viernes 26 de julio de 2024
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Paris invadida por chinches y mosquitos

Parece que el cambio climático y el turismo han traído a la Ciudad Luz, tanto las chinches que causan grandes incomodidades como al mosquito transmisor del dengue, el zika y la chikungunya, cuyas consecuencias sobre la salud pública ya se hacen sentir. Ambos insectos se alimentan de sangre humana.

Este año Paris ofreció una postal similar a La Habana cuando servidores públicos comenzaron a fumigar parques y calles con la intención de eliminar el mosquito aedes aegitpis, vector de contagio de estas enfermedades tropicales, confirmando el arribo del dengue a Europa, que en 2022 registró más casos de dengue autóctono que en toda la década anterior. Los datos anuales más recientes del Centro Europeo para la Prevención y el Control de Enfermedades muestran que, en 2022, Europa registró 71 casos de dengue autóctono: 65 en Francia y seis en España.

El aumento marca tanto una incipiente amenaza para la salud pública como una correspondiente oportunidad para la industria farmacéutica, con sus vacunas y tratamientos contra el dengue, que es una enfermedad novedosa en el panorama sanitario europeo.

De hecho, sería una ampliación de mercado para industrias multinacionales de fármacos de las que los países tropicales en vías de desarrollo – y más afectados por estas endemias – podrían sacar ventaja ante el abaratamiento de costos y el aumento de la producción. Sin embrago, algunos especialistas afirman que podría pasar algo similar al abordaje del Covid, es decir, que el aumento del dengue en Europa podría producir una escasez de medicamentos que salvan vidas a quienes más los necesitan, porque las compañías farmacéuticas desarrollan herramientas que son menos efectivas en países donde la carga del dengue es mayor o porque las naciones ricas terminan acaparando estos medicamentos y vacunas.

Un ejemplo de esto último es la reserva nacional estadounidense de vacunas contra el ébola, que existe a pesar de que nunca ha habido un brote de ébola en el país.

Las enfermedades transmitidas por estos mosquitos han caído tradicionalmente bajo el paraguas de enfermedades tropicales desatendidas, un grupo de infecciones que afectan principalmente a países de bajos ingresos y luchan por atraer inversiones en investigación y desarrollo. Pero esto está cambiando.

Sibilia Quilici, directora ejecutiva del grupo de lobby de fabricantes de vacunas Vaccines Europe, dijo al portal POLITICO, que la revisión más reciente de los farmacéuticos encontró que aproximadamente el 10 por ciento se centraban en enfermedades desatendidas. Hay más I+D en esta área, afirmó Quilici.

Entre los principales fabricantes de medicamentos Moderna está analizando una vacuna candidata contra el dengue y ya tiene en proceso una contra el Zika.

Pero el hecho de que pronto haya mercados más grandes para las grandes farmacéuticas no significa que los productos serán adecuados para las poblaciones que han estado esperando años por estas herramientas. Mientras las vacunas serán centrales en los países ricos, los tratamientos son hoy la prioridad en los países pobres.

La Declaración de Berlín de la industria farmacéutica, una propuesta para reservar una asignación de producción de vacunas en tiempo real en caso de crisis sanitaria establece un fuerte compromiso – post Covid – para evitar el triste espectáculo de lo ocurrido durante la pandemia.

Por otro lado, el aumento exponencial de chinches, se debe a una tormenta perfecta de causas, como son el aumento de turismo a nivel global, exacerbado por un notable aumento en la circulación de personas y de sus equipajes, combinada con las altas temperaturas y la creciente inmunidad a muchos plaguicidas.

Pero las chinches, no son sólo una molestia cuando anidan en las camas, sus picaduras pueden causar una serie de síntomas dermatológicos, que incluyen irritación cutánea, enrojecimiento y una sensación de picazón intensa. El riesgo se magnifica cuando produce en su víctima reacciones alérgicas severas.

En este caso, la industria de plaguicidas está alerta, luego que después de la Segunda Guerra Mundial, las chinches fueran prácticamente erradicadas con el uso masivo del DDT, un veneno que, a su vez, está prohibido desde hace años por su alta toxicidad residual.

Según la agencia nacional de seguridad sanitaria francesa, entre 2017 y 2022 los hogares de ese país han gastado 230 millones de euros al año en tratar de expulsar este molesto insecto. Esta cifra incluye desinfecciones profesionales, el cambio del mobiliario afectado y muchas veces, la mudanza de la vivienda infectada.

En ambos casos, los efectos del cambio climático obligan al diseño de políticas públicas y movilizan a la industria para encontrar soluciones. Estamos reaccionando frente a los efectos de una causa sobre la que las política públicas han hecho poco, tanto en el nivel nacional como en el global.

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