viernes 19 de abril de 2024
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Roberto Bavastro: “La vigencia de Trump en el escenario político podrá ser utilizada por Biden como una fortaleza”

A lo largo del 2020 fuimos siguiendo la campaña electoral de los Estados Unidos a partir de muchas y respetadas fuentes. Roberto Bavastro, sin dudas, especialista en el sistema político norteamericano, fue una de essas destacadas voces. Por eso, esperamos a que los resultados estuviesen ya consolidados para contar con su análisis final.

Antes de entrar en el análisis de los resultados, sería interesante respondernos si las grandes protagonistas de esta elección, las encuestas (sin tener en cuenta los candidatos) se equivocaron o no…

Si bien caerles a los encuestadores y a sus encuestas ya se ha convertido en un lugar común, la disonancia entre las proyecciones de las encuestas y los resultados electorales nos siguen mostrando que persisten una serie de desafíos que los especialistas todavía no logran resolver. Aunque los errores cometidos en 2016 fueron corregidos, y habrían sido superados, las encuestas en 2020 parecen mostrar fallos prácticamente idénticos o aún peores que los precedentes.

Seguramente, dentro de poco tiempo, los especialistas podrán detectar las fuentes de estos viejos y/o nuevos errores y explicarnos cuáles fueron las razones de los yerros. Pero, más allá de los análisis técnicos, el gran problema es que las “equivocaciones” de las encuestas son un fenómeno que se generaliza cada vez más en todas las latitudes y sobre el cual no tenemos respuestas convincentes para la opinión pública. Esto no sólo potencia el desprestigio de la “encuestología” sino que también refuerza la creciente desconfianza de la ciudadanía, desincentivando la participación en cualquier tipo de sondeo de opinión.

Pero volviendo al nudo de la pregunta, y al caso particular de estas elecciones presidenciales 2020, tal vez el core del problema se sitúe en cómo evitar la subestimación de los votantes republicanos más “periféricos” o en cómo detectar el perfil del votante trumpista que no se condice necesariamente con el elector republicano tradicional. En otras palabras, como fenómeno político, el trumpismo ha traspasado las fronteras electorales del Partido Republicano creando una fuerte adhesión hacia la figura de Donald Trump que excede la identificación partidaria.

¿Hasta cuando crees que Donald Trump continuará sin reconocer la derrota? ¿Existe una posibilidad real de que se recuenten los votos en todos los estados en disputa?

El tipo de liderazgo celebrity-autocrático del personaje hace casi imposible que se perciba como perdedor. Así que la primera respuesta que me viene es que nunca concederá su derrota. Podrá reconocer que no pudo evitar que le “roben su triunfo”, pero parece imposible que se reconozca vencido. Además, su estrategia preferida siempre es redoblar la apuesta, así que su mejor negocio sigue siendo “a todo o nada”. Aunque no logre su reelección, sí logrará ponerle épica a su “salida de la Casa Blanca”. La epopeya de la “elección robada” funciona como la cortina perfecta para desdibujar que como incumbent no logró reelegirse, a la vez que potencia su figura como líder del trumpismo y único defensor de los valores norteamericanos, incluso más allá del propio Partido Republicano.

Veremos cómo sigue avanzando el conteo en los estados restantes y en qué casos la justicia decidirá dar curso a las denuncias de supuestos fraudes, pero de no tener entidad como para poder alterar el curso de la elección presidencial, difícilmente asistamos al recuento de votos en los estados en disputa. Ahora parece mucho más relevante focalizar el conteo en los estados restantes en función de la composición final de las Cámaras del Congreso y, particularmente, del próximo runoff en Georgia.

¿Qué posibilidades políticas futuras puede tener Donald Trump? Esta semana se empezó a rumorear que estaría dispuesto a hacerse con una cadena de medios para desde allí imponer una nueva plataforma política y a la vez boicotear a la administración demócrata.

Los triunfos electorales de 2016 que comenzaron con la irrupción de Trump como una celebrity en aquellas primarias republicanas y que luego, contra todos los pronósticos, lo llevara a la Casa Blanca los últimos cuatro años, convirtieron a un verdadero outsider en la figura estelar de la política norteamericana. Estas elecciones de 2020 han marcado una divisoria de aguas que no sólo refuerza la grieta norteamericana o polarización tóxica, sino que claramente también consolida a Trump y al trumpismo como el eje central del lado republicano. Paradójicamente diría que ha consagrado al presidente derrotado como el centro de gravedad del sistema político norteamericana actual.

