miércoles 9 de octubre de 2024
spot_img

Ricardo Campero afirma que coincidencias de “sesgo ideológico” abonaron la confluencia entre la Franja Morada y Raúl Alfonsín

La Franja Morada es la agrupación universitaria más antigua e importante del país. Este año se vio resignificada a partir de encabezar la protesta por el financiamiento universitario. Hace dos años publicamos este reportaje (en dos semanas) realizado por Leandro Vivo a uno de sus fundadores, Ricardo Campero. Hoy republicamos la segunda parte para todos los lectores de Nuevos Papeles.

En el segundo capítulo de una extensa entrevista con Nuevos Papeles, el experimentado dirigente “radical, reformista y morado”, como le gusta definirse, continúa con la narración de los sucesos y los protagonistas, entre los que por supuesto se encuentra, del derrotero de La Franja Morada que hace 55 años emergía con fuerza en el entramado del movimiento estudiantil y que se constituiría, en determinado momento histórico, en soporte clave del proyecto político que encarnó Raúl Alfonsín para liderar la recuperación de la democracia en 1983.

Ricardo Campero afirma que coincidencias de “sesgo ideológico” activaron una “confluencia” en los años ’70 que llevaron a la Franja Morada a gravitar en la conformación dentro del radicalismo del Movimiento de Renovación y Cambio desde el que, casi una década después, Raúl Alfonsín se hizo dueño de un liderazgo excluyente en la UCR que traspasó los límites de ese partido y concitó el apoyo de una significativa porción de la sociedad para abrir el camino hacia edificar la epopeya de la recuperación de la democracia que puso fin a la última dictadura militar.

“La confluencia de la Franja con el alfonsinismo para formar el Movimiento de Renovación y Cambio en 1972 es decisiva para recrear un radicalismo unido y vigoroso que permite el triunfo del ’83”, dice Campero en el primer capítulo de la charla con Nuevos Papeles.  Y será contundente en ese diálogo mano a mano al manifestar: “No estamos hablando de ‘roscas’ sino de programas políticos”, que –apunta- emergerían en el discurso que en 1983 pronunció  Alfonsín “al decir del imperialismo que pone sus garras en Granda. Promovimos un sesgo ideológico que, por cierto, era el que promovía Alfonsín”, subraya.

Con ello, Campero nos retrotrae, precisamente, al momento en el que Alfonsín, en el tramo final del discurso que pronunció en el emblemático acto realizado a metros del Obelisco porteño sobre la Avenida 9 de Julio el 26 de octubre de 1983 exclamó: “…Para defendernos del imperialismo que hoy puso sus garras en Granada no habrá tampoco distinciones políticas entre los argentinos…”. Ese día soldados norteamericanos, junto a efectivos militares de países caribeños, ocupaba aquel territorio.

Tras esas definiciones, Campero nos lleva con su prodigiosa memoria a los acontecimientos que se suscitarían cuando la Franja Morada ya cruzaba las entrañas del movimiento estudiantil -después de su surgimiento el 26 de agosto de 1967- en el curso de la extensa charla con Nuevos Papeles y que se desarrolla en el living-comedor de su modesta casa ubicada en la ciudad de Victoria, en el  partido bonaerense de San Fernando y en la que hace un alto para una nueva ronda de café, que él mismo, con gentileza, sirve en sencillas tazas. Entre sorbo y sorbo de esa infusión avanza en un diálogo plagado de anécdotas de esos años en que los debates en las asambleas universitarias estaban envueltos de un fortísimo contenido ideológico y las accione militantes de los estudiantes casi siempre enfrentaban la represión de una brava policía militarizada que actuaba baja las órdenes de la dictadura gobernante.

