jueves 9 de mayo de 2024
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Miguel De Luca: “Las PASO son como las navajas suizas: tienen varias funciones”

Entrevistamos a Miguel De Luca, politólogo, profesor titular de la materia Fundamentos de Ciencia Política en la Facultad de Ciencias Sociales y de Teoría del Estado en la Facultad de Derecho, ambas dictadas en la Universidad de Buenos Aires. Especialista en partidos políticos e instituciones de gobierno, estudia las elecciones internas y primarias en la Argentina desde hace treinta años.

En primer lugar, ¿cuál es el balance general que podemos hacer del funcionamiento de las PASO desde su estreno en 2011 hasta hoy?

Los promotores las presentaron como una medida para reducir la fragmentación del sistema de partidos y para ampliar la participación en los procesos de selección de candidatos. A poco más de una década de su estreno, que es un período corto para una evaluación concluyente sobre una reforma electoral, esos objetivos se consiguieron.

En este balance provisorio entiendo que lograron su finalidad desplegando varias funciones, como si fueran una navaja suiza. Las PASO funcionaron como “filtro” al exigir un umbral del 1,5 por ciento de los votos para poder participar en la elección general. Así limpiaron el cuarto oscuro de varias listas con apoyo bajísimo. También funcionaron como “soldador”, al proporcionar a los partidos un medio para coaligarse, y ese “soldador” estuvo presente en las infinitas tribus trotskistas selladas en el FIT y hasta en las megacoaliciones de Juntos por el Cambio y del Frente de Todos (ahora Unión por la Patria). Los números son contundentes: tanto la cantidad de listas presentadas en cada elección como la de bloques legislativos disminuyeron significativamente desde el estreno de las PASO hasta hoy.

“Balcanización”. Hace veinte años los politólogos coincidíamos en caracterizar así a nuestro sistema partidario. Las PASO revirtieron ese estado al unificar el calendario de selección de candidaturas. Funcionaron como un “carro” al que los gobernadores estaban –y están– obligados a subirse. Y también sirvieron a los sucesivos presidentes como “bisturí”, para meterse en el armado de las listas en todas las provincias, un armado que antes estaba muy controlado por los gobernadores o por los jefes del distrito.

Finalmente, en el boletín de calificaciones las PASO obtienen la nota más baja en su incidencia sobre el proceso de selección de candidato. Aquí tenemos su función como “llave”, para abrir a la participación y a la competencia. Una revisión rápida, limitada a las candidaturas presidenciales, indica que se dieron pocas primarias con competencia, que preponderaron las listas únicas. En elecciones legislativas o de gobernador o de intendente aparecen más casos interesantes, con primarias con dos o más aspirantes y competencia pareja.

¿Por qué el peronismo, que las impulsó a iniciativa de Néstor Kirchner, no las termina de utilizar exitosamente?

Tengo una respuesta basada en tres argumentos. O sea, tres respuestas.

En general los partidos que están en el gobierno son menos propensos a celebrar primarias competitivas que los partidos que están en la oposición. Por ejemplo, un gobernador que va por la reelección raramente se cruza con rivales internos que le disputen el poder. Y en Argentina los peronistas han pasado más tiempo en el oficialismo que en la oposición, con lo cual el status institucional es un factor que contribuye a explicar el uso diferencial de las primarias. Primera respuesta: en el peronismo las primarias con más de una lista no son muy usadas porque el peronismo es por lo común el partido en el gobierno y las primarias competitivas son más habituales en los partidos que están en la oposición.

