viernes 26 de julio de 2024
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¿Qué pasa si Rusia gana?

Una Ucrania controlada por el Kremlin transformaría Europa

Traducción Alejandro Garvie

Cuando Rusia se unió a la guerra civil en curso en Siria, en el verano de 2015, conmocionó a Estados Unidos y sus socios. Frustrado, el entonces presidente Barack Obama afirmó que Siria se convertiría en un “atolladero” para Rusia y el presidente ruso Vladimir Putin. Siria sería el Vietnam de Rusia o el Afganistán de Putin, un grave error que eventualmente repercutiría en contra de los intereses rusos.

Siria no terminó siendo un atolladero para Putin. Rusia cambió el curso de la guerra, salvó al presidente sirio Bashar al-Assad de una derrota inminente y luego transformó la fuerza militar en influencia diplomática. Mantuvo los costos y las bajas sostenibles. Ahora no se puede ignorar a Rusia en Siria. No ha habido ningún acuerdo diplomático. En cambio, Moscú ha acumulado una mayor influencia regional, desde Israel hasta Libia, y ha conservado en Assad un socio leal para la proyección de poder de Rusia. En Siria, lo que la administración Obama no pudo anticipar fue la posibilidad de que la intervención de Rusia tuviera éxito.

En el surrealista invierno de 2021-2022, Estados Unidos y Europa contemplan una vez más una importante intervención militar rusa, esta vez en la propia Europa. Y una vez más, muchos analistas advierten de nefastas consecuencias para el agresor. El 11 de febrero, el Ministro de Estado británico para Europa, James Cleverly, predijo que una guerra más amplia en Ucrania “sería un atolladero” para Rusia. En un análisis racional de costos y beneficios, se piensa, el precio de una guerra a gran escala en Ucrania sería extremadamente alto para el Kremlin e implicaría un importante derramamiento de sangre. Estados Unidos ha estimado hasta 50.000 víctimas civiles. Además de socavar el apoyo a Putin entre la élite rusa, que sufriría personalmente las consiguientes tensiones con Europa, una guerra podría poner en peligro la economía rusa y alienar al público. Al mismo tiempo, podría acercar a las tropas de la OTAN a las fronteras de Rusia, dejándola en luchando contra la resistencia ucraniana en los años venideros. Según esta visión, Rusia quedaría atrapada en un desastre provocado por ella misma.

Sin embargo, el análisis costo-beneficio de Putin parece favorecer un cambio radical del statu quo europeo. Los dirigentes rusos están asumiendo más riesgos y, más allá de la refriega de la política cotidiana, Putin tiene una misión histórica para solidificar la influencia de Rusia en Ucrania (como lo ha hecho recientemente en Bielorrusia y Kazajstán). Y según lo ve Moscú, una victoria en Ucrania bien podría estar al alcance de la mano. Por supuesto, Rusia podría simplemente prolongar la crisis actual sin invadir o encontrar alguna forma aceptable de retirarse. Pero si el cálculo del Kremlin es correcto, como al final lo fue en Siria, entonces Estados Unidos y Europa también deberían estar preparados para una eventualidad distinta del atolladero. ¿Qué pasa si Rusia gana en Ucrania?

Si Rusia logra el control de Ucrania o logra desestabilizarla a gran escala, comenzará una nueva era para Estados Unidos y Europa. Los líderes estadounidenses y europeos enfrentarían el doble desafío de repensar la seguridad europea y no verse arrastrados a una guerra mayor con Rusia. Todas las partes tendrían que considerar el potencial de adversarios con armas nucleares en una confrontación directa. Estas dos responsabilidades (defender con firmeza la paz europea y evitar prudentemente una escalada militar con Rusia) no serán necesariamente compatibles. Estados Unidos y sus aliados podrían encontrarse muy poco preparados para la tarea de crear un nuevo orden de seguridad europeo como resultado de las acciones militares de Rusia en Ucrania.

MUCHAS MANERAS DE GANAR

Para Rusia, la victoria en Ucrania podría adoptar diversas formas. Como en Siria, la victoria no tiene por qué resultar en un acuerdo sostenible. Podría implicar la instalación de un gobierno dócil en Kiev o la partición del país. Alternativamente, la derrota del ejército ucraniano y la negociación de una rendición ucraniana podrían efectivamente transformar a Ucrania en un Estado fallido. Rusia también podría emplear devastadores ciberataques y herramientas de desinformación, respaldados por la amenaza de la fuerza, para paralizar al país e inducir un cambio de régimen. Con cualquiera de estos resultados, Ucrania habrá quedado efectivamente separada de Occidente.

