Mónica Marquina es la segunda candidata a diputada nacional en la lista Adelante Ciudad, que compite en la PASO de Juntos de la ciudad de Buenos Aires. Especialista en educación, coordina la comisión que trata esos temas en la Fundación Alem.
Durante 2020 el trabajo de la Fundación Alem por de un regreso a las clases presenciales impulsó gran parte de los reclamos en ese sentido. ¿Qué balance haces a más de un año del inicio de la pandemia y siendo nuestro país uno de los que más tiempo tuvo sus escuelas cerradas?
La gestión educativa de la pandemia, como la gestión general de la misma, fue muy mala a mi criterio. El gobierno estuvo falto de reflejos a lo largo de esos meses que se fueron estirando sin una meta clara para la gente. Si bien al comienzo era razonable la improvisación porque nadie esperaba una pandemia, con el tiempo siempre fue corriendo atrás de los acontecimientos. Por ejemplo, es inexplicable cómo al día de hoy hay edificios escolares que no están en condiciones de ser habitados en las condiciones de seguridad necesarios. O cómo al día de hoy no existe un sistema nacional de información que permita saber de manera exacta cuántos chicos y chicas abandonaros la escuela, y quiénes son.
Lo que pasó desde mi experiencia de trabajo por volver a las aulas desde la Fundación Alem fue único. Es lo que hoy intento interpretar como la buena política. En abril comenzamos a preocuparnos por cómo transitar un camino que permitiera salir de la cuarentena de manera ordenada, desde la comisión de Ciencia y Tecnología en donde Adolfo Rubinstein tuvo un rol protagónico. Con el paso de los meses elaboramos diversos informes que incluían la preocupación de los efectos de la cuarentena en la educación, y en agosto de 2020 desde la Comisión de Educación elaboramos el documento “Volver a las Aulas”, en donde proponíamos 15 puntos que permitían empezar las clases en octubre o noviembre, de manera experimental, aplicando modelos de organización que luego permitieran un comienzo generalizado en febrero 2021. A la vez, nuestro trabajo se articuló con el proyecto de Ley de “Emergencia Educativa” presentado por la Diputada Nacional Brenda Austin, con el acompañamiento de muchos diputados y diputadas de Juntos por el Cambio. Ese proyecto pretendía poner en práctica las condiciones necesarias para salir de la emergencia, en coincidencia con los 15 puntos del documento. Y finalmente, al trabajo articulado de la Fundación Alem y los legisladores se sumaron las demandas y propuestas de los “Padres Organizados” y los docentes de “Abramos las Escuelas”, constituyendo un entramado en el que diferentes sectores sociales y políticos trabajaron coordinados hacia un mismo objetivo: que los chicos y chicas de la Argentina puedan ir a la escuela de forma presencial para poder pasar al segundo desafío, cómo recuperar aprendizajes.
¿Qué lugar tendrá la educación en la campaña? ¿Qué lugar le dará la UCR en este sentido?
La educación es uno de los temas que más afectó a la población, junto con la salud y la economía, y por tanto genera preocupación e interés. Un año 2020 con los chicos en casa, y un 2021 con esquemas bimodales, en pequeñas burbujas, cuando no educación remota total, han complicado la vida de las familias, las que tuvieron que organizarse para poder trabajar y tener a los chicos en casa, o la de familiares. Hasta incluso se organizaron en algunos sectores sociales jardines alternativos, cuando se habían reducido las restricciones, pero aún las escuelas no estaban en condiciones de abrir. Las familias se dieron cuenta, quizá más que los responsables públicos, del grave daño de un año medio sin clases, lo que explica su presencia en la calle y la movilización a través de las redes. Por eso creo que, como dije en enero de este año en este medio, el tema educativo define la política del año, aún a costa de parecer exagerada.
Atenta a estas demandas, desde el radicalismo surge la lista Adelante Ciudad que, a diferencia de otras opciones, fue armada con un criterio de atender a estos grandes temas que preocuparán a la sociedad al menos en los próximos cuatro años. Esta lista de diputados y diputadas de la que tengo el honor de ser parte, en segundo lugar, está conformada por perfiles no comunes en el armado tradicional de listas, ya que combinan perfiles de especialistas en los temas que preocupan, líderes de iniciativas y proyectos sociales con impacto en el territorio y experiencia parlamentaria, y que a la vez tienen una vocación y compromiso por la política como medio para construir una sociedad con igualdad y libertad, valores que muchos creen que son difíciles de conjugar. Creo que es la única lista que lleva a la educación como tema prioritario con una especialista en segundo lugar. Y que coincide con la de Facundo Manes en llevar como precandidato número uno a Adolfo Rubinstein, en ambos casos médicos comprometidos fuertemente con la salud pública y con el derecho equitativo a su acceso por parte de la población. Y para rematar, fiel reflejo de su compromiso por los valores de la república y el democrático funcionamiento de los poderes y las instituciones, contamos con Facundo Suárez Lastra, un legislador de notable presencia en la defensa de estos principios en el Congreso, y de Luis Brandoni, un defensor de los mismos a lo largo de su vid política y cultural y en los últimos años, en la calle con la gente.
