Desde Israel, el presidente mostró una captura de pantalla sobre un pasaje del Antiguo Testamento. Lejos de interpretarlo como un mensaje para moderar la política local, el mandatario busca erigirse en Mesías pero la realidad puede ser bien otra.
El conductor del pueblo no se pone por encima de los que tiene que orientar y dirigir. Pensemos por caso las últimas palabras del expresidente Piñera: “Salten ustedes, si saltamos juntos el helicóptero nos caerá encima y moriremos todos”. Y pereció solo poniendo a salvo previamente a los suyos.
Si vamos a citar textos religiosos, seamos serios.
Tengamos en cuenta a un Mesías que ordenaba repartir las riquezas, compartir con amor los bienes con el prójimo y les advertía a los ricos que no iban a entrar al Reino de los Cielos.
Lejos de ser peronista, Jesús ponderaba la responsabilidad fiscal: “Den al César lo que es del César”. Nota clara para los evasores y para los fariseos: ojo para los que pretenden sacar ventaja en situaciones de crisis y para los que se crean dueños de la verdad. Y ojo también para los comerciantes inescrupulosos, porque serán expulsados a latigazos del templo de Jerusalem.
También tenía Jesús amonestaciones para los corruptos: los que le robaban al pueblo debían devolver, como en el caso del recaudador de impuestos, cuatro veces más de lo que habían perpetrado.
Durante la larga marcha por el desierto del pueblo de Israel, desde la esclavitud de Egipto hacia la tierra prometida, sonaban discursos agoreros de profetas del pasado, igual que ahora, había personas que se quejaban de las inclemencias del tiempo, del hambre y de la sed y proponían volver a Egipto, donde si bien eran esclavos, abundaban las ollas de carne y el agua para beber. No ponderaban en la agenda el don de la libertad. Nótese que hoy tenemos predicadores que nos dicen lo bien que la pasábamos en el menemismo o con la dictadura. ¡Volvamos atrás en el tiempo que la pasábamos mejor!
Menem, un corrupto del que pensamos que no podría haber uno peor, aunque Argentina siempre te va a sorprender, quien regaló por dos monedas las empresas públicas y sentaba diputruchos en un escaño para hacer privatizar Gas del Estado, sabía algo más de política que los actuales pasantes del gobierno argentino.
El riojano contaba los porotos antes de votar una ley y si no le alcanzaban sentaba a un camarero de la honorable cámara antes que darse por derrotado. Ni los griegos ni los troyanos la pasaron bien citando a las fuerzas del cielo en su contienda mítica, favoreciendo a unos y a otros, terminaron todos perjudicados: camarero sentado a tiempo mata a fuerza del cielo de dudosa simpatía.
Argentina está transitando un arduo camino por el desierto. Desde la recuperación de la democracia han pasado algo más de cuarenta años. Créase o no, es la misma cantidad de años que demoró Israel, míticamente, ya que la Biblia no es un libro de historia, en arribar a la tierra prometida.
Ninguno de quienes salieron de Egipto llegó a entrar a la Tierra Prometida. Se perdió al menos una generación en el camino.
Israel como pueblo cometió errores, Moisés como conductor también. Moisés era el intercesor entre Dios y el pueblo. Complicada la tarea de Moisés: interceder entre un pueblo impaciente y con necesidades y un Dios que a veces se presentaba estricto con su pueblo ante la idolatría. No por otra cosa el primer precepto de la Ley es: “No tendrás otros dioses delante de mí”. Parece ser que en aquellas épocas fundacionales de la sociedad humana la idolatría estaba a la orden del día.
Me voy a atrever a afirmar que Alfonsín fue un conductor al estilo de Moisés, el que emprendió la marcha del pueblo por el desierto. Lo perdimos en el camino y después de muerto fue fácil venerarlo. Lo que era difícil era no reclamarle todo lo que se nos debía como sociedad y que no había sido Alfonsín quien nos lo había arrebatado.
Quédense tranquilos, no pienso comparar a Alfonsín con el último pasante que los argentinos eligieron como titular del ejecutivo.
Si voy a afirmar, como cosa mía, que de Alfonsín para acá el declive intelectual de los electos es una especie de tobogán nefasto que nos va sumergiendo en el barro.
Volvamos al becerro de oro. El pueblo tenía la opción del bien común, de seguir la marcha, de esperar a Moisés con la tablas de la ley.
Pero no. Perdieron la paciencia y pretendieron tirar todo por la borda.
Se armaron un becerro con el hartazgo que juntaron y pretendieron adorarlo.
Como cuando ponderas a un incapaz y ponés las esperanzas en un pasante que no hubieras elegido para administrar tu consorcio.
Con el diario del lunes, había dos o tres incapaces para elegir y el electorado terminó escogiendo entre incapaces (teléfono para los que a veces con suma soberbia nos creemos capaces y necesarios).
Los argentinos vamos a fingir demencia y seguir para adelante.
Los textos bíblicos, para ser leídos con responsabilidad y para que nos enseñen algo, deben ser analizados exegética y hermenéuticamente. Si para algo estoy seguro que no sirven los textos bíblicos, es para justificar mis pequeñas y miserables acciones y circunstancias. Eso solo lo hacen los sectarios.
En este momento no tenemos un Moisés que baje del monte y recrimine al pueblo su comportamiento errado.La mayoría de este pueblo eligió un becerro de cartón.
El expresidente Piñera declaró una vez: “Apoyen al presidente Boric, porque Chile está primero”.
Cuánto añoramos esas declaraciones de grandeza de este lado de la cordillera, de parte de todos nuestros representantes.
Es hora de señalar que el rey está desnudo, que el becerro es inútil, que el camino es árido y desalienta, que tenemos una enorme responsabilidad, sobre todo los que adherimos con nuestra vida y todo lo que somos a un sistema de valores al que no pensamos renunciar.
Nuestra marcha por el desierto será más larga que la del pueblo de Israel. No es necesario viajar hasta medio oriente para llorar en nuestro propio muro de los lamentos.