Probablemente toda la presidencia de Joe Biden estará signada por la presencia de Trump y la conflictividad con el trumpismo. Así que, para Trump disponer de una cadena mediática propia parece un fin más estratégico aún que formalizar su control sobre el propio Partido Republicano, que ya lo tiene de hecho. Al mismo tiempo también podría funcionar como un formidable escudo defensivo para Trump ante la posibilidad cierta de tener que recorrer los tribunales federales norteamericanos.

Por ello, los primeros dos años del gobierno de Biden serán clave para ver qué resulta de las midterm elections y si, llegado 2022, la estrategia de la moderación sigue siendo redituable en la arena electoral. Y un gran dilema para resolver que tendrá la nueva administración demócrata será la conveniencia política o no de “dejar hacer” a la justicia norteamericana y posibilitarle a Trump su victimización alegando persecución judicial. 

El lunes 9, la farmaceutica Pfizer anunció que su vacuna es eficiente en un 90%. ¿Crees que el anuncio tardío pudo haber influido en los resultados?

Realmente nunca vamos a saber qué influencia pudo haber tenido, como tampoco tendremos certeza sobre los verdaderos motivos que llevaron a Pfizer a maniobrar el timming del anuncio. Sí sabemos que este anuncio, como también el de los tratamientos monoclonales, va a dar lugar a un mar de especulaciones y de teorías conspirativas de un bando y del otro.

Ahora, si consideramos que en estas elecciones la distribución del voto en cada estado ha sido muy similar a lo observado hace cuatro años atrás y que las preferencias de ambos electorados han mostrado una solidez de roca, lo más probable es que la influencia de dicho anuncio hubiera sido marginal. Esto es porque el elector tiende a buscar argumentos que ratifiquen su voto más que a encontrar motivos que justifiquen su cambio. Además, en estas elecciones los porcentajes de indecisos han sido muy pequeños.

No obstante, aunque siempre estamos frente a un contra fáctico, es muy difícil especular sobre las consecuencias de este probable impacto. Recordemos que en este tipo de elecciones mayoritarias (en general, a simple pluralidad de sufragios) un pequeño swing electoral hace que un estado (particularmente, en los battleground states) quede en manos de los demócratas o de los republicanos. 

Biden gobernará con mayoría en la Camara de Representantes pero aun es posible que no tenga el control de Senadores. Además, la Corte Suprema quedó diseñada a medida de Trump, quien designó tres jueces sobre nueve. ¿Como funcionarán los checks and balances? ¿Tienen márgenes los demócratas para ampliar la corte como propusieron algunos partidarios de su ala izquierda?

Los demócratas retuvieron el control de la Cámara de Representantes, pero ya han perdido algunas bancas a manos de los republicanos. Respecto de la Cámara de Senadores si bien el Partido Demócrata ha mejorado su performance, parece difícil que alcance el control del cuerpo. Faltando aún Carolina del Norte y los runoff en Georgia, el Partido Republicano ya tiene una banca de ventaja. Así que para el electo presidente Joe Biden lo más probable sigue siendo un escenario de “gobierno dividido”.

Si Biden logra hacer de su estilo moderado una estrategia de persuasión efectiva en la arena legislativa podrá entonces avanzar con su agenda de gobierno, aunque ello signifique conceder parte de sus políticas (policies) y asumir costos altos de negociación. Aquí el rol y la destreza política de la electa vicepresidenta Kamala Harris será una de las claves. Probablemente Biden y Harris necesitarán converger con los senadores republicanos más moderados y con los gobernadores opositores que siguen con desconfianza e incomodidad el liderazgo de Trump. Sin embargo, los checks and balances institucionales no parecen ser los únicos problemas del “gobierno dividido” que probablemente enfrente la administración Biden.

Otro dilema será cómo lidiar con los sectores más radicalizados del Partido Demócrata. Un punto a favor de Biden, y de su estrategia de moderación, es que los resultados electorales no parecen haber favorecido a los candidatos más intransigentes dentro del voto demócrata. Basta observar que mientras Biden-Harris resultó ser el ticket presidencial más votado de la historia, los demócratas perdieron varias bancas en la Cámara de Representantes. Inclusive algunas de sus figuras más progresistas, como Alexandria Ocasio-Cortez, resultaron reelectas pero perdieron apoyo electoral. Este es un dato no menor de cara a las elecciones de medio término de 2022.

