El gobierno continúa en sus horas más difíciles y el Ministro de Economía no termina de formar su equipo, a la vez que se sigue posponiendo la actualización tarifaria. Mientras, Alberto Fernández intenta recuperar terreno en el plano internacional, el nuevo rol que le asignaron sus socios políticos que lo llevaron primero a la presidencia y ahora a una función protocolar.
Sobre estas cuestiones hablamos con el politólogo Santiago Leiras.
Actualicemos la situación nacional. Pareciera que la alianza entre Massa y Cristina se ha consolidado en detrimento del presidente, quien pasa a ocupar un segundo plano. ¿Crees que Alberto Fernández mantendrá ese rol casi protocolar o guarda alguna jugada para recuperar terreno?
Veamos el cuadro de situación: Alberto Fernández, desde la partida de Marcela Losardo, fue resignando en cada crisis (no pudo no supo o no quiso defender) a la mayor parte de los funcionarios de su más íntima confianza personal; las últimas salidas fueron una más ruidoso de Martín Guzmán y una salida más silenciosa, aunque no menos significativa de Gustavo Béliz. Sobreviven a la fecha Vilma Ibarra, Santiago Cafiero y Claudio Moroni quienes, como en aquella propaganda de sorteo, se estarán preguntando ¿Y si esta semana me toca a mí?
Esto es producto de una combinación de factores: mala praxis, debilidad de origen al momento de la conformación de la coalición y su designación como candidato, falta de una estrategia que no sea otra que la procrastinación, etc.
Vista esta situación, parece difícil pensar que el presidente retome la iniciativa (repito difícil no imposible) que por otra parte no tuvo en su mejor momento al comienzo de la pandemia.
¿Cómo podrías describirnos el actual escenario del poder y los diferentes actores que conforman el Frente de Todos?
Como bien señalabas en el comienzo de la pregunta anterior, hay una alianza de hecho entre CFK y Sergio Massa, preservando la primera su veto ante cualquier situación que amenace su capital simbólico o político con Alberto en un rol secundario o protocolar.
Esta nueva situación no parece alterar una condición de origen del Frente de Todos: se preserva el rol de CFK como la socia principal no obstante el cambio en la dirección ejecutiva de la sociedad, y un rol más bien defensivo por parte de otros actores como por ejemplo, los gobernadores, los intendentes del conurbano bonaerense, los movimientos sociales y la CGT, ganado influencia los movimientos sociales a costa de la CGT fenómeno explicable a partir de la disminución del porcentaje de trabajadores formales, el crecimiento de la economía informal y el aumento de los pobres en situación estructural de pobreza.
El peronismo ha pasado de ser de la voz de los descamisados a la de los desocupados (hasta cuando lo va a permitir el impacto inflacionario es una incógnita): de Cipriano Reyes a Grabois sin solución de continuidad.
¿Cuál es el margen de acción de Massa? ¿Tiene un plan? ¿Juega además contra el tiempo?
Mirá, creo que hay por lo menos tres factores que limitan el margen de acción de Massa: el primero, que señalás en la pregunta, es el tiempo. El segundo, y como decía en una pregunta anterior el veto de CFK cualquier iniciativa que amenace su capital simbólico o político y el tercero el peso de las propias expectativas generadas (que incluso el propio ministro, como una suerte de “primus inter pares” del gabinete, intentó desactivar en su primer discurso)
Respeto del plan, lo que veo hasta ahora son un conjunto de medidas (no sé si una suerte de Batakis II) pero que no alcanzan a definir un programa integral. La consigna parece ser sobrevivir, ya no hay plan Platita, hay Plan 2023 (llegar al 2023 aunque sea escupiendo sangre). Fijate que en este punto hay coincidencias con CFK cuyo proyecto político hoy es la supervivencia.
Massa puede ser (salvando desde las distancias en términos de formación intelectual y técnica) el Cavallo de 1991 o el de 2001: Alberto Fernández no será De La Rúa (¿Alberto Fernández no será Fernando De La Rúa?) pero tampoco es Carlos Menem sin lugar a dudas.
Estos movimientos han dejado heridos de peso en el oficialismo, desde Scioli que se vuelve a Brasil, un Lozano que se aferra a un cargo y un sueldo en el Banco Nación o Grabois que amenaza con el chantaje de sus tres diputados en el bloque oficialista. ¿Cuál será la capacidad de daño real de estos actores?
Claudio Lozano es la mejor expresión del lema de Eva Perón, pero invertido: renuncio a la lucha, pero no los honores (o los honorarios) parece ser su consigna.
Frente a una coalición rota y un gobierno en etapa terminal, el mayor peligro (y ahí me parece que radica la mayor amenaza de Grabois) es el de reinstalar una lógica de violencia política prácticamente ausente desde 1983.