Si Rusia logra sus objetivos políticos en Ucrania por medios militares, Europa no será lo que era antes de la guerra. No sólo se habrá condicionado la primacía de Estados Unidos en Europa; cualquier sensación de que la Unión Europea o la OTAN puedan garantizar la paz en el continente será producto de una época perdida. En cambio, la seguridad en Europa tendrá que reducirse a defender a los miembros centrales de la UE y la OTAN. Todos los que no pertenezcan a los clubes estarán solos, a excepción de Finlandia y Suecia. Puede que no se trate necesariamente de una decisión consciente de poner fin a las políticas de ampliación o de asociación; pero será una política de facto. Bajo lo que se percibe como un asedio por parte de Rusia, la UE y la OTAN ya no tendrán la capacidad de implementar políticas ambiciosas más allá de sus propias fronteras.

Estados Unidos y Europa también estarán en un estado de guerra económica permanente con Rusia. Occidente intentará aplicar sanciones radicales, que Rusia probablemente esquive con medidas cibernéticas y chantaje energético, dadas las asimetrías económicas. China bien podría ponerse del lado de Rusia en este ojo por ojo económico. Mientras tanto, la política interna en los países europeos se parecerá a un gran juego del siglo XXI, en el que Rusia estudiará a Europa para detectar cualquier ruptura en el compromiso con la OTAN y con la relación transatlántica. Mediante métodos justos y sucios, Rusia aprovechará cualquier oportunidad que se le presente para influir en la opinión pública y las elecciones en los países europeos. Rusia será una presencia anárquica (a veces real, a veces imaginada) en todos los casos de inestabilidad política europea.

Las analogías de la Guerra Fría no serán útiles en un mundo con una Ucrania rusizada. La frontera de la Guerra Fría en Europa tuvo sus puntos críticos, pero fue estabilizada de una manera mutuamente aceptable en el Acta Final de Helsinki de 1975. Por el contrario, la soberanía rusa sobre Ucrania abriría una vasta zona de desestabilización e inseguridad desde Estonia hasta Polonia y Rumania a Turquía. Mientras dure, los vecinos de Ucrania percibirán la presencia de Rusia en Ucrania como provocativa e inaceptable y, para algunos, como una amenaza a su propia seguridad. En medio de esta dinámica cambiante, el orden en Europa tendrá que concebirse principalmente en términos militares (lo cual, dado que Rusia tiene una influencia más fuerte en el ámbito militar que en el económico, redundará en interés del Kremlin), dejando de lado a instituciones no militares como la Unión Europea.

Rusia tiene el ejército convencional más grande de Europa, que está más que listo para utilizar. La política de defensa de la UE (a diferencia de la de la OTAN) está lejos de ser capaz de brindar seguridad a sus miembros. Por lo tanto, será clave la tranquilidad militar, especialmente de los miembros orientales de la UE. Responder a una Rusia revanchista con sanciones y con la proclamación retórica de un orden internacional basado en reglas no será suficiente.

PONIENDO EN PELIGRO EL ESTE DE EUROPA

En caso de una victoria rusa en Ucrania, la posición de Alemania en Europa se verá seriamente desafiada. Alemania es una potencia militar marginal que ha basado su identidad política de posguerra en el rechazo a la guerra. El círculo de amigos del que se ha rodeado, especialmente en el este con Polonia y los Estados bálticos, corre el riesgo de ser desestabilizado por Rusia. Francia y el Reino Unido asumirán papeles de liderazgo en los asuntos europeos en virtud de sus ejércitos comparativamente fuertes y su larga tradición de intervenciones militares. Sin embargo, el factor clave en Europa seguirá siendo Estados Unidos. La OTAN dependerá del apoyo de Estados Unidos, al igual que los países del este de Europa, las naciones de primera línea dispuestas a lo largo de una línea de contacto ahora muy grande, ampliada e incierta con Rusia, incluidas Bielorrusia y las partes de Ucrania controladas por Rusia.

Los Estados miembros del este, incluidos Estonia, Letonia, Lituania, Polonia y Rumania, probablemente tendrán un número sustancial de tropas de la OTAN estacionadas permanentemente en su territorio. Sería imposible rechazar una solicitud de Finlandia y Suecia para lograr un compromiso con el Artículo 5 y unirse a la OTAN. En Ucrania, los países de la UE y la OTAN nunca reconocerán un nuevo régimen creado por Moscú con respaldo ruso. Pero enfrentarán el mismo desafío que con Bielorrusia: aplicar sanciones sin castigar a la población y apoyar a quienes lo necesitan sin tener acceso a ellas. Algunos miembros de la OTAN reforzarán una insurgencia ucraniana, a la que Rusia responderá amenazando a los miembros de la OTAN.

