domingo 6 de octubre de 2024
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Populismo tributario a contramano del mundo

El Gobierno acaba de anunciar cambios en el Impuesto a las Ganancias para trabajadores en relación de dependencia.

Si bien se enviará un proyecto de ley al Congreso para validar dichos cambios (que es quien tiene las potestades), desde octubre regirá un nuevo piso para el Impuesto a las Ganancias cuando se trate de trabajadores, pasando de los actuales $700.870 de salario bruto a $1.770.000 (+152%) el importe a partir del cual se deja de pagar el tributo.

Según fuentes oficiales, la cantidad de trabajadores y jubilados que pagan el impuesto son 701.928 (equivalente a un 7% del total de los trabajadores en relación de dependencia, cuando llegó a ser del 20% en el período 2020). Siempre según datos oficiales, si ese piso no se modifica la cantidad de retenidos aumentaría a 890.000 en diciembre.

Asimismo, con los cambios que propondrá el proyecto sólo quedarían alcanzados unos 90.000 contribuyentes.

Aun esperando las definiciones legislativas (en las que se suelen incorporar nuevas demandas y más parches), las distorsiones actuales en el Impuesto a las Ganancias de las personas humanas son muy significativas. Sin incluir componentes previsionales y de la seguridad social (que exceden al presente análisis), un trabajador que se encuentre en relación de dependencia, un autónomo o, para el caso de menores ingresos un monotributo, aportan al estado importes sumamente dispares y sin ningún tipo de lógica.

A contramano del mundo

Siendo Ganancias el impuesto progresivo por excelencia (pagan más quienes más ingresos generan), todos los países del mundo han priorizado su recaudación en los últimos tiempos, dándole preminencia frente a otros tributos que generan distorsiones mayores.

De acuerdo con información del Centro Interamericano de Administraciones Tributarias (CIAT), Argentina se encuentra entre los países que menor recaudación tributaria obtiene por gravar los ingresos de los individuos, en relación con su PBI. Con el proyecto en discusión, la brecha respecto al resto del mundo (incluidos los países de América Latina) puede ser aún más importante.

No sólo el nivel de recaudación es bajo, sino que también la cantidad de personas que pagan el impuesto en relación con el total de la población se encuentra entre los más bajos del mundo.

Las causas de la performance de nuestro país son varias, pero entre otras se pueden destacar.

A) un Mínimo No Imponible y deducciones muy elevadas para el trabajo registrado;

b) La existencia de un Régimen Simplificado (Monotributo) que genera importantes distorsiones y muy baja carga tributaria;

c) Exceso de Privilegios: trabajadores judiciales, petroleros, patagónicos, conceptos exentos en ganancias (por contar sólo algunos);

d) Bajas tasas efectivas para las rentas del capital y ganancias por tenencia; y

e) Alícuota marginal máxima menor a las típicas de OECD.

Obviamente que a estas razones se le deben añadir los graves problemas de informalidad que se registran en nuestro país (aunque en este caso no exclusivamente), cuyos orígenes son diversos, pero que no escapan a dos grandes causas: muy alta presión fiscal formal, así como también los problemas macroeconómicos a los que nuestro país nos tiene acostumbrados hace ya muchos años.

De acuerdo a datos de organismos internacionales que recopilaron información de América durante el período 2016-2018, Argentina es uno de los países de la región que registra mayor evasión comparada, teniendo un potencial de recaudación adicional del 45% de IVA y del 54,2% sobre el Impuesto a las Ganancias. Para el primer tributo es el segundo país con peor desempeño (detrás de México), ubicándose tercero en evasión del Impuesto a las Ganancias (detrás de Guatemala y Panamá).

Claro que lo que no se recauda desde el lado de los impuestos más progresivos, en un país crónicamente acostumbrado a gastar más de lo que recauda y en consecuencia a endeudarse de manera permanente, se lo hace desde el lado de los impuestos más distorsivos. Y acá podríamos afirmar que somos, lamentablemente, insuperables. Si sumamos el Impuesto sobre los Ingresos Brutos, al Comercio Exterior (especialmente las mal llamadas “retenciones”) y el Impuesto a las Transacciones Bancarias (comúnmente denominado “cheque”), estos tres malos y excepcionales impuestos que el mundo casi no aplica explican el 25% de la recaudación tributaria nacional.

Estos tributos, ocultos en cada uno de los costos de lo que produce nuestro país, se aplican mayoritariamente a las empresas, que son las que necesitamos para alentar la inversión, y con ello la creación de empleo formal y de calidad, que nos ayude a la generación de divisas genuinas para salir de la trampa a la que estamos sometidos.

Una discusión seria sobre un nuevo sistema tributario, que incluya el estudio de todos los costos laborales (incluyendo las Cargas Sociales), cierta homogeneización en el tratamiento fiscal de las personas humanas (asalariado, autónomo y monotributista), la simplificación de los costos de la administración tributaria a favor del contribuyente, aplicando tecnologías disponibles en todo el mundo y dejando de crear regímenes de cobros anticipados, la reducción y sustitución del Impuesto sobre los Ingresos Brutos por tributos menos distorsivos, junto con eliminación de los Derechos de Exportación y el Impuesto al Cheque, parece ser el camino para empezar a desenredar la costosa madeja tributaria a la que estamos sometidos. La política, sin embargo, sigue mirando de manera populista para otro lado.

Publicado en Clarín el 12 de septiembre de 2023.

Link https://www.clarin.com/economia/populismo-tributario-contramano-mundo_0_uajFoDsA3i.html

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