En este sentido (me extiendo un poco en este punto que me parece importante señalar) entre 1983 y 2008 existió una inclinación al compromiso que tuvo su expresión en la unidad frente a la amenaza militar a fines de los años ´80, los acuerdos que hicieron posible la reforma de 1994 y los acuerdos que hicieron posible una salida a la crisis de 2001/2002, más allá de los juicios que cada uno pueda tener respecto a estos gestos de unidad en la diversidad.
La crisis de la 125 representó una bisagra, que llevó a la reinstalación de un clima de intolerancia política que no tuvo hasta el momento traducción en un clima de confrontación directa en las calles: la violencia ha sido de palabra, pero no de hecho.
Volviendo a Grabois, me parece entonces que el daño mayor puede estar en la posibilidad de abrir la puerta nuevamente a la naturalización de la violencia (ya no simbólica) sino física contra el adversario.
¿Cuál es la estrategia que vez en la oposición que, pese a llevar todo el peso del gobierno de Macri, se mantiene coordinada, con equipos funcionando y fuertemente competitiva de cara al 2023?
La oposición ha mantenido hasta el momento una actitud de responsabilidad institucional facilitando al gobierno herramientas para llevar a cabo su política por ejemplo aprobando el acuerdo con el FMI (que por cierto no fue aprobado por el cristinismo). Es de esperar que mantenga ese nivel de responsabilidad.
De todas maneras, el desafío de la oposición se parece bastante a la cuadratura del círculo: por una parte, debe mostrar sentido de responsabilidad institucional, por otra mostrarse ante la sociedad como una alternativa que genere expectativas y al mismo tiempo un horizonte de esperanza pero que no lleve a la oposición a subestimar la dimensión de los desafíos a enfrentar a partir de diciembre de 2023 de llegar al gobierno.
En ese sentido es necesario no repetir los errores de la gestión anterior de Cambiemos que llevaron a subestimar los problemas y sobreestimar las capacidades de gestión ante la envenenada herencia recibida.
En términos regionales, el populismo se empoderó con el triunfo y la asunción de Petro en Colombia, en Brasil Lula está a un paso de ganar en primera vuelta pero a la vez en Chile Boric puede sufrir una fuerte derrota en el referéndum constitucional. ¿Hay entonces un resurgir a nivel continental de la izquierda o son escenarios que se circunscriben a cada país en particular?
De confirmarse el triunfo electoral de Lula Da Silva en los comicios presidenciales del mes de octubre en Brasil, nos encontramos frente a un panorama en el cual las cinco principales economías de la región estarían gobernadas por partidos, frentes o coaliciones de las diferentes expresiones de la izquierda regional –Argentina, Brasil, Chile, Colombia y México-. A ello sumale aquellos casos como los de Perú u Honduras, ajenos a una fuerte tradición política en la izquierda, y los crónicos casos de Cuba, Nicaragua y Venezuela.
Al mismo tiempo el “nuevo” giro convive con un largo ciclo electoral caracterizado por el castigo a los oficialismos de diferente condición: la excepción ha sido la de Daniel Ortega en Nicaragua, lo que me exime de comentarios.
El clima anti oficialista convive además con niveles decrecientes de tolerancia social y “lunas de miel” más cortas para los nuevos oficialismos, siendo las experiencias de Pedro Castillo en Perú o las de Gabriel Boric en Chile casos testigo muy representativos y la derrota en Argentina del Frente de Todos en las elecciones legislativas del año 2021 otro.
En suma, fragmentación ideológica, polarización política, castigo a viejos oficialismos y escasa tolerancia a los nuevos parecen signar el nuevo tiempo político en América Latina.
¿Cómo puede moverse Alberto Fernández en ese escenario continental, toda vez que parece que sus socios le han dado ese rol? ¿Puede alguien cuya visión de las relaciones de Argentina en el mundo se refleja en el nombramiento de dos cancilleres sin ningún nivel tener un protagonismo en el escenario complejo global actual?
Alguien recordaba en un mensaje picante de redes sociales que, si AF no podía remover a una directiva del PAMI menos factible podía ser que lo hiciera con el Secretario General de la OEA Luis Almagro o por lo menos generar alguna iniciativa que hiciera posible ese desenlace: como dice el dicho, el que no puede lo menos no puede lo más.
Me da la sensación que un jefe de Estado reducido a un papel ceremonial en el plano interno, en un continente de fuerte tradición presidencialista además, difícilmente puede tener gravitación alguna en la escena internacional; en el mejor de los casos imagino una presencia a través de algunos discursos por momentos propios de una aspirante a Miss Universo en la formulación de sus intenciones, pero sin impacto real.