El predicamento de Ucrania será muy grande. Los refugiados huirán en múltiples direcciones, muy posiblemente por millones. Y aquellas partes del ejército ucraniano que no sean directamente derrotadas seguirán luchando, haciéndose eco de la guerra partidista que desgarró toda esta región de Europa durante y después de la Segunda Guerra Mundial.

El estado permanente de escalada entre Rusia y Europa puede permanecer frío desde una perspectiva militar. Sin embargo, es probable que la situación económica sea buena. Las sanciones impuestas a Rusia en 2014, que estaban relacionadas con la diplomacia formal (a menudo denominada proceso “Minsk”, en honor a la ciudad en la que se llevaron a cabo las negociaciones), no fueron draconianas. Eran reversibles y además condicionales. Tras la invasión rusa de Ucrania, las nuevas sanciones a la banca y a la transferencia de tecnología serían significativas y permanentes. Vendrían tras una diplomacia fallida y comenzarían en “la cima de la escalera”, según la administración estadounidense. En respuesta, Rusia tomará represalias, muy posiblemente en el ámbito cibernético así como en el sector energético. Moscú limitará el acceso a bienes críticos como el titanio, del cual Rusia ha sido el segundo mayor exportador del mundo. Esta guerra de desgaste pondrá a prueba a ambos bandos. Rusia será despiadada al tratar de lograr que uno o varios estados europeos se aparten del conflicto económico vinculando una relajación de la tensión al interés propio de estos países, socavando así el consenso en la UE y la OTAN.

El punto fuerte de Europa es su influencia económica. El activo de Rusia será cualquier fuente de división interna o perturbación en Europa o en los socios transatlánticos de Europa. Aquí Rusia será proactiva y oportunista. Si aparece un movimiento o un candidato prorruso, ese candidato puede ser alentado directa o indirectamente. Si un punto delicado económico o político disminuye la eficacia de la política exterior de Estados Unidos y sus aliados, será un arma para los esfuerzos de propaganda y el espionaje rusos.

Gran parte de esto ya está sucediendo. Pero una guerra en Ucrania aumentará la apuesta. Rusia utilizará más recursos y tendrá libertad para elegir sus instrumentos. Los flujos masivos de refugiados que llegan a Europa exacerbarán la política de refugiados no resuelta de la UE y proporcionarán un terreno fértil para los populistas. El santo grial de estas batallas informativas, políticas y cibernéticas serán las elecciones presidenciales de 2024 en Estados Unidos. El futuro de Europa dependerá de estas elecciones. La elección de Donald Trump o de un candidato trumpista podría destruir la relación transatlántica en el momento de máximo peligro para Europa, poniendo en duda la posición de la OTAN y sus garantías de seguridad para Europa.

VOLVIENDO A LA OTAN HACIA ADENTRO

Para Estados Unidos, una victoria rusa tendría profundos efectos en su gran estrategia en Europa, Asia y Medio Oriente. En primer lugar, el éxito de Rusia en Ucrania requeriría que Washington girara hacia Europa. No se permitirá ninguna ambigüedad sobre el Artículo 5 de la OTAN (del tipo experimentado bajo Trump). Sólo un fuerte compromiso de Estados Unidos con la seguridad europea impedirá que Rusia divida a los países europeos entre sí. Esto será difícil a la luz de prioridades contrapuestas, especialmente aquellas que enfrentan a Estados Unidos en una relación en deterioro con China. Pero los intereses en juego son fundamentales. Estados Unidos tiene acciones comerciales muy grandes en Europa. La Unión Europea y Estados Unidos son los mayores socios comerciales y de inversión de cada uno, con un comercio de bienes y servicios que ascendió a 1,1 billones de dólares en 2019. Una Europa pacífica y que funcione bien aumenta la política exterior estadounidense en materia de cambio climático, de no proliferación, de salud pública global y la gestión de las tensiones con China o Rusia. Si Europa se desestabiliza, Estados Unidos estará mucho más solo en el mundo.

La OTAN es el medio lógico mediante el cual Estados Unidos puede brindar garantías de seguridad a Europa y disuadir a Rusia. Una guerra en Ucrania reviviría a la OTAN no como una empresa de construcción de democracia o como una herramienta para expediciones fuera del área como la guerra en Afganistán, sino como la alianza militar defensiva insuperable para la que fue diseñada. Aunque los europeos exigirán a Estados Unidos un mayor compromiso militar con Europa, una invasión rusa más amplia de Ucrania debería impulsar a todos los miembros de la OTAN a aumentar su gasto en defensa. Para los europeos, este sería el último llamado a mejorar las capacidades defensivas de Europa (junto con Estados Unidos) para ayudar a Estados Unidos a manejar el dilema ruso-chino.