El ‘flaco’ Campero muestra las páginas de “Así Nació La Franja”, un tan modesto como trascedente trabajo literario con la pluma de Héctor “Gogo” Arteaga, uno de los fundadores de la agrupación universitaria, en el que se reflejan múltiples sucesos que rodearon la acción de los militantes universitarios que se nucleaban en esa expresión política dentro del movimiento estudiantil.  Y se explaya acerca de las circunstancias que rodearon el trascendente acto en conmemoración del cincuentenario de la Reforma Universitaria que se realizó el 17 de mayo de 1968 en la sede la Facultad de Derecho de la Universidad de Rosario con la presencia del ya derrocado Presidente,  Arturo Illia.

 

 

 

Aquella conmemoración se distinguió -tal como el dirigente radical relata en el primero de los capítulos de la charla- por la “apertura” que los franjistas imprimieron a la convocar a tanto a socialistas como  demócratas progresistas, profesores e, incluso, a representantes de los no docentes. “….el régimen actual nos obliga a recordar la reforma con nuestra lucha; la entrega definitiva es un proceso que se inicia en San Miguel de Tucumán donde de la noche a la mañana se ha transformado el jardín de la República en el basurero de los intereses plutocráticos provocando así la desocupación y el caos social. En lo social se afianza la oligarquía y se afianza el señorío feudal…”, dijo Campero en el discurso que pronunció con Illia a su lado, tal como refleja “Gogo” Arteaga en esas páginas de “Así Nació La Franja”.

Ese emblemático acto, con los franjistas rodeando a Illia, enardeció al régimen militar que no vacilaría en desatar una nueva represión que se consumó días más tarde y se detallan en las páginas de “Así Nación La Franja” cuando se refiere que el ministro del Interior, Guillermo Borda, “no podía soportar el éxito de las movilizaciones reformistas” dice en sus páginas la publicación que da cuenta de la “brutal represión” desatada el 13 de junio de 1968.

Un par de mesas después, Don Arturo Illia, envió una carta dirigida a Arteaga y a Campero en las que insta a ambos “A proseguir la lucha, sin vacilaciones, mantener la reforma universitaria contribución nacional para resolver con verdad los compromisos de nuestra ética; conseguir la emancipación económica, social y cultural de nuestra América, objetivo de nuestra Reforma Universitaria. Esta acción tiene además un alto y serio sentido moral que nos coloca frontalmente contra el actual fariseísmo. Buena Suerte y adelante. Afectuosamente, Arturo Illia -15/1/1969-“, dice el texto de la misiva que Campero exhibe durante la charla con Nuevos Papeles.

Por aquellos años y en los que sobrevendrán, las acciones del movimiento estudiantil en distintos puntos del país derivarían en una violenta represión de las fuerzas policiales que actuaban en clara sintonía con las ordenes que impartía la dictadura. Tal situación queda en evidencia al reparar tanto en documentos y crónicas periodísticas de esa época que Campero certifica al relatar aún con más detalles. Y aludirá a la confrontación de los jóvenes universitarios de Rosario, entre los que él estaba, con las fuerzas del orden en medio de una manifestación en reacción a lo que había sucedido el 16 de mayo de 1969 en Corrientes cuando durante una protesta la policía asesinó al estudiante Juan José Cabral.

Ese episodio generó una inmediata reacción del movimiento estudiantil en distintos puntos del país que en el inicio tuvo como foco principal a Rosario. Campero dice: “Recuerdo que era un sábado y para repudiar y hacer un homenaje a Cabral salimos desde el comedor universitario, no éramos más de cien estudiantes y terminamos metiéndonos en una galería”, apunta para describir que a la caza de los manifestantes salieron las fuerzas policiales que los cercaron en ese lugar y en medio de una feroz represión “es ahí cuando lo matan a  Adolfo Bello”, describe.

