viernes 26 de julio de 2024
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Promesas y candidatos

I. Quisiera saber quién le aconsejó a Sergio Massa que hablar a los gritos es un buen recurso retórico. ¿Supone que le van a creer más? ¿Intenta conquistar la fibra emocional de su público? Todo puede ser posible, pero a Massa no estaría de más recordarle un poema gauchesco en el que concluye diciendo que aquel que canta a los gritos no escucha su propio canto. En general me desagradan los oradores que hablan a los gritos. Y me desagradan porque sé que suele ser el recurso preferido de los demagogos y los mentirosos; de los manipuladores de emociones y los farsantes. Por razones  que he explicitado durante largos años en esta columna, jamás lo votaría a Massa, pero si no lo conociera, si yo fuera el clásico turista sueco que llega al país ignorando su historia, al primero que descalificaría sería a Massa porque la experiencia y el saber me dicen que así hablan los tramposos, y esa gestualidad suele ser el recurso preferido de los déspotas cuyo sueño dorado es el balcón con el jefe lanzando consignas al viento y las masas (esa palabra, “masas”, que excita y sensualiza la epidermis y el alma de todo cacique populista), aúllan enardecidas. “Los voy a meter presos”, escuchó el turista, quien por su condición de recién llegado desconocía que hace unos años, con el mismo tono y la misma gestualidad, repitió la misma frase para referirse a “los ñoquis de la Cámpora”, si, los mismos que ahora apoyan su campaña electoral y a los que, como es bien sabido, nunca molestó…todo lo contrario. Por supuesto, también hubo lugar para el melodrama con un toque de necrofilia, una sensación que suele ser la preferida en los candombes populistas. Massa habló de su hipotética muerte y de su amor a la Argentina. En el torrente de palabras, no faltó la mención malvinera y la invocación al nacionalismo rantifuso y canyengue, más el arrebato heroico de decir que no le importa perder una elección si el precio a pagar es terminar con los especuladores. Massa…Massa…Massa… Quédese tranquilo que, tal como vienen las cosas, la elección la va a perder lo mismo.

II. A lo largo de mi vida me ha tocado ser testigo de muchas campañas electorales, motivo por el cual me considero con el cuero curtido en materia de sorpresas. Sin embargo, debo admitir que la actual exhibe una asombrosa e inquietante singularidad. En primer lugar, el candidato del peronismo es al mismo tiempo ministro de Economía y de hecho el presidente de la nación, porque el señor Alberto Fernández más que un ausente es un tachado, algo así como un cero al as, una absoluta nulidad política, mientras que la vicepresidente, es decir, la creadora real del actual esquema del poder oficial, exhibe su condición de condenada por corrupta y parece desinteresarse de las propias criaturas políticas a las que le dio vida porque su exclusivo interés es mover los recursos de poder que dispone para atender su delicada situación jurídica. De hecho, el presidente real de la Argentina es Sergio Massa. Presidente, ministro de Economía y candidato, tres condiciones a la que le incluye, para terminar de confundir a nuestro desolado turista sueco, la afirmación de que hay que votarlo a él para que todo cambie, concepto que enriquece acto seguido diciendo que “éste no es su gobierno”. ¿No les parece maravilloso? ¿No les parece un episodio digno del realismo mágico en sus versiones más bizarras? O la estampa  de una comedia italiana estilo “Pascualino siete bellezas”, “Los inútiles” o, por qué no, “Los cuenteros”, un título que seguramente a Massa lo haría vibrar de emoción. Y lo estimulante de todo esto, es que la comedia se despliega en un escenario inflacionario y con índices sociales calamitosos. La Argentina anda mal y cada una de las decisiones de Massa no hacen más que agravar la situación. ¿Puede alguien en estas condiciones, y con estas deudas sociales y políticas pendientes, aspirar a la presidencia de la nación? Parece que sí puede. Es lo que está intentando hacer. ¿Lo logrará? La racionalidad, la experiencia política, la propia historia, diría que no, pero en la Argentina a estas afirmaciones nunca conviene creerlas al pie de la letra. Parodiando a Borges, diría que la realidad suele ser tan misteriosa que hasta es posible que la Santísima Trinidad exista y Massa sea elegido presidente.

