domingo 22 de diciembre de 2024
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Milei: lea esto y después hablamos

Bostezo cuando oigo a una persona de izquierdas acusar a alguien de ser “fascista”. La palabra ha sufrido tal desgaste en boca de los camaradas que ha perdido todo valor. Imagínense las llantas de un coche que no han sido cambiadas desde los años 30 del siglo pasado.

Pero cuando veo en el diario que el insulto “fascista” proviene de una persona de derechas me froto los ojos y leo la frase dos veces. O, en el caso reciente de dos generales norteamericanos retirados, cinco o seis. Lo asombroso, y a la vez admirable, es la excepción que ofrecen a la regla de que cada uno ve el mundo únicamente desde su perspectiva tribal.

Hoy vuelo a Washington a cubrir las elecciones presidenciales del 5 de noviembre. Nadie me va a acusar de objetividad. Confieso que en este tema soy otro polarizado más. Llevo desde 2016 repitiendo hasta el agotamiento (lo sé, lo siento) que Donald Trump no solo es el candidato presidencial más aberrante de la historia de Estados Unidos, sino que representa un peligro para la democracia y para la paz mundial.

Mi misión imposible es convencer a aquellos que no lo tiene tan claro. Necesito creer que la mayoría de los lectores de esta columna están conmigo, pero quizá les resulte útil lo que les voy a contar en el caso de que se encuentren con alguien que no se alarma ante la posibilidad de que Trump vuelva a la Casa Blanca, o que está a favor de que lo consiga.

No soy yo el que dice lo siguiente, es John Kelly, general retirado de los Marines y jefe de gabinete del presidente Trump entre el 31 de julio de 2017 y el 2 de enero de 2019.

“Es cierto que Donald Trump es de extrema derecha,” declaró Kelly esta semana en una entrevista con the New York Times. “Es cierto que es un personaje autoritario, que admira personas que son dictadores …es cierto que entra en la definición general de lo que es un fascista.”

Para aclarar que no estaba utilizando la palabra con ligereza, Kelly agregó: “Veamos la definición del fascismo: autoritario y de extrema derecha, ideología política ultranacionalista, movimiento caracterizado por un líder dictatorial, autocracia centralizada, militarismo, supresión de la oposición por la fuerza.”

El otro general al que se le ha atribuido la misma idea es Mark Milley, número uno del estado mayor conjunto de Estados Unidos durante los últimos 15 meses de la presidencia de Trump. Su ex comandante en jefe, dice Milley, es “fascista hasta la médula” y “la persona más peligrosa del país”.

Las citas salen en un nuevo libro de Bob Woodward, el periodista cuyas investigaciones del famoso caso Watergate resultaron en la caída del presidente Richard Nixon en 1974. Milley no niega haberlas dicho.

Pero hay más. Sigamos acumulando los argumentos contra Trump de sus antiguos aliados o de los que mejor le conocen.

Dick Cheney, el vicepresidente republicano que llevó a Estados Unidos a la guerra en Irak, admitió el mes pasado que votaría por Harris. “En los 248 años de historia de nuestro país,” explicó, “nunca ha habido un individuo que represente mayor amenaza a nuestra república que Donald Trump.”

¿Quieren más ejemplos? (Me dirijo, entre otros, a Javier Milei, Boris Johnson, Beniamin Netanyahu y el príncipe saudí Mohamed bin Salman.) Bueno, ¿qué tal Mike Pence, el que fue vicepresidente de Trump?

“Cualquiera que se coloca por encima de la Constitución,” declaró, “no puede ser presidente”. Pence se refería al asalto al Capitolio que Trump instigó el seis de enero de 2021. Agregó: “No puedo en conciencia pedir el voto para Donald Trump.”

Sigamos con John Bolton, más halcón que Cheney, el consejero de seguridad nacional de Trump entre abril de 2018 y septiembre de 2019: “Trump no es apto para ser presidente. Para él todo es episódico, anecdótico, transaccional…Si sus primeros cuatro años fueron malos, cuatro mas serán peores.”

Lindsey Graham, senador republicano: “Es un fanático racista y xenófobo”. Graham luego dio marcha atrás y hoy apoya a Trump. Otro que ha dado el mismo giro, el también cínico senador republicano Ted Cruz, dijo de Trump a principios de 2016: “Es un mentiroso patológico.”

Aquí va uno bueno, Arnold Schwarzenegger, ex actor de cine, ex gobernador republicano de California: “Trump buscó un golpe de Estado engañando a la gente con mentiras.”

Otros detractores de Trump, todos los cuales trabajaron junto a él en la Casa Blanca, incluyen a Rex Tillerson, su secretario de estado; James Mattis, su secretario de defensa; Bill Barr, su fiscal general; Anthony Scaramucci, su jefe de comunicaciones; H. R. Macmaster, uno más de sus consejeros de seguridad nacional. O sea, prácticamente la totalidad del antiguo gabinete de Trump.

Hay más, pero dejémoslo ahí. Si existe un mínimo de lógica en este mundo, los argumentos de estos señores deberían servir para refutar de una vez y por todas la noción de que los anti Trump hemos sucumbido a un trastorno mental, o que estamos motivados por la ideología.

Pero por si acaso, apoyo una inicitiava que algunos en Estados Unidos proponen. Que todos los aquí mencionados ofrezcan una rueda de prensa conjunta. Que se presenten ante las cámaras como el coro de la Novena Sinfonía de Beethoven y clamen con una sola voz contra la grotescamente factible posibilidad de que el cada día más senil payaso naranja vuelva a ocupar el puesto más poderoso de la Tierra, o el segundo más poderoso si uno cree en Dios.

¿Cómo reponderían los 70 y pico millones de ciudadanos que piensan votar por Trump dentro de nueve días? Con lo de siempre, me temo. Se cerrarán los ojos, se cubrirán los oídos y chillarán “¡No lo creo! ¡No lo creo! ¡No lo creo!” O recurrirán a la banal alternativa derechista (¿vos también, Milei?) y denunciarán a los generales Kelly y Milley, a Dick Cheney, a Mike Pence, a Arnold Schwarzenegger y compañía como viles traidores “comunistas”.

Publicado en Clarín el 27 de octubre de 2024.

Link https://www.clarin.com/opinion/milei-lea-despues-hablamos_0_ZXFs5Px78h.html

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