Campero no necesita ahondar más ya que las crónicas de la época reflejan que al influjo también de manifestaciones y huelgas a las que convocaron distintas organizaciones sindicales el conflicto adquirió una enorme dimensión que los historiadores bautizaron el “Rosariazo” al que le siguieron otros sucesos como el “Cordobazo”, en mayo de 1969, que obviamente tuvo como su  epicentro en Córdoba –específicamente en la capital de la provincia- con una insurrección popular contra el régimen de Onganía, en una confrontación callejera entre de estudiantes y obreros con personal de la policía local que, sin poder sofocar la pueblada, obligó a la dictadura a disponer la intervención del Ejército en la acción represiva. Y luego, el “Choconazo”, otra protesta social masiva que se desató a fines de diciembre de 1969 y sus coletazos se prolongaron hasta marzo de 1970.

Campero hace un alto porque no habrá de dejar pasar por alto las muerte que se cobraba la dictadura entre estudiantes y obreros como tampoco soslaya las circunstancias que se planteaban cuando, en esas casi constantes confrontaciones callejeras con las fuerzas policiales, tanto él como  amigos y, a la vez, correligionarios debieron soportar “la cana”, dice para graficar las detenciones en las comisarías y, en ese marco, rememora: “en el ’66 caigo yo en Rosario; en Córdoba caen  varios y entre ellos Conrado “Cachito” Storani, hermano mayor de ‘Fredi’ (Federico Storani); en el  ’68 varios en La Plata”, refiere para reseñar tal circunstancia que abarca a todos ellos y a tantos otros activos militantes estudiantiles que, por cierto, en varios casos acreditaban pertenencia a esa más que activa Franja Morada.

Y rememora: “Yo vengo escapando del Rosariazo y en Buenos Aires me esperan (Juan Pablo) Ventura, muerto después cuando ya se había hecho Montonero, Panconi, muerto por Montonero, Fred (Storani) i. Llego a Retiro para ir a La Plata y nos meten en cana frente al correo. Y vamos a parar a la comisaría y es ahí donde conozco, porque va a ver a Fredi a Maria Luisa”, detalla para, claro está referirse a quien a la postre se convertiría en su esposa que, por supuesto, aquilata una extensa militancia radical y franjista, naturalmente.

“Estamos hablando de junio del’ 69, es decir a tres años que había caído el gobierno de Illia. Y es en ese entonces la primera vez que sale una declaración en Huerta Grande, en Córdoba, una declaración del radicalismo cordobés. ¡Es la primera manifestación contundente que se produce desde el radicalismo!”, expresa  Campero con tono de voz enfático para dejar en claro por dónde transitaba en esa época el derrotero de la Franja Morada y la UCR. Por entonces, hacía por lo menos una década -1957- en que se había producido la división del radicalismo entre la Unión Cívica Radical del Pueblo (UCRP) que lideraba Ricardo Balbín y la Unión Cívica Radical Intransigente que respondía a Arturo Frondizi.

La charla con Campero se hace extensa y animada. Ya en ese momento el ex secretario de comercio del gobierno de Alfonsín recuerda un diálogo con Luis ‘Changui’ Cáceres, otro por entonces joven radical, al que le dejará en claro que habría de “…pelear…” por un resurgimiento del partido que en su perfil estaba lejos del que le imprimía Balbín. Y ahí dispara y casi podría decirse que adelanta los tiempos al afirmar: “Por eso el nuevo radicalismo tiene mucho de esa Franja en la que estoy yo, (Luis) Changui, Marcelo (Stubrin) que ya empujábamos por un radicalismo único” y comenta que estuvo lejos de ser cordial un diálogo que, en su momento, aquellos jóvenes de La Franja mantuvieron con Balbín, quien les trasmitió sentir “orgullo” –recuerda aquella palabra a la que apeló el entonces caudillo radical- por la existencia de la Unión Cívica Radical del Pueblo y hace una diferenciación que exime de cualquier aclaración: “Alfonsín nos entendía…”. La pausa que hace en ese momento es más que elocuente.

