domingo 13 de octubre de 2024
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Santiago Leiras: “Nos encontramos frente a una infectocracia delegativa”

El politólogo Santiago Leiras alerta sobre la ausencia de la “política” en tiempos de pandemia global. La preocupación por la subordinación del gobierno al grupo de expertos “consecuencia de las asimetrías en el conocimiento y la información de políticos profesionales y sanitaristas”.

En un artículo reciente utilizás un término que se puso de moda en las últimas semanas, la infectocracia, pero desde una perspectiva odonnelliana, hablas de “infectocracia delegativa”. Explicanos por qué utilizas dicha terminología.

Te agradezco la oportunidad para aclarar este término.

Nos encontramos más que frente a una dictadura de los infectólogos y sanitaristas, ante su gobierno y como contrapartida un muy débil control desde la actividad política por parte de funcionarios políticos, electos y no electos.

Esta situación es consecuencia de las asimetrías en el conocimiento y la información de políticos profesionales y sanitaristas. Así, en esta situación particular de emergencia sanitaria los funcionarios políticos se encuentran en una situación de desigualdad frente a los infectólogos, en un contexto de información imperfecta y una distribución asimétrica de esa información, de carácter técnico.

El resultado de ello es un gobierno de los infectólogos y la debilidad o ausencia de mecanismos de rendición de cuentas desde el poder político. Ambas características me permiten sostener que más una democracia delegativa, nos encontramos frente a una infectocracia delegativa

¿Crees que la democracia esté en peligro?

La democracia argentina ha dado sobradas muestras de resiliencia a lo largo de estas tres décadas de desarrollo institucional, ejemplo de ello han sido las crisis militares de 1987/1990, económica de 1989/1990 e institucional y social del año 2001/2002; todas estas pruebas fueron en mayor o medida superadas de manera satisfactoria.

Hoy, la democracia argentina se encuentra frente a una nueva emergencia, no ya producto de una catástrofe económica como en 1989 o social como en el año 2001, sino de carácter sanitario, resultado de una epidemia con origen en la República Popular China y declarada como pandemia por la Organización Mundial de la Salud (OMS).

En este contexto de emergencia, y al mismo tiempo baja capacidad de exigir la rendición de cuentas del gobierno a los infectólogos y del congreso al ejecutivo no diría que la democracia está en peligro, pero si que se ve severamente alterado el normal funcionamiento de la república.

Antes de iniciar la primera etapa de la cuarentena, en marzo, Fernández creía que en su manejo de la crisis del COVID se jugaba la imagen de como quedaría su presidencia. ¿Ya se puede hacer un balance o todavía es temprano?

Quizás todavía es difícil hacer un balance, por el propio contexto de la pandemia y por la incertidumbre en cuanto a las consecuencias tanto del manejo de la crisis sanitaria como de la renegociación de la deuda externa.

Pero si podría hacer un breve repaso de que es lo que sucedió desde la declaración de la emergencia sanitaria hasta hoy.

Tras la subestimación inicial de la crisis por parte del ministro de Salud Ginés González García, el gobierno de Alberto Fernández ha llevado a cabo una estrategia realista y enérgica para enfrentar la emergencia sanitaria, estableciendo a partir del 20 de marzo un protocolo de aislamiento obligatorio en todo el país, con el propósito de evitar el colapso sanitario mediante la adecuada preparación del sistema de salud público y privado.

¿En qué situación nos encontramos? Estamos llegando a mitad de año, con una cuarentena prolongada desde el mes de marzo, una sociedad que ha ido perdiendo su tolerancia hacia el encierro, con el pico de la enfermedad llegando en estas últimas semanas y una economía en vías de colapso.

Nos encontramos frente a una tormenta perfecta, y de la forma en que sea resuelta (o no) esta crisis y las próximas, podremos tener una imagen de lo que será el sello distintivo de esta presidencia.

Pareciera que el presidente, que en un primer momento buscó equilibrios, poco a poco se va cristinizando. ¿Lo hace en busca de autoridad o es un mensaje a la interna del peronismo?

Alberto Fernández llega con una situación de débil legitimidad de origen motivada por dos razones principales, la primera porque su elección fue por parte de una compañera de fórmula con gran capacidad de veto (Cristina Fernández) y la segunda por carecer de peso territorial propio, dado que su vida política transcurrió en unos de los distritos donde el peronismo es más débil desde el punto de vista distrital, la ciudad de Buenos Aires.

En ese marco, el presidente procuró en una primera etapa establecer un esquema de poder con base en los gobernadores, algunos intendentes de la provincia de Buenos Aires Sergio Massa y las organizaciones sindicales como una suerte de contrapeso de la presencia de Cristina Fernández, La Cámpora y los movimientos sociales.