III. No suelo creerle a las encuestas, pero no me sorprendería saber que el 22 de octubre Milei sea el candidato que obtenga más votos. Dos interrogantes se abren a continuación: ¿Gana en primera vuelta? y, de no ser así, ¿contra quién debería competir: Massa o Bullrich? Falta una semana para las elecciones y el agravamiento de las condiciones económicas y sociales más las torpezas del peronismo parecen jugar a favor de Milei. La reciente bravuconada de Alberto Fernández fue un favor político al candidato de La Libertad Avanza, favor que nunca sabremos si nace impulsado por el resentimiento del presidente contra Massa o, porque, como le gusta decir a los amigos de las teorías conspirativas, hay un pacto secreto entre el peronismo y Milei. Vaya uno a saberlo. Lo seguro es que, conspiración o no, el que se victimizó fue Milei, y, ya se sabe, en estos pagos las víctimas suelen ganarse el corazón de la platea. Como me gusta “jugar” con los significados de las palabras y las escenas que ella son capaces de representar, no deja de resultarme familiar que así como Massa promete meter presos a los ñoquis de la Cámpora y, años después, reitera la misma frase para otros adversarios, Milei se apropia de la frase de Cristina y denuncia que intentan proscribirlo. No sé si estas conductas, las de Massa y Milei, son comparables políticamente, pero de lo que estoy seguro es que en ambas situaciones se manipula y se miente. Y en este caso, recurriendo a las mismas palabras, como si la aspiración de sensibilizar “el crédulo amor de los arrabales” fuera la constante.

IV. En más de una ocasión me referí a los desequilibrios emocionales de Milei, pero apenas Massa lanzó su propuesta del examen psicofísico para los candidatos, decidí retirar esa consideración, porque me resultaría imperdonable saber que mis hipótesis resultan funcionales a una propuesta, oportunista en el más suave de los casos, cuando no, cercana a la discriminación fascista. Dejemos a Milei entonces con sus “rarezas” y consideremos por ahora que lo suyo no es muy diferente a las excentricidades de otros candidatos ya que, como muy bien dijera alguna vez Orson Welles, para aspirar al poder político es necesario renunciar a lo que se considera “normalidad”. Milei dijo alguna vez que la diferencia entre un genio y un loco es el éxito. Puede ser. Pero le recordaría que ganar una presidencia de la nación es una labor esforzada, pero la condición de genio depende de otras consideraciones, consideraciones que por lo pronto Milei no dispone, porque si miramos su currículum académico y sus aportes a la ciencia económica, veremos que en ese campo es un desconocido y que toda su sabiduría alcanza para impresionar a plateas curiosas en algún panel televisivo; no mucho más. Yo soy de los que creen que en los procesos históricos ciertas condiciones sociales y económicas de una nación a veces se dan cita con el hombre oportuno. Milei sería, entonces, el hombre oportuno y en la hora oportuna, para una Argentina desquiciada económicamente y desencantada de la política. La pregunta a hacerse a continuación es si el hombre a quien sectores importantes de la sociedad consideran oportuno votar, es al mismo tiempo el hombre que les va a resolver sus problemas. Hago esta pregunta, porque en los momentos de crisis suelen abundar los malentendidos. Y no me parece descabellada la hipótesis de considerar a Milei ese malentendido, en tanto amplio sectores de la sociedad le asignan a él valores y méritos que podrían no ser los mismos que Milei supone tener. Este malentendido, esta desarticulación entre lo que el candidato quiere hacer y lo que la sociedad espera de él, suelen producir cortocircuitos políticos de consecuencias imprevisibles, por lo que sería interesante que antes de incursionar en desgracias mayores los votantes reflexionen a la hora de emitir el voto acerca del candidato que mejor puede representarlos, y acerca de las posibilidades y recursos de poder que dispone ese candidato para hacer posible sus promesas.                

Publicado en El Litoral el 14 de octubre de 2023.

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