lo mismo. No lo veo en Argentina. Al contrario, veo a veces a Argentina tratando de destruir sus propias instituciones”, advertía Acemoglu allá por el 2013.