sábado 27 de julio de 2024
spot_img

Política y economía, o viceversa

Año electoral. Comienzo de campañas, grilla incompleta, candidatos asomando en un horizonte difuso. Todos encuestan, todos tienen una estrategia o al menos una hipótesis sobre sus fortalezas y debilidades. Al mismo tiempo, todos exhiben cierta incomodidad cuando les preguntan sobre que harán con la economía o cuál es su plan para detener la inflación.

No alcanza con distinguirse entre “drásticos y gradualistas”. No quedan gradualistas, la crisis los disuadió. Entonces los shockistas, es decir, los economistas profesionales que transitan los amplios callejones de la academia, la consultoría privada y la preparación de planes de gobierno se aprestan para el nuevo turno que comenzará en diciembre.

Las partituras son similares, no se oyen estridencias sinfónicas. Se aprecian tonos prudentes como un cuarteto de cuerdas en la música de cámara. Muchos han sido convocados por algún candidato presidencial que con responsabilidad aprecia que el día de su mensaje inaugural el horno no va a estar para bollos.

El formato imperante sería: los precandidatos a Presidente constituyen equipos de trabajo compuestos por experimentados economistas que llevan tiempo estudiando la realidad y trazando planes para salir de este infierno inflacionario y recesivo.

Al mismo tiempo, ellos -los economistas- planifican y se ponen a disposición de sus respectivos comitentes. De este modo se consagra una suerte de división del trabajo: los candidatos recorren el país y los canales para obtener las preferencias y los economistas se queman las pestañas diseñando las acciones prácticas indicadas por las leyes del arte y la experiencia comparada.

Sin embargo pareciera que la situación presente reviste una inusual gravedad. No alcanza con el dispositivo Luis XIV-Colbert, Alfonsín–Sourrouille o Menem–Cavallo. Es más complicado porque muy probablemente quienes hoy gobiernan aunque menguados serán oposición y ya los conocemos. El nuevo Presidente adquirirá poder y prestigio suficiente, recién cuando muestre resultados. El entusiasmo y la inercia del triunfo suele ser efímera.

La estrategia de estabilización, el programa de reformas estructurales, la apertura al comercio internacional y un fuerte impulso a la inversión nacional y extranjera son asuntos muy desafiantes. No se trata de que los jefes parlamentarios consigan los votos y construyan las mayorías. Esta vez hace falta más, mucho más. Hace falta un liderazgo de nuevo tipo, un presidente que haya hecho campaña con su programa, que emocione e interese a las fuerzas económicas y laborales asfixiadas por el modelo imperante. Una cultura, un sistema de ideas, una recuperación de la identidad de la Nación empeñada en modernizarse para no seguir deslizándose en la decadencia.

Sabemos que las campañas modernas son personalizadas y que los candidatos utilizan la primera persona del singular. Apelan a construir un vínculo estrecho con los destinatarios de su mensaje para lograr credibilidad y lucir sus destrezas.

Pero esta no es una elección en un país ordenado, por el contrario, las variables se encuentran estalladas y por lo tanto me atrevo a formular algunas consideraciones: a) afirmar la primacía de la verdad aunque parezca impolítica pues las consecuencias favorables de las reformas pueden tardar en apreciarse; b) el manejo del tiempo y la pedagogía de las reformas es principal para obtener resultados y c) se debe actuar de manera simultánea en terrenos muy diferentes que requieren gran precisión técnica y política. Deberán desplegarse muchos actores quienes serán escuchados por destinatarios diversos en el país y en el mundo.

La coalición que puede triunfar tiene varios candidatos principales integrantes de los partidos que la componen. Sus asesores económicos son muy destacados, se respetan entre sí y hasta diría que se estiman. Constituyen la cara visible de un campo de profesionales competentes en la ciencia económica con experiencia de gestión. Sus coincidencias horizontales son llamativas; sus diferencias, en cambio, son menores e instrumentales. A su alrededor y con ciertas reticencias a involucrarse en política, por razones evidentes y atendibles, está un gran número de profesionales también destacados.

Claro, que para obtener resultados lo principal es un buen Presidente. Los problemas de Argentina no se agotan en la economía, hay que construir un Estado, derrotar la pobreza, reformar la educación, garantizar la seguridad ciudadana, practicar una Política Exterior inteligente, respetable y creíble. No habrá verdadero liderazgo sin que se aborde en la campaña lo más complejo: difundir el mensaje de que sacar Argentina adelante es una empresa posible. Nada de especular con fusibles, nada de antagonizar a los equipos para usarlos en campaña y cambiarlos a bajo costo.

Los precandidatos deben competir resaltando sus virtudes, aprovechando incluso las desventajas de sus rivales, pero todos deben pertenecer a un sistema de ideas y de políticas que tengan consistencia. El poder es unitivo, los recursos públicos no se pueden dilapidar con simplificaciones. Todas las ramas y especialidades del gobierno deben ser armónicas y estar afinadas con las prioridades de la época.

El presente es un camino sin retorno. Otro rumbo resulta imperativo.

Publicado en Clarín el 3 de abril de 2023.

Link https://www.clarin.com/opinion/politica-economia-viceversa_0_vxUMZE3tix.html

 

spot_img
spot_img

Veinte Manzanas

spot_img

Al Toque

Fernando Pedrosa

La renuncia de Joe Biden: el rey ha muerto, ¿viva la reina?

David Pandolfi

Hipólito Solari Yrigoyen cumple 91 años

Maximiliano Gregorio-Cernadas

Cuando Alfonsín respondió a Kant