Raúl Alfonsín y Eduardo Menem, aun con disímiles procedencias ideológicas, pero fogueados en el debate político de más alto nivel, fueron figuras clave y, además, garantes, hace 30 años, del curso de la Asamblea Constituyente que llevó adelante la reforma constitucional de 1994. El extinto Presidente radical y el hermano del ya también fallecido primer mandatario peronista, Carlos Menem, fueron los encargados de que esa convención cumpliera el cometido de que el nuevo texto de la Carta Magna fuese un paso de enorme gravitación institucional en el camino hacia la consolidación de la democracia recuperada en 1983 de la mano de aquel hombre que entonces lideraba la UCR.
Alfonsín y Eduardo Menem fueron figuras insustituibles en aquellos días de hace tres décadas cuando en medio de intensos debates en el marco de la convención reformadora hicieron que cada paso estuviera atado a lo dispuesto en la ley 24.309 sancionada por el Congreso de la Nación y que declaró la necesidad de la reforma constitucional. Claro está que al otrora líder radical lo obsesionaba que ninguna circunstancia alterara la letra del llamado Núcleo de Coincidencias Básica, corazón del acuerdo sellado entre la UCR y el PJ que concentraba todas las condiciones que el radicalismo le había impuesto al justicialismo para llegar el entendimiento y algo similar le sucedía al entonces peronista provisional del Senado pero, en su caso, se trataba de su empeño por evitar que surgiese algún traspié que hiciese fracasar el objetivo del menemismo en el poder de lograr que Carlos Menem quedara habilitado a competir en las elecciones de 1995 en la que pretendía lograr su reelección, lo cual en definitiva, era lo único que a aquel gobierno le interesaba obtener de aquel hecho político histórico tras la consolidación de la democracia inaugurada en 1983.
Alfonsín y Eduardo Menem, de todos modos, sabían, además, que para imprescindible que esa reforma constitucional se enlazara con la consolidación de la democracia era imprescindible que el nuevo texto definitivo de la Constitución Nacional reformada fuese votado por unanimidad de los 305 convencionales que representaban a un variopinto mosaico político más allá de que entre la UCR (con 74 bancas) y el PJ (con 137 bancas) sumaban una holgada mayoría para direccionar la sanción de los cambios que habían acordado e, incluso, las propuestas sobre aquellos temas ‘libres’, como se aludía, a aquellas cuestiones que no estaban incluidas en el Núcleo de Coincidencias Básicas.
Para cubrir cada flanco, con el correr de las primeras semanas de la convención que inició sus deliberaciones formalmente el 26 de mayo de 1994 –un día después de la conmemoración del Día de la Patria- los contactos mano a mano entre Alfonsín y Eduardo Menem se fueron siendo cada vez más habituales. Un detalle grafica la misión que Alfonsín y Menem tenían sus manos. El radical fue casi el único convencional constituyente que permaneció los tres meses alojado en el austero Hotel Castelar de la capital santafesina del que sólo salía para mantener reuniones políticas ya fuese en otro sitio de esa ciudad o bien trasladarse y regresar al mismo lugar cruzando a bordo, obviamente el auto en el que se trasladaba para cruzar el Túnel Subfluvial, la única vía terrestre que conecta a Santa con Paraná para, eventualmente, participar de algún encuentro con otras espadas políticas de su partido o de otra fuerza política que hubiesen la capital entrerriana para habitar los noventa días que duraron las deliberaciones de la magna asamblea. El radical escuchaba, como era una de sus reconocidas costumbres, a aquellos interlocutores pero luego, persuadía o bien fijaba un criterio que a la postre era definitivo y determinante.
El peronista Menem solía alejarse no más allá de dos días, sábado y domingo, para desembarcar y regresar casi de inmediato en la Capital Federal y reunirse con su hermano el Presidente para imponerlo del curso del devenir de la convención y, en todo caso, recibir tanto de Carlos Menem alguna instrucción o bien ejercer el rol de gravitante y exclusivo consejero del Jefe de Estado para aportarle alguna relevante propuesta para marcar el mejor camino a transitar para alcanzar el éxito de la reforma constitucional.
Otra particularidad del desarrollo de la convención que ponía en evidencia el peso político de Raúl Alfonsín y de Eduardo Menem eran las habituales reuniones, a solas, que mantenían para discutir alguna cuestión que giraba en torno a alguno de los temas libres, es decir aquellos que estaban habilitados a tratar por afuera del Núcleo de Coincidencias Básicas que habían rubricado la UCR y el PJ. Podía ampliarse la participación en esas tertulias a algunos de sus respectivos fieles y laderos políticos que eran, además, convencionales constituyentes. En otros casos, esas encuentros eran previos al inicio de las sesiones plenarias de la Asamblea que tenían lugar en el Paraninfo de la Universidad Nacional del Litoral, situada en la ciudad de Santa Fe y que actuaban como una suerte de reunión de la comisión de labor parlamentario a la usanza de las que se desarrollan en el Congreso de la Nación como paso previo a las sesiones por lo que entonces asistían los jefes de las distintas bancadas políticas con representación en la convención.
Por esa razón, cada mañana las puertas de la oficina del rector de la universidad, una de las salas más coquetas de es Alta Casa de Estudios y en las que Eduardo Menem tenía su amplio despacho se transformaba en el lugar en el que podían desfilar algunos de los convencionales que con el correr de los días se iban constituyendo habitué de esa también casi constante reunión cumbre entre Alfonsín y el Presidente de la Asamblea Constituyente y hasta ese salón podían acudir otros radicales César Jaroslasky, Jesús Rodríguez, Carlos Maestro, Rodolfo Parente, José Chiche Canata o bien constitucionalistas que integraban la bancada de la UCR como Antonio María Hernández o Enrique Paixao pero también los peronistas, Augusto Alasino, jefe del bloque de convencionales del PJ y sus colegas menemistas Caros Corach, Rodolfo Barra, César Arias, Alberto Balestrini, Antonio Cafiero, entre otros.
Con todo, si la cuestión era la antesala de una sesión del pleno de la convención entraban y salían Carlos “Chacho” Álvarez, titular del bloque del Frente Grande, el socialista, Alfredo Bravo, el patrón de la UCeDe, Álvaro Alsogaray, el demócrata progresista, Alberto Natale y hasta Aldo Rico, otrora coronel del Ejército que un par de años atrás entonces había encabezado las dos primeras sublevaciones militares de los ‘carapintadas’, devenido en dirigente político del Movimiento por la Dignidad y la Independencia (MODIN). Pero, en todo caso, los memoriosos y aquellos que fueron ´testigos’ de esa asamblea de la institucionalidad democrática coincidirán en que Raúl Alfonsín y Eduardo Menem eran clave garantes de la reforma constitucional de 1994.