miércoles 24 de abril de 2024
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Mónica Marquina: Cuarentena educativa

 

Hace seis meses que las escuelas están cerradas, la educación, no parece ser una actividad esencial.

La discusión entre la nación y la ciudad sobre la apertura educativa, puso en el tapete la crisis de la educación argentina en su conjunto. La ciudad, quiere ir abriendo las escuelas de a poco, para atender a los más de seis mil estudiantes que perdieron vínculo educativo, con una propuesta de acceso en pequeños grupos para conectividad y acompañamiento docente. La nación por su parte, se niega a dar esta autorización, con el argumento de la protección de la salud de la población, en una zona que todavía hay alta circulación de virus, pese a que la curva está achatada pero alta. Este es un caso muy particular, de una realidad muy compleja de todo el país, que tiene un común denominador, hace seis meses que las escuelas argentinas están cerradas.

Allá por marzo, se recurrió a la virtualidad de manera acertada, como una forma de mantener la continuidad educativa, pese a que algunos sectores se negaban a este recurso, bajo el argumento que la presencialidad era irreemplazable. Algunas provincias en estos meses mantuvieron un vínculo educativo con sus estudiantes, otras lo hicieron de manera esporádica y en algunos casos nula.

La nación por su parte, convocó a una comisión de expertos, promovió acuerdos en el consejo federal, produjo cuadernillos y encargó encuestas, pero los resultados están hoy a la vista, más de un millón de estudiantes perdieron un vínculo con la escuela, podemos decir, que abandonaron el sistema educativo.

En algunas provincias cuatro de cada diez, no se conectaron. La mitad de los estudiantes, que sí se conectaron, lo hacen apenas con un celular, y tres de cada cuatro tienen un único dispositivo en todo el núcleo familiar. Incluso aquellos estudiantes que sí están conectados, ya muestran la insatisfacción de mantener este vínculo después de tanto tiempo. Pareciera que la virtualidad, llegó a un límite. Pero las cosas parecen estar muy parecidas que hace seis meses, con una diferencia, aquellos que estaban en contra de la virtualidad como recurso en marzo, hoy se aferran a ella y no permiten pensar en nuevas salidas para la apertura educativa. Por su parte, no se ven programas nacionales que estén pensando en apoyar la apertura a la escuela en los próximos meses, se piensa en el 2021, cuando todavía faltan cuatro meses para terminar el ciclo lectivo. Las soluciones tienen que ser variadas, pero tienen que plantear pisos de condiciones mínimas, y no techos que no se puedan traspasar.

Se abren restaurants, casinos, se permiten reuniones al aire libre, pero los patios y los espacios lindantes de las escuelas, no están en la lista, la educación, no parece ser una actividad esencial. Podría pensarse una apertura de los edificios, para ver qué pasó con ellos en estos meses, permitir el acceso de los y las trabajadoras, personal de mantenimiento, directores, docentes, que no sean grupos de riesgo, para empezar a planificar las condiciones sanitarias, pedagógicas y tecnológicas, para una apertura en el corto o mediano plazo.

Los y las docentes como hacen los enfermeros y los médicos, podrían reunirse en sus lugares de trabajo, para pensar la apertura, para intercambiar las experiencias que tuvieron en este tiempo, para programar actividades, y de a poco allí donde se pueda, permitir el acceso a los chicos y las chicas, que no pueden conectarse, y que tanto quieren volver a la escuela.

La educación, es una actividad esencial. La escuela ocupa un lugar fundamental en la vida social, no solo porque educa, sino porque es el nexo de muchísimas otras funciones, detecta situaciones familiares complejas, provee alimentación, hace muchísimas otras cosas. Tenemos que volver a poner la escuela de pie, y hay que pensar en soluciones variadas, pero rápidas, porque es necesario, de vuelta, poner a la educación a la cabeza, de la vida social de todos los argentinos.

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