Para un Moscú ahora en permanente confrontación con Occidente, Beijing podría servir como respaldo económico y socio en la oposición a la hegemonía estadounidense. En el peor de los casos para la gran estrategia estadounidense, China podría verse envalentonada por la asertividad de Rusia y amenazar con una confrontación por Taiwán. Pero no hay garantía de que una escalada en Ucrania beneficie la relación chino-rusa. La ambición de China de convertirse en el nodo central de la economía euroasiática se verá perjudicada por la guerra en Europa, debido a las brutales incertidumbres que trae consigo. La irritación china ante una Rusia en marcha no permitirá un acercamiento entre Washington y Beijing, pero puede iniciar nuevas conversaciones.

La conmoción de un gran movimiento militar por parte de Rusia también planteará interrogantes en Ankara. La Turquía del presidente Recep Tayyip Erdogan ha estado disfrutando del venerable juego de la Guerra Fría de enfrentarse a las superpotencias. Sin embargo, Turquía tiene una relación sustancial con Ucrania. Como miembro de la OTAN, no se beneficiará de la militarización del Mar Negro y del Mediterráneo oriental. Las acciones rusas que desestabilicen la región en general podrían empujar a Turquía hacia Estados Unidos, lo que a su vez podría abrir una brecha entre Ankara y Moscú. Esto sería bueno para la OTAN y también abriría mayores posibilidades para una asociación entre Estados Unidos y Turquía en Medio Oriente. En lugar de ser una molestia, Turquía podría convertirse en el aliado que se supone que es.

Una amarga consecuencia de una guerra más amplia en Ucrania es que Rusia y Estados Unidos se enfrentarían ahora como enemigos en Europa. Sin embargo, serán enemigos que no pueden permitirse el lujo de llevar las hostilidades más allá de cierto umbral. Por muy alejadas que sean sus visiones del mundo y por muy opuestas ideológicamente que sean, las dos potencias nucleares más importantes del mundo tendrán que mantener su indignación bajo control. Esto equivaldrá a un acto de malabarismo increíblemente complicado: un estado de guerra económica y lucha geopolítica en todo el continente europeo, pero un estado de cosas que no permite que la escalada desemboque en una guerra abierta. Al mismo tiempo, la confrontación entre Estados Unidos y Rusia puede, en el peor de los casos, extenderse a guerras indirectas en Medio Oriente o África si Estados Unidos decide restablecer su presencia después de la catastrófica retirada de Afganistán.

Mantener la comunicación, especialmente en materia de estabilidad estratégica y ciberseguridad, será crucial. Es de destacar que la cooperación entre Estados Unidos y Rusia en materia de ciberactividades maliciosas continúa incluso durante las tensiones actuales. La necesidad de mantener acuerdos rigurosos de control de armas será aún mayor después de una guerra en Ucrania y el régimen de sanciones que la sigue.

NINGUNA VICTORIA ES PERMANENTE

A medida que se desarrolla la crisis en Ucrania, Occidente no debe subestimar a Rusia. No debe confiar en narrativas inspiradas en ilusiones. La victoria rusa en Ucrania no es ciencia ficción.

Pero si bien es poco lo que Occidente puede hacer para impedir una conquista militar rusa, podrá influir en lo que suceda después. Muy a menudo, las semillas de los problemas yacen bajo el barniz de la victoria militar. Rusia puede destripar a Ucrania en el campo de batalla. Puede convertir a Ucrania en un Estado fallido. Pero sólo puede hacerlo llevando a cabo una guerra criminal y devastando la vida de un Estado-nación que nunca ha invadido Rusia. Estados Unidos, Europa y sus aliados y otras partes del mundo sacarán conclusiones y criticarán las acciones rusas. A través de sus alianzas y su apoyo al pueblo de Ucrania, Estados Unidos y Europa pueden encarnar la alternativa a las guerras de agresión y al espíritu de que el poder hace el derecho. Los esfuerzos rusos por sembrar el desorden pueden contrastarse con los esfuerzos occidentales por restablecer el orden.

Por mucho que Estados Unidos retuviera las propiedades diplomáticas de los tres estados bálticos en Washington, DC, después de que fueran anexadas por la Unión Soviética durante la Segunda Guerra Mundial, Occidente puede ponerse del lado de la decencia y la dignidad en este conflicto. Las guerras que se ganan nunca se ganan para siempre. Con demasiada frecuencia los países se derrotan a sí mismos con el tiempo lanzando y luego ganando guerras equivocadas.

Link https://www.foreignaffairs.com/articles/ukraine/2022-02-18/what-if-russia-wins

 

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