En una de las provincias fundadoras de Argentina, se cuentan sucedidos divertidos de épocas anteriores. Uno de ellos recuerda a un sibarítico soltero mayor que, como era frecuente, vivía con su mamá, viuda y propietaria. Trasnochador empedernido, al retornar al hogar en las madrugadas, tenía por costumbre darle el beso de las buenas noches en la frente dormida. En uno de esos amaneceres, al agacharse con la intención de besarla suavemente, tuvo un contratiempo digestivo y ocurrió sobre ella lo que no debía ocurrir. Espantado por el penoso resultado de su intento -que despertó a la madre dormida-, el afectuoso hijo exclamó pidiendo perdón: “¡Qué vergüenza mamá!”.
Cuando Juntos anunció sus internas hubo cuestionamientos de quienes reclamaban unidad cerrada para la gran confrontación electoral. Otros pensamos en la saludable posibilidad de que la consulta previa expusiera alternativas de ideas, propuestas o simbologías útiles, para conseguir finalmente una síntesis nacida del pluralismo, siempre dentro del sentido principal.
Sin embargo, en el caso de la provincia de Buenos Aires, nos encontramos de arranque con que un experto en cerebros y emociones, lanzó de arranque y desaprensivamente, su esperanza de que la Lista provincial que enfrenta no reciba el apoyo del Gobierno de la Ciudad. De inmediato, la Voz de la Pureza lo castigó con la visión arribista del helicóptero apocalíptico. Él respondió extrañado, afirmando que alguna vez, ella misma le había ofrecido una importante Vice pre-candidatura.
Redoblando la apuesta y como corresponde al Olimpo incontaminado, la Voz convocó a un Compromiso Ético, que se inicia con la obligación de no mentir. Seguida de otras obviedades naturalmente inherentes a la decencia, que no precisan otra ratificación. Cuando se quiere aclarar algo así, la oscuridad es mayor.
De tal modo narcisista se entretiene una parte de la cúpula de la esperanza política de cambio. Sus devaneos –que rozan la frivolidad- se han expuesto sin rubor ante electores desesperados por el presente y el destino incierto de sus vidas.
¡Qué vergüenza mamá! Esperamos mucho más de aquellos que -se supone- deberían discrepar y coordinarse respetuosamente hasta encontrar el hilo de Ariadna. El que nos permita salir de las monstruosas desgracias del país. ¡Ánimo muchachos! Sigan pedaleando. Algo llegará a la meta. Es cuestión de seguir bicicleteando la cruda realidad. Además, en el viaje se conoce gente.