Y el peronismo está en el gobierno porque en Argentina es el partido de la mayoría. O, cuanto menos, el de la primera minoría. Hoy en ciertas provincias como Formosa, La Rioja, Santa Cruz, el partido que gobierna es el que lo hace ininterrumpidamente desde 1983. Y ese partido es el peronismo. Hasta principios de 2023 había otro partido que también mantenía su bastión, el Movimiento Popular Neuquino, pero este año perdió el invicto. Cuando un partido tiene este desempeño, no está muy preocupado por la política coalicional porque lógicamente se considera la “mayoría natural”, la dada. En todo caso, y si entiende que está en riesgo su predominio, dedica tiempo y esfuerzo a evitar la construcción de una coalición alternativa. Segunda respuesta: en el peronismo esta variante de primarias no son consideradas como una herramienta para construir coaliciones porque no está orientado a armar con otros partidos en una relación más o menos simétrica, a juntarse con otros para ganar.

Por último, cabe recordar tanto el contexto en el que se propició la adopción de las PASO como las varias medidas que acompañaron a las PASO dentro de un paquete de cambios en las reglas del juego electoral. En 2009 el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner había desplegado dos estrategias. Por un lado, adelantar las elecciones al mes de junio para limitar el impacto de un mal momento económico. Por el otro, lanzar las “candidaturas testimoniales” para convertir a la renovación legislativa en un plebiscito sobre sus políticas y, sobre todo, para evitar defecciones electoralmente costosas. Así y todo, en la provincia de Buenos Aires la lista que encabezaron el ex presidente Néstor Kirchner, el gobernador Daniel Scioli y el jefe de gabinete de ministros de la nación Sergio Massa perdió a manos de Unión PRO la lista del empresario Francisco de Narváez. Y en la ciudad de Buenos Aires, Pino Solanas, sin ninguna organización de peso, logró un sorprendente segundo puesto desplazando al tercer lugar al Acuerdo Cívico y Social (radicales, lilitos y socialistas) y al cuarto al Frente para la Victoria. La derrota en esos dos distritos conmocionó al gobierno.

Fue tras esa derrota que el gobierno promovió el proyecto de ley de reforma política que proponía varios cambios, entre ellos las PASO, pero también planteaba la exigencia, para lograr el reconocimiento jurídico como partido político, de un número de afiliados equivalente al 4 por mil de los empadronados del distrito correspondiente, la prohibición de financiamiento a los partidos políticos por parte de empresas u otro tipo de personas de carácter jurídico, la distribución exclusiva de los espacios en radio y TV para la propaganda electoral por parte de la Dirección Nacional Electoral dependiente del Ministerio del Interior, y la prohibición a los partidos políticos de toda forma de contratación o adquisición de espacios de publicidad electoral radiotelevisiva.

Y es también la época en la cual el gobierno promovía la “Ley de Medios” que venía a profundizar el enfrentamiento con las empresas del sector ubicadas en una posición dominante, como las del Grupo Clarín y el diario La Nación. Tercera respuesta: para el gobierno de entonces las PASO fueron apenas una de las tantas medidas de un paquete mucho más ambicioso en cuanto a objetivos y que, probablemente, por algunos no fueron consideradas como una de las medidas más relevantes o fueron vistas sobre todo como una forma de evitar defecciones electorales o detectar rivales no previstos (como Pino Solanas), o como un complemento de otros objetivos más buscados como limitar la influencia de los grupos empresariales de radio y TV en la campaña proselitista o impedir que empresarios (como Francisco de Narváez) pudieran financiar ilimitadamente la aparición de sus spots en los medios. 

¿Cuál es el efecto combinado de nuestra particular doble vuelta y las PASO para seleccionar candidatos?

Nuestro balotaje presidencial pertenece a la familia de los sistemas electorales mayoritarios a dos vueltas. En esta familia encontramos variaciones según la mayoría requerida para ganar y según el umbral o piso de votos para participar en la segunda vuelta. La versión más difundida de estos sistemas mayoritarios es la francesa: ganás si conseguís la mayoría absoluta (más de la mitad de los votos) y si nadie la logra hay una segunda votación entre las dos candidaturas más votadas. Pero hay muchas otras versiones dentro de esta familia: por ejemplo, el umbral para evitar el segundo turno puede ser más bajo, los postulantes que participan en la segunda vuelta pueden ser más de dos, o bien la victoria puede depender de más de una regla. El balotaje argentino es uno de estos casos porque combina dos cláusulas: 45 o 40 y diez puntos de diferencia.

