Apoco más de dos semanas de que finalice 2024, el gobierno de Javier Milei puede ir preparándose para descorchar el champagne y celebrar un gran año. Menos de 24 horas después del discurso televisado por cadena nacional, que, en el contenido, aunque no en las formas fue lo más cercano al “estado de la Unión” de los presidentes norteamericanos, el Gobierno pudo celebrar la cifra más baja de inflación mensual desde julio de 2020. Sobran los motivos de festejo para Milei.
A pesar de contar con una exigua representación legislativa, pudo aprobar iniciativas claves, evitar el rechazo de decretos de necesidad y urgencia (a excepto del DNU que aumentaba el presupuesto de la SIDE), sostener los vetos presidenciales y frenar los intentos del Congreso de someter los DNU a un procedimiento de ratificación legislativa más exigente que el actual. La productividad legislativa fue ciertamente baja, pero poco puede importarle eso a un gobierno cuyas prioridades pasaban por la aprobación del paquete de medidas paliativas fiscales y la ley Bases.
Nadie en la administración Milei lamentará la ausencia de presupuesto para 2025. Queda claro que el Gobierno hubiera preferido contar con el proyecto de ley de presupuesto que envió al Congreso aprobado sin tocar una coma. Pero entre no tener presupuesto y tener uno modificado por la oposición, le resultaba preferible la primera alternativa. Es indudable que gobernar sin presupuesto fue una de las fuentes de fortaleza de esta gestión a lo largo de 2024. Desde ya que desde el punto de vista de la institucionalidad republicana la ausencia de presupuesto es una aberración. Pero ya sabemos que el Gobierno cree fielmente en la idea de que cualquier medio es válido para vencer al kirchnerismo, incluso si ello implica recurrir a métodos propios del kirchnerismo.
Las dudas que pudiera haber habido sobre la gobernabilidad han quedado disipadas. Probablemente 2024 haya sido el año de menor conflictividad social desde 2001 hasta esta parte. Ello a pesar de un severo ajuste, que como señaló el Presidente en su discurso del martes, planea sostener incluso en un año electoral. La tolerancia social al ajuste resultó mucho mayor que la esperada por cualquier analista. Las organizaciones sociales que históricamente han sido un verdadero dolor de cabeza para los gobiernos no peronistas mostraron a lo largo de 2024 un nivel de combatividad sorprendentemente bajo. La causa de ello no radica solo en la desintermediación de la política social puesta en marcha por este gobierno (y que probablemente celebre en privado todo el resto de la clase política, que no extrañará a los piqueteros), sino también en el olfato de esos viejos lobos de mar que son los líderes sindicales, quienes luego de un precoz paro general en enero, comprendieron que el rechazo a la casta los incluye, y que pese a la dureza del ajuste y la situación económica, no hay voluntad en la sociedad para acompañar ningún plan de lucha como los que pusieron en jaque a los gobiernos de Arturo Illia o Raúl Alfonsín.
El Congreso ha estado lejos de ser un obstáculo para el Gobierno, la calle está tranquila y a pesar de la aceleración inflacionaria y de la brutal caída de la actividad en los primeros meses del año, si nos atenemos al índice de confianza que mensualmente publica la Universidad Di Tella, el Gobierno mantiene niveles de aprobación superiores a los registrados a esta misma altura del mandato por Cristina Fernández de Kirchner (I y II), Mauricio Macri y Alberto Fernández.
El triunfo de Trump, cuyos efectos sistémicos tal vez no sean beneficiosos para el Gobierno, es otro motivo de festejo para Milei. En el corto plazo, la próxima llegada de Trump a la Casa Blanca ha acelerado las negociaciones con el Fondo Monetario Internacional para la obtención de un nuevo programa de financiamiento, lo cual facilitaría el desmonte del cepo cambiario.
A pesar de la derrota que supuso para el Gobierno la expulsión del senador Kueider, uno de esos pocos casos en los que casi toda la oposición se coordinó de manera eficaz para asestarle una derrota al Gobierno, es imposible ocultar que la oposición, tanto la más recalcitrante proveniente del kirchnerismo como la dialoguista o la aliada al oficialismo, se encuentra desorientada sin saber qué “trole hay que tomar para seguir”, como reza el clásico tango Desencuentro de Cátulo Catillo y Aníbal Troilo”. Solo el kirchnerismo tiene claro que su nicho está en la porción del electorado que rechaza a Milei sin atenuantes. Pero ello no ha evitado que, al igual que los demás partidos políticos, atraviese fuertes tensiones internas.
El panorama no podría ser más promisorio para el Gobierno. La inflación está en baja; la economía se recupera (aunque sin el vigor que vaticinó el Presidente en su discurso en la Fundación Libertad a comienzos de año), La Libertad Avanza renueva pocas bancas en el Congreso, lo cual implica que salvo un colapso que nadie avizora a fines de 2025, tendrá un contingente legislativo más numeroso y, por ende, un escudo más sólido. ¿Qué podría salir mal?
Los cisnes negros existen, pero es imposible anticiparlos. Un segundo riesgo que escapa al control del Gobierno es el de un shock externo negativo. Como señalamos antes, Trump es beneficioso en el plano bilateral, pero las consecuencias sistémicas de sus políticas pueden ser dañinas para la Argentina.
Exceptuados los cisnes negros y los shocks externos, que escapan al control del Gobierno, los mayores riesgos para la gestión de Milei surgen del daño autoinfligido, de los errores no forzados. Al Gobierno le están saliendo todas bien y ello puede llegar a generar una arrogancia fatal que lo lleve a cometer errores. La caída del proyecto de ley de Ficha Limpia, cuyo impacto será efímero, es un ejemplo de ello. Extenderle un prematuro certificado de defunción al kirchnerismo sería otro potencial error no forzado, especialmente teniendo en cuenta la relevancia y el poder predictivo que el círculo rojo (erróneamente, por cierto) le asigna a la elección intermedia en la provincia de Buenos Aires.
Quedan así pocas semanas para cerrar el año, y de no haber convocatoria a extraordinarias, no habrá actividad legislativa hasta marzo, una buena noticia para un presidente que inició su gestión dándole la espalda al Congreso. Llegan el verano, las vacaciones y, con ellas, un tiempo en el que la opinión pública se toma un descanso de la política. De 2001 a la fecha, diciembre siempre fue un mes temido por los gobiernos. ¿Será que finalmente Milei ha cerrado el largo ciclo político inaugurado por el colapso del gobierno de la Alianza?
Publicado en Perfil el 14 de diciembre de 2024.