En el marco de la crisis económica y sanitaria este contrapeso se fue diluyendo (como la idea misma del Albertismo) y hoy Alberto Fernández intenta compensar su debilidad posicionándose como una suerte de bisagra entre los distintos sectores que integran el Frente de Todos: por momentos se “cristiniza”, por momentos se “peroniza” procurando ser el factor de unidad de la coalición, tarea que se presenta difícil dado que no se trata del líder natural del FDT.

Pareciera que el problema principal está hoy en cómo pueden evolucionar los contagios en el conurbano bonaerense. La falta de conocimiento del gobernador bonaerense del territorio que pretende gobernar, un porteño que nunca se preparó para ese destino, pone hoy a todo el país en una nueva cuarentena reloaded. ¿Hasta cuándo la sociedad aceptará estas improvisaciones?

En una pregunta anterior destacaba como una característica de esta etapa la paulatina pérdida de tolerancia de la sociedad al encierro, motivada en buena medida por los daños colaterales de la pandemia –cuando hablo de los daños colaterales de la crisis sanitaria no sólo hago referencia a aquellos de carácter económico sino también de aquellos que tienen relación con la salud física y mental, diríamos no económicos-.

En la medida en que no se empiece a delinear una estrategia integral para el después de la emergencia sanitaria, que entre cosas implique establecer mínimamente algún horizonte de salida, el nivel de aceptación va a disminuir de manera cada más significativa. Esto cabe tanto para la nación como para la provincia de Buenos Aires.

La pandemia es una cuestión muy delicada para dejarla exclusivamente en manos de los sanitaristas, como sostiene nuestro colega Andrés Malamud. La provincia de Buenos Aires parece ser una empresa demasiado importante como para ser dejada en manos del actual gobernador.

Mientras el mundo se empieza a abrir, a volver a la normalidad de siempre, más allá de los casos extremos de Bolsonaro o López Obrador, nuestro país se cierra. ¿Cómo afectará esto nuestra relación con el mundo, no solo en términos económicos o comerciales?

Voy a centrar la respuesta en Mercosur porque creo que es buen caso testigo.

Desde el punto de vista político, hay una convergencia ideológica entre los gobiernos de Brasil –Jair Bolsonaro-, Paraguay –Mario Abdo Benitez- y Uruguay –Luis Lacalle Pou-. Esa convergencia tiene expresión en una visión común sobre la necesidad de reformular el Mercosur (o aquello que lo representa por lo menos, la imperfecta unión aduanera) y redefinir la relación del bloque con el mundo.

Aquí la Argentina aparece desacoplada de la “triple alianza” que caracteriza hoy al Mercosur: esto representa claramente un problema no para Brasil o los integrantes de la “triple alianza” sino más bien para nuestro país.

¿Te llama la atención qué en todos los mensajes, Alberto Fernández da información imprecisa, sesgada o errónea? ¿Es una estrategia o es falta de información (información que hoy está al alcance de un click)?

No me llama demasiado la atención para serte franco: el gobierno ha tenido cierta tentación triunfalista a lo largo de estos meses, como una suerte de remake del “estamos ganando” de otros tiempos. Esto, claro, no significa que la pandemia sea Malvinas ni que Alberto Fernández sea Leopoldo Galtieri, pero si noté cierta tentación de malvinizar la pandemia.

En esa lógica, una consecuencia es la presentación apresurada de información que pueda dar a equívocos, malentendidos e innecesarios incidentes diplomáticos como los acontecidos con Chile o Suecia, que pueden (y deben) ser evitables.

Más aún, si lo ubicas en un contexto más general en el cual sumemos las declaraciones del ministro Ginés González sobre la (no) llegada de la pandemia o su concepto del “pico chato” para el mes de junio y otros bloopers, menos sorpresivo me resulta cierta hiperventilación en la comunicación de la información.

¿Qué puede pasar en términos políticos en esta nueva etapa de la cuarentena? ¿Crees que la política va a prevalecer o seguiremos en lo que denominas “infectocracia delegativa”?

En esta respuesta van a tener un peso muy importante mis deseos y mis temores.

Mi deseo es que la política recupere su lugar y las diversas agencias de control institucional su capacidad de controlar y/o forzar la rendición de cuentas.

Más allá de mi expresión de deseos aparece mi temor y este se basa en que, como en otras circunstancias de la vida política argentina desde 1983, la emergencia justifique, en una especie de reedición permanente, la “infectocracia delegativa”.

“Orden o Caos” era la consigna durante los años noventa luego de la debacle alfonsinista; “Cuarentena o muerte”, la de estos tiempos difíciles.

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