En medio del diálogo con ‘el flaco’ Campero –tal como lo bautizaron desde hace muchos años con  afecto sus correligionarios- y a instancias de una inquietud que surge en la charla acerca de cómo debe entenderse el alineamiento que surgió en su momento por parte de La Franja con Alfonsín, clarifica la cuestión. Y dice: “No hay tal alineamiento de Franja con Alfonsín” y explica: “Hay una promoción, de una corriente de La Franja en la que se incluye a Alfonsín y que es la que le da espacio para que rompa con Balbín porque, para algunos de nosotros, ello era una condición sine qua non” de cara al perfil que pretendían adquiriese el radicalismo.

“Y si en algo aparece la dialéctica es acá. ¿Y por qué? En el año ‘69 cuando ya habíamos tomado las calles de Rosario o de Córdoba y produjiste un cambio de gobierno dentro de la dictadura cuando cae Onganía teníamos una fuerza política importante”, destaca y, tras ello, habrá de narrar algunos otros capítulos de su trajinar en Buenos Aires, hacia fines de la década del ’60 como un ‘armador’ de otros anclajes de La Franja que, a la postre, serían sumamente relevantes en el camino a fortalecer aún más esa corriente dentro del movimiento estudiantil.

Por momentos, la charla con Campero no se ciñe a una línea de tiempo y sus comentarios nos llevan a referencias en torno a la fuerte relación personal que lo unió desde fines de 1968 a su correligionario santafesino Luis “Changui” Cáceres que –aclara- fue promovida por Ernesto Jaimovich, a quien recuerda como un “hombre clave entre nosotros que provenía del MNR (Movimiento Nacional Reformista) y va alentando la inclusión de nuestro movimiento dentro del partido radical” y que –apunta- lo impone acerca de la acción que desplegaba entonces, Federico “Fredi” Storani, a la postre otro de los “popes” de La Franja en el ámbito de la Universidad de La Plata.

“Y cuando llego a bordo del tren desde Rosario a Retiro y, me acuerdo como si fuera hoy, estaban en el andén  esperándome, entre otros, Leopoldo Moreau. Y yo no tenía laburo para bancarme semejantes movidas. Y entonces ahí me dicen que iría a alojarme en la casa de la madre de Héctor Grinspun, hermano de Bernardo, que vivía con su mujer Mirta Mariani que estudiaba la carrera de derecho.  Voy a parar a esa casa que quedaba en Avellaneda al 500, en el barrio de Flores. Y ahí empiezo a tener reuniones, que alguien se encargaba de promover,  en las había radicales como Carlitos Contín y entonces necesitaba ampliar a socialistas para que no sé me produjesen controversias. Y ahí aparecen dos pibes que eran Lucio Salas Oroño con quien la cuestión no me cerraba porque solía criticar a quienes eran  radicales y el otro que era Luis Cariola. Y, paralelamente aterriza en esas reuniones Ariel Puebla, quien había estudiado en La Plata”, narra.

Campero va dándole continuidad a todas aquellas relaciones que establecía pero también cómo articulaba vínculos para recibir en la Capital Federal “el material” que le enviaban desde Rosario y que no era otro que volantes y papeletas de la Franja para desarrollar la activa acción dirigida a cumplir, en un territorio ciertamente ajeno para él, el objetivo de ampliar la fortaleza de aquella expresión política universitaria. Ríe a sus anchas y hasta exterioriza una carcajada contagiosa  al rememorar: “Si no podía llegar a un horario razonable a la casa de los Grinspun nos tomábamos el tren con Leopoldo Moreau desde Retiro a Tigre y hacíamos el trayecto tres o cuatro veces y dormíamos en un asiento a bordo de uno de los vagones del tren”. La anécdota desnuda palmariamente ese espíritu militante que envolvía a aquellos jóvenes franjistas.

En tren de rememorar aquellos tiempos -a esa altura de la charla se habían consumido varios café y agua a raudales- Campero, quien le ha aportado mucho a la historia de construcción de la Franja Morada –aunque según sus propios dichos no pueda ubicárselo entre sus fundadores- dirá que en plena acción “me entero que los que decían ser anarcos estaban intentando romper la Franja en Rosario” y desde su expertise de “cuadro político” generará un par de “jugadas” para quebrar esa maniobra.

