En la semana más difícil para el gobierno analizamos la llegada de Sergio Massa al Ministerio de Economía con Pablo Lozada Castro.
La debilidad del presidente es cada día más manifiesta. ¿Cómo impacta el acecho permanente de la vicepresidenta en las instituciones, más allá de la figura de Alberto Fernández?
Indudablemente no ayuda a que haya mayor estabilidad en el sistema político, con el consecuente impacto que eso tiene en otras áreas como por ejemplo la económica. El presidente – como sabemos – partió de una anomalía para un presidencialismo y es que fue nominado por su vice, quién además logró conservar un núcleo duro al interior de la coalición, no así Alberto Fernández que nunca logró afianzar un espacio propio de poder y que poco a poco fue cediendo terreno hasta la situación actual donde su gestión fue intervenida por los gobernadores peronistas que apuntalaron el ingreso de Sergio Massa con el aval de Cristina Fernández y el apoyo de un sector del empresariado nacional, incorporación que contó además con un fuerte operativo de algunos medios de comunicación. Eso le dio aire a un gobierno que estaba con respirador artificial pero terminó de licuar la ya muy maltrecha figura presidencial.
Sergio Massa, nuevo protagonista de esta saga de traiciones, viene a salvar al gobierno o a posicionarse de cara a 2023.
Creo que Sergio Massa más que salvar al gobierno está intentando salvar su carrera política. Al momento del anuncio de su incorporación al Poder Ejecutivo era uno de los dirigentes de peor imagen pública a nivel nacional, de haber continuado presidiendo la Cámara de Diputados habría seguido absorbiendo los costos de una muy mala gestión presidencial sin posibilidad de posicionarse como candidato de cara al 2023 o mantener algo de su capital político. Pero para eso necesita lograr estabilizar la situación económica en un contexto de suma dificultad, si bien inicialmente parecería que su designación trajo algo de calma luego de dos semanas muy difíciles para el gobierno, los problemas – y las restricciones – siguen ahí y no se van a solucionar saraseando.
Esta semana el juicio por la obra pública entra en una fase de definiciones. La vicepresidenta acaba de ser acusada en el alegato fiscal de ser la jefa de una asociación ilícita. ¿Qué reacción podemos esperar como reacción por parte de Cristina Kirchner y de sus seguidores?
Si uno se guía por lo sucedido anteriormente, muy probablemente haya una campaña para instalar la idea de una persecución política hacía Cristina Fernández. En esa dirección es factible que en los próximos días sus seguidores concentren sus dardos sobre el Poder Judicial buscando deslegitimarlo de cara a la opinión pública, también es probable que desde ámbitos institucionales se busque ejercer algún tipo de presión sobre los funcionarios judiciales y de avanzar con los proyectos de reforma de la justicia, aunque difícilmente esos proyectos prosperen.
¿Cómo ves a la oposición en esta nueva coyuntura?
Es difícil hablar de la oposición como un todo, por un lado creo que el principal espacio opositor hoy es Juntos por el Cambio, no sólo por su potencial caudal electoral sino también por los espacios institucionales que ocupa, bloques legislativos, gobernaciones, intendencias y organismos de control; y eso es una buena noticia para la gobernabilidad en un contexto de crisis como el actual dado que es una coalición que está actuando con bastante responsabilidad – más allá de las tensiones internas que también tiene – como quedó reflejado en el apoyo brindado oportunamente a nivel legislativo para la aprobación del acuerdo con el FMI, que fue rechazado por los sectores del kirchnerismo más duro de la coalición oficialista. Sin ese acuerdo seguramente hoy la situación sería mucho peor, y eso es decir mucho.
Por otra parte hay un sector de la oposición encabezado por los sectores libertarios que tienen una escasa representación legislativa y que no gobiernan provincias ni municipios, que habitualmente efectúan propuestas que serían de muy difícil implementación pero que en un contexto de crisis como el actual, y ante el más que justificado malestar social, suman adeptos.
En ese sentido creo que Juntos por el Cambio tiene el desafío de constituirse en una gran opción de centro, reformista, que nuclee a los sectores que encarnen una socialdemocracia moderna y a los sectores que encarnen las mejores tradiciones del liberalismo, y ahí es donde considero que se debe disputar la apropiación conceptual del liberalismo que han hecho los autodenominados libertarios, dado que muchas de sus posiciones guardan una profunda cosmovisión conservadora en materia de derechos individuales y sociales, sin mencionar lo disparatadas de algunas de sus propuestas.
¿Hay una oposición responsable y otra que no lo es?
Volviendo a tu pregunta, creo que los sectores responsables de la oposición tienen como desafío – valga la redundancia – ejercer una oposición razonable, es decir, acompañar a nivel legislativo aquellas iniciativas que puedan ayudar a comenzar a revertir el actual estado de situación, y tratar de bloquear cualquier tipo de medida irresponsable o que pudiera poner en tensión las normas de procedimiento dentro de un régimen democrático, además de constituirse como una alternativa de cara a la elección del próximo año.