Si bien las plataformas electorales de ambos partidos han sido cada vez más divergentes, la vigencia de Trump en el escenario político podría ser utilizada por Biden como una fortaleza en lugar de ser debilidad. Si los demócratas logran contener a sus sectores más radicalizados y conceden negociar parte de su agenda electoral atrayendo, sobre todo, a los republicanos más moderados, Biden tendrá chances de transformar su “exitosa moderación electoral” en la “agenda legislativa posible”. Es decir, si no los une el amor que los una el espanto.

La Corte Suprema es sin duda un contrapeso muy importante para la Presidencia norteamericana, pero es una limitación particularmente significativa para la próxima administración demócrata. Las designaciones durante la Presidencia de Trump han reforzado el sesgo conservador que ya tenía la Corte y potencialmente funcionaría como un reaseguro para los republicanos. El escenario que probablemente enfrente el presidente electo Biden no parece ser el más aconsejable para intentar aumentar el número de miembros de la Corte. En principio, no sólo tendría una relación de fuerza desfavorable para intentarlo, sino que además significaría dejar de lado la estrategia de moderación y su propio estilo de liderazgo.

Como señalás, Biden enfrenta un delicado equilibrio justamente con el ala izquierda de su partido, sobre todo representado porAlexandría Nicasio Cortez, quien con el triunfo todavía sin confirmar, intenta condicionar discursivamente al partido. ¿Cómo controlarán estas voces en el Congreso? ¿Cómo logrará el Presidente cumplir con la ambiciosa agenda prometida en campaña, tanto en el tema salud como en infraestructura?

Si el ala izquierda del partido demócrata decide impulsar los issues más conflictivos de la plataforma electoral sin abrir esa agenda hacia una amplia negociación partidista en la arena legislativa, la estrategia de moderación y convergencia que podría buscar Biden fracasará rápidamente. Si los diversos sectores liderados por Sanders, Warren y Ocasio-Cortez “tiran demasiado de la cuerda” no sólo debilitarán a su propio presidente, sino que podrían ser ampliamente funcionales a Trump.

Por un lado, será vital que los demócratas puedan impedir tanto la sangría de los más radicalizados como la quiebra de una parte del partido. Recordemos alguna de las declaraciones de Ocasio-Cortez respecto de su pertenencia partidaria respecto de la Biden. Por el otro, también es importante considerar que una parte de la opinión pública observa a los sectores más liberals del partido demócrata con cierta desconfianza. Incluso una parte del voto demócrata percibe que, en gran medida, representan ideas muy cosmopolitas de una elite altamente educada y socialmente muy acomodada.

 Controlar esas voces en la arena legislativa, en los medios y en las redes puede ser una empresa muy complicada para los demócratas. Tal vez la energía tendrá que concentrarse en la construcción de la “agenda legislativa posible”, menos pretenciosa y más moderada que permita la convergencia con los republicanos no trumpistas. En esa tarea será crucial el rol que cumpla la vicepresidenta electa Harris.

Por ultimo, ¿crees que la sombra de Obama, el gran armador de la candidatura de Biden, se proyectará sobre la nueva administración?

Durante ocho años Biden le aportó, a las dos presidencias de Barack Obama, su trayectoria dentro del partido, sus extensos contactos y conocimiento del establishment de Washington y su expertise, sobre todo, en política exterior. Ahora, la experiencia y el influjo de Obama tal vez podrían ser capitalizados especialmente en la política exterior norteamericana y en la contención de los sectores más radicales del partido demócrata. El principal desafío sería que Obama y su amigo Biden puedan transformar su exitoso armado electoral en un eficaz “gobierno de reconstrucción de la democracia norteamericana” no sólo en el plano doméstico sino también en el internacional.

Que Estados Unidos vuelva hacia el multilateralismo y la cooperación, reasumiendo su rol de liderazgo, también será un bálsamo que agradecerían las democracias occidentales europeas, especialmente para poder contener a Vladímir Putin. El “vacío selectivo” de poder de la miope America first de Trump ha sido rellenado muchas veces por el “activismo cooperativo” de Xi Jinping. El manejo de la pandemia y el cambio climático son algunos de los issues que, claramente, le permitirían a Biden reposicionar la política exterior norteamericana en el centro de la escena mundial.

Finalmente, traducir el “Build Back Better” en una agenda gubernamental que permita coludir con los republicanos más moderados para eludir el staltemate legislativo necesitará no sólo del más amplio apoyo demócrata, aún por fuera del propio partido, sino particularmente el de los medios de comunicación. Si Biden será un presidente “pato rengo”, tal vez necesitaría montar una “mística de la reconstrucción democrática” que logre trascender su administración para poder minimizar los efectos de su sucesión. Algo así como convertirse en “Joe, el reconstructor”.

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