Campero cuenta que la primera vez que mantiene una charla con Alfonsín se produjo una suerte de controversia a partir de una circunstancia en la que se involucró José Gabriel “el vasco” Dumón -quien tenía relación con Alfonsín y estaba presente en el encuentro –después durante el gobierno de Alfonsín entre 1983 y 1989 sería diputado nacional y luego ministro de Educación- se plantea una discusión que se dispara –dice el propio Campero- a partir de un comentario “que hace Dumón acerca de que hay que tener cuidado con los comunistas” y, casi al mismo tiempo, aporta como un apéndice de esos tiempos -para complementar la anécdota- que “lo que nosotros considerábamos la derecha del partido decían que éramos comunistas y en esa caracterización ideológica no sólo me incluían a mi sino también al ‘Changui’ Cáceres, a Leopoldo (Moreau) y también a (Enrique) Coti Nosiglia”. 

De todos modos, el “flaco” Campero avanzará luego con otras anécdotas de aquellos tiempos que resultan previos a la constitución del Movimiento de Renovación y Cambio, tras lo cual apunta que si bien “mi debut con Alfonsín no es bueno” no habría de pasar mucho tiempo para que el episodio  quedara de lado “y es bueno decir que llego a Alfonsín a través de (Conrado) Storani”, pero dirá en el curso de otro momento de la charla que en su incorporación “definitiva” al radicalismo que aún se llamaba Unión Cívica Radical del Pueblo  resultara de “una charla con el ‘Changui’ en la que me convence. Bueno estoy adentro (del partido)  pero a condición de que saquen eso ‘de pueblo’ si no yo no me voy a hacer cargo de determinadas cosas del radicalismo del pueblo’”, rememora y no se priva de soltar una carcajada para, de alguna manera, dejar entrever que aquella condición podía caer en saco roto.

Campero volverá a traer a la charla las maniobras que en su momento desde la Franja habían dado como resultado alzarse con la mayoría en la conducción de la Federación Universitaria Argentina (FUA) pero, casi de inmediato, a instancias de una consulta, reabre el capítulo de la injerencia en el radicalismo que habían alcanzado los jóvenes franjistas, entre los cual se encontraban él y muchos otros, como el caso de ‘Changui’ Cáceres, Moreau y Stubrin “y coincidíamos en que el perfil del partido era decididamente la contracara  de lo que debía ser y por lo tanto había militar dentro del  partido y decíamos que el hombre que teníamos para cambiar el partido es el último presidente del partido en la provincia de Buenos Aires (antes del golpe que había derrocado a Illia) y ese era Alfonsín. Yo les decía a todos: Ustedes son los que saben y ya que estamos acá dentro vayamos para adelante con Alfonsín”.

“Hay que tener en claro que el ’69 con el Rosariazo, el Cordobazo, el Choconazo, al que yo fui, nos plantea otra cosa y que era ¿Qué hacer?; lo que discutíamos ahora era ¿Qué hacer? Y es en ese proceso dentro de lo que éramos optamos por Alfonsín”, remarca en una nueva reflexión Campero, quien explicitará en ese instante la frase que permite una comprensión de lo que él mismo dirá en torno a cómo ubicar a La Franja Morada en su vínculo con el Movimiento de Renovación y Cambio que surge en 1972. Y afirma: “La confluencia de la Franja con el alfonsinismo para formar el Movimiento de Renovación y Cambio en 1972 es decisiva para recrear un radicalismo unido y vigoroso que permite el triunfo del ’83”.

 

spot_img
spot_img

Veinte Manzanas

spot_img

Al Toque

Alejandro Garvie

Postales del fin del trabajo conocido

Julián Álvarez Sansone

Aumentó la pobreza: ¿Qué estuvo haciendo Pettovello?

Alejandro J. Lomuto

Ecuador, al borde de otra crisis institucional