De los sectores irresponsables de la oposición sólo podemos esperar planteos estrambóticos – que en un contexto de crisis como el actual pueden tener eco en una parte de la ciudadanía que está enojada con la dirigencia política – y ahí también existe un desafío para los dirigentes responsables de la oposición que deberán cumplir un rol pedagógico explicando los peligros de tomar por determinados caminos, planteando cómo hay que integrar de manera inteligente nuestra economía al mundo.
Encontramos un escenario donde el peronismo parece haber perdido el control de la calle y, a la vez, dividido en múltiples facciones de poder. La CGT busca ganar protagonismo con la marcha del 17 de agosto. ¿Crees que lo logrará?
Si miramos la foto te diría que los sindicatos siguen teniendo peso, sobre todo porque mantienen su capacidad de ejercer presión. Pero si miramos la película es claro que producto de los profundos cambios que se dieron en las últimas décadas sobre la estructura económica y social de nuestro país han perdido parte de ese peso, no dejaron de ser un actor relevante con capacidad de movilización, por tanto es posible que garanticen la concurrencia para el 17 de agosto.
La pregunta es si esa movilización tiene carnadura a nivel social, y ahí tengo mis serias dudas. Por un lado los sindicatos son instituciones que no gozan de buena prensa en gran parte de la sociedad, y a diferencia de décadas pasadas ya no son tal vez un vehículo de representación de los trabajadores de los sectores populares, porque gran parte de los que eran trabajadores sindicalizados de los sectores populares en los grandes conglomerados urbanos – como por ejemplo el conurbano bonaerense – hoy son cuentapropistas o se mueven en el ámbito del trabajo no registrado, o son beneficiarios de planes sociales. En el último caso tal vez su representación mutó desde los sindicatos hacía las organizaciones sociales con base territorial, y no todas esas organizaciones necesariamente responden al gobierno y básicamente no responden a los líderes sindicales.
También es altamente probable que algunas de las organizaciones sociales vinculadas al gobierno sigan tomando distancia de las medidas de austeridad.
¿Qué representa el nuevo equipo económico?
En un primer momento aire que le permitió al gobierno salir de una situación política extremadamente complicada, pero como te decía antes, los problemas económicos y las restricciones para resolverlos siguen ahí.
Tenemos un cuarenta por ciento de la población en situación de pobreza, alto desempleo, una tasa de inflación que la mayoría de las estimaciones calculan que puede rondar el ochenta o el noventa por ciento para este año. Un Banco Central con escasas reservas, alto déficit fiscal, tarifas atrasadas, tipo de cambio oficial atrasado y una brecha superior al cien por cien con los dólares financieros, con una base monetaria que se expandió sideralmente producto de la emisión de los últimos años.
Están dados todos los condimentos para una crisis de dimensiones mayúsculas que es lo que hay que tratar de evitar porque nos llevaría a una situación mucho peor.
Por otra parte al día de hoy el nuevo ministro no logró terminar de armar su equipo, en los primeros días luego del anuncio de su incorporación al gabinete se especulaba con nombres de peso, pero ninguna de esas figuras se sumó al equipo económico y en las últimas horas tuvimos un nuevo capítulo con el anuncio de la designación de Gabriel Rubinstein que todavía no sabemos si terminará de plasmarse.
Pero las preguntas que cabrían hacerse son si Sergio Massa logrará impulsar las correcciones que se necesitan para evitar esa tormenta.
Aceptará el núcleo duro del kirchnerismo sostener en el tiempo políticas de austeridad? reducirá las retenciones al campo? tomará medidas que perjudiquen al sector del empresariado nacional que creció al calor de la protección del Estado y que auspició su llegada al ministerio? retraerá el gasto público en un año electoral? aceptarán los gobernadores que le dieron su apoyo un ajuste fiscal que incluya a las provincias? logrará realizar la fuerte actualización de las tarifas que anunció?
Por último, aceptará mansamente Alberto Fernández su destino de cumplir un rol ceremonial hasta el final de su mandato o intentará presionar a través de sus atribuciones institucionales para incidir en la toma de decisiones?
Todo eso abre una serie de interrogantes que sólo vamos a poder responder a medida que su gestión avance y comiencen a conocerse las medidas y ver su implementación. Lo que está claro es que ésta es la última carta fuerte que le queda al oficialismo y que difícilmente nuestro país vaya a recibir las inversiones que necesita por el sólo hecho de haber cambiado al Ministro de Economía, para que eso suceda es necesario construir confianza y eso lleva tiempo, el tiempo que un gobierno que está prácticamente en retirada no tiene. La pregunta del millón es qué tan ordenada, o desordenada, será esa – muy probable – salida.