Es una iniciativa del gobierno de Mauricio Macri, pero la continuará el gobierno de Alberto Fernández.
Lo hará con el apoyo del radical gobernador de Mendoza y los justicialistas gobernadores de San Juan y La Rioja, que seguirán los pasos de sus respectivos predecesores.
Tendrá el apoyo del Congreso, que ratificará lo votado por todos los senadores y diputados en 2019 La embajadora argentina ante la UNESCO impulsará la postulación con la misma certeza que me animó a mí en la anterior gestión.
Todo esto es un pronóstico, pero es fácil que se haga realidad: San Martín no es de “Juntos por el Cambio” ni del “Frente de Todos. Y el objetivo es que la UNESCO declare Patrimonio de la Humanidad las Rutas Sanmartinianas de los Andes.
La UNESCO ya las inscribió en su lista tentativa, pero ahora hay que presentar pruebas históricas, mapas, facsímiles, nuevos aportes y auspicios. Es necesaria la participación de historiadores, arqueólogos, geólogos, educadores, escritores, cineastas, fotógrafos y artistas.
Los fundamentos de la postulación fueron, en síntesis, los siguientes: Esas rutas no tienen sólo un valor histórico. Charles Darwin recorrió dos de ellas en 1835, dieciocho años después de que lo hiciera el Ejército de los Andes. Lo asombró hallar, a 4.000 metros de altura, “conchas marinas que alguna vez se han arrastrado en el fondo del mar”, e hizo numerosas observaciones geológicas que lo llevaron a develar que los Andes se formaron por erupciones volcánicas submarinas.
Hoy, la astrobióloga Nathalie Cabrol, directora de un instituto financiado por la NASA, sostiene que hay en la zona, del lado chileno, condiciones ambientales análogas a las de Marte, y busca (hasta con robots) moléculas orgánicas que fundarían su hipótesis sobre la existencia de vida extraterrestre.
Los misteriosos y a veces aterradores Andes fueron el escenario de la hazaña: dividido en seis columnas el Ejército de los Andes se internó en otros tantos pasos –ubicados en Mendoza, San Juan y La Rioja- y cruzó a Chile venciendo las altas cumbres. Eran 5.423 hombres con 9.280 mulas, 1.600 caballos y 16 piezas de artillería.
El historiador inglés James Metford sostuvo que “la habilidad de San Martín para conducir a sus hombres a través de los desfiladeros y abismos de la Cordillera de los Andes merece que se lo compare con Aníbal”.
Pero John Lynch, célebre biógrafo de San Martín, afirmaba que la proeza del argentino había superado la mítica hazaña del cartaginés. Lo hacía comparando alturas: San Martín trepó hasta 4.536 metros en los Andes, mientras que, en los Alpes, Anibal no ascendió más que 1,850.
Margaret Harrison, autora del libro “Captain of the Andes. The life of José de San Martín”, coincide con Lynch. Dice, con cierta exageración, que la de Libertador fue una “hazaña sin par, más espectacular que las marchas de Alejandro, Aníbal o Napoleón”.
Pero la de San Martín no fue una expedición conquistadora. Al contrario, fue la primera parte de un Plan Continental concebido para desalojar el despotismo de esta parte de Sudamérica y asegurar la independencia de tres actuales naciones: Argentina, Chile y Perú; e indirectamente la de Bolivia y Uruguay, cuyos territorios eran entonces parte de la Argentina.
La liberación de Chile fue la primera parte de ese plan, concebido por San Martín, que culminaría en 1820 con la liberación del Perú.
Una asombrosa prueba de la finalidad que llevaba la expedición es que el Ejército de los Andes arrastró por esas cumbres, junto con la artillería, 11 cajas con 725 libros que San Martín había traído de Europa. En esas cajas iban historias de la Revolución Francesa. biografías de Rousseau y Richelieu, tratados de derecho civil y penal, ensayos sobre la libertad de comercio, manuales de agricultura, diccionarios y enciclopedias.
Algunos de esos libros los donó en Chile y la mayor parte la destinó a la Biblioteca Nacional que creó en Perú.
El historiador venezolano Mariano Picón Salas sostuvo que el “épico” cruce –llevado a cabo por “figuras de una homérica estatura, merecedoras de una Ilíada americana- fue “parte de un proceso que encarnaba el liberalismo político y la democracia representativa, inspirado en la Constitución de los Estados Unidos y la Revolución Francesa”.
Vencidos los realistas, Bernardo de O’Higgins, co-partícipe principal de la hazaña andina, asumió como Director Supremo de Chile e hizo plebiscitar una Constitución que creó una división de poderes y garantizó los derechos a “la libertad, la seguridad y la propiedad”, O’Higgins, por otra parte, abolió los títulos de nobleza y declaró la igualdad entre indígenas, criollos y europeos.
Medidas similares adoptaría San Martín en Perú.
El triunfo de ambos terminó con el absolutismo encarnado en los virreyes, representantes de un “Rey por Gracia de Dios”, que había restablecido la Inquisición y perseguía a los disidentes.
España rinde actualmente homenajes a San Martín, que no se alzó contra ella sino contra aquel absolutismo. En un video, el gobierno español expresa: “El Libertador de la Argentina. merecedor de tributo y admiración, llevó a América la manera de ser española”.
La gesta ha influido en la formación de la identidad chilena y argentina. Ha sido y es objeto de ensayos, novelas, poesías, películas y canciones. Organismos públicos y privados realizan constantemente excursiones, a caballo y mula, por las Rutas Sanmartinianas.
Pablo Neruda, en su “Oda a San Martín” profesó reconocimiento a esos desfiladeros.
Más allá de Sudamérica, el héroe y poeta cubano José Martí veneró esas Rutas Sanmartinianas por las que “iban los hombres como por el cielo, hambrientos, sedientos, mientras abajo, muy abajo, los árboles parecían yerba y los torrentes rugían como leones”.
André Malraux sostuvo en Francia que, cruzando los Andes, San Martín creó, de la nada, una democracia.
Publicado en Clarín el 8 de agosto de 2021.
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