¿Te definís como educadora o como militante de la educación?
Luego de 33 años de militancia en la UCR creo que es imposible escindir esos perfiles que hacen a mi identidad. Soy una educadora que tiene como principal valor en el ejercicio de la profesión el de formar para la autonomía del pensamiento. Vista de esta manera, la educación es emancipatoria, y no sólo un motor de la movilidad social. El gran desafío docente es formar en el pensamiento crítico, lo que implica ver a quien aprende como un sujeto a quien hay que dotar de valores, saberes y herramientas para que construya su propia experiencia de formación. Y concebir al que enseña como alguien que tiene sus valores y creencias, como toda persona, y la virtud de no ponerlas en juego de manera absoluta en el acto de educar. Siempre digo en mis clases que mi principal objetivo es que se vayan con más preguntas que respuestas cerradas. La duda y convivencia de múltiples respuestas inquietan, y promueven ganas de saber más. Por el contrario, las certezas en base a verdades reveladas, no son más que adoctrinamiento. Creo que esta mirada da cuenta de que me siento una educadora militante de la educación.
Pareció que el gobierno se movió más por cuestiones políticas que por las recomendaciones de los especialistas respecto a la no presencialidad. Hoy, cuando el gobernador de la provincia de Buenos Aires anuncia la presencialidad en las escuelas del ámbito de la provincia de Buenos Aires (y lo mismo sucede en otros distritos) se consolida esa hipótesis. ¿Crees que repercutirá electoralmente o es un manotazo de ahogado impulsado por el ministerio de educación?
Parte del mal manejo de la cuarentena eterna educativa tiene que ver con que el gobierno colocó a la educación en la grieta, de la misma forma que lo hizo en otros ámbitos, sin ir más lejos, con los llamados “runners”. La inoperancia en la gestión de la emergencia provocó que las autoridades provinciales miraran más lo que hacía el vecino, en lugar de pensar en cómo resolver su propia crisis. Y a partir de allí, una apelación al recurso del miedo en la población, ese miedo que paraliza y no permite avanzar. En el año 2020 el miedo fue transmitido no sólo desde el gobernador y sus secretarios. Muchos dirigentes gremiales fueron los vasos comunicantes del miedo en las escuelas, al punto que se paraban en la puerta para aterrorizar a los padres que llevaban a sus hijos, bajo la idea de escuela abiertas casi asesinas. Se llegó al punto de manipular la evidencia que abundaba en el mundo (e incluso en los datos oficiales) sobre que las escuelas no son principales ámbitos de contagio. Provocaron que científicos militantes (muy diferente a militantes que hacen buena ciencia) elaboraran informes sesgados, con el simple objetivo de paralizar y convencer que aquello que se comenzaba a hacer bien en algunos distritos, eran rotundas irresponsabilidades. Hoy los datos de junio de 2021 que se pueden acceder a través de la página del Ministerio de educación muestran un 1,3% de casos positivos reportados en presencialidad, para el caso de estudiantes, y un 5,5% para el caso de personal de las escuelas. Valores probablemente no muy diferentes a los de otros sectores de trabajadores, sin contar por supuesto al personal de la salud, los cuales son muy superiores. No haber concebido a la educación como una actividad esencial fue al comienzo un error, pero luego un capricho político. Creo que la mejor manera de resolver el estado actual de la situación, incluso ante la latente amenaza la variante Delta, es sacar a la educación de la grieta, y generar confianza en la población acerca de que es posible una gestión responsable de la educación en pandemia que no sea la mera parálisis. Sobre todo si, como creemos, las olas de propagación seguirán sucediéndose por mucho tiempo. Nadie, a esta altura, debería pensar que la solución es cerrar las escuelas como primer recurso, como si nada hubiera pasado en el último año. Miremos al mundo, planifiquemos, tratemos de salir de la trampa de optar por “salud o educación”, una aparente antinomia que demostró ser falaz.
¿Hay un modelo educativo al que creas que el país pueda aspirar en el mediano plazo?
Creo que si hay algo positivo que pueda rescatarse luego de estos 16 meses de educación remota y bimodal es reconocer que el uso que se ha hecho de la tecnología en la pandemia puede ser una oportunidad para pensar nuevas formas de enseñar y aprender en el aula, cuando recuperemos alguna forma de “normalidad”. Si creemos que las tecnologías han llegado al aula para quedarse, hay que pensar en un cambio de paradigma en los diferentes planos del sistema educativo. Significa asegurar las condiciones edilicias y tecnológicas básicas en cada escuela. Implica darles saberes y herramientas a los docentes, que en todo este tiempo no fueron debidamente reconocidos en sus mayoritarios esfuerzos por sostener la educación a pesar de todo. Asegurar a las familias de sectores vulnerables las condiciones de conectividad y dispositivos. Y principalmente, diseminar en todo el sistema un cambio de paradigma que tenga a los y las estudiantes como principales protagonistas de un aprendizaje que ya no monopoliza la escuela. El desafío es como lograr la complementación entre fuentes de información y enseñanzas diversas, colocando a la escuela como ámbito de encuentro y a los y las docentes como articuladores indispensables de este nuevo entramado.