Como en Argentina además existen las PASO, una instancia previa imperativa y eliminatoria, porque los partidos y los votantes están obligados a participar y porque los competidores que no alcanzan el umbral del uno y medio por ciento (1,5 %) de los votos válidos en todo el país, estas PASO combinadas con el balotaje terminan configurando un ciclo de “triple vuelta”.

Las PASO funcionan como “primera vuelta”, una “primera vuelta” en la que quedan eliminadas algunas listas y en donde votantes y candidatos obtienen información sobre apoyos y posibilidades de cara a la elección general. La primera vuelta de la general funciona como “segunda vuelta” porque según los resultados de las PASO los votantes pueden optar entre un voto sincero o un voto estratégico y esa decisión puede terminar con la proclamación de una fórmula vencedora por la particular combinación de las dos cláusulas -45 o 40 y diez puntos de diferencia- que hace menos probable la celebración de una segunda votación y que aquí consideramos como esa “tercera vuelta”.

En esta especie de “triple vuelta” que puede darse como en 2015 ¿cómo conviene armar y presentar las coaliciones?

Las primarias, sean de un partido o de una coalición, son una disputa por uno o más cargos, en breve, una pelea. Pero también las primarias implican una relación de cooperación entre quienes disputan, que básicamente consiste en qué proyectar que hará el precandidato perdedor de la primaria en la elección general. Si la primaria se transforma en una pelea sangrienta, donde los rivales no se guardan ningún respeto ni se atienen a ciertos límites, el desempeño del partido o la coalición estará seriamente comprometido en la votación general. Porque es difícil o directamente imposible movilizar a votantes y militantes a que apoyen a un contendiente sobre quien se ha lanzado todo tipo de acusaciones. Esto no siempre es comprendido por los competidores de una primaria y hay quienes la conciben como una pelea “a todo o nada”. Por eso mismo, es recomendable que un armado de coalición, de mínima, incluya reglas básicas sobre el desarrollo de la primaria y, de máxima, reaseguros, garantías o incentivos para los derrotados de cara a la elección general.

Y coincido: en el ciclo electoral tenemos una “triple vuelta”, con las PASO funcionando como la primera de esas vueltas. Existen por tanto tres círculos concéntricos de votantes. El núcleo es el electorado de las PASO, un segundo círculo es el de los que podrían apoyar en la primera vuelta, y el tercer círculo es el balotaje, el de los que sólo votarían si están obligados a hacerlo y porque consideran a la otra candidatura peor. La estrategia a desplegar frente a cada uno de esos grupos de votantes es muy distinta. No es lo mismo la política de alianzas ni la campaña para las PASO que para la general.

Dado que las PASO quitaron a los partidos políticos su función de seleccionar candidatos, ¿que deberían hacer estos de cara a sus afiliados para contenerlos? ¿Podemos pensar en la elección directa de sus autoridades por ejemplo?

Las PASO no quitaron a los partidos políticos su función de seleccionar candidatos. Los partidos mantienen el monopolio para resolver las candidaturas ya que no están habilitadas, afortunadamente, las postulaciones por los denominados “candidatos independientes”. En cambio, los afiliados a los partidos sí han perdido su derecho exclusivo a decidir el armado de las listas. Para ser más precisos ese derecho ya había dejado de ser exclusivo cuando hacia fines de los años noventa los partidos principales ensayaron en forma extendida las internas semiabiertas primero a nivel provincial y luego en internas nacionales, como la de 1995 cuando Pilo Bordón y Chacho Álvarez compitieron en el FREPASO o la votación de 1998 en la Alianza cuando se enfrentaron Fernando de la Rúa y Graciela Fernández Meijide (pero sería oportuno recordar que la primera experiencia la hizo Izquierda Unida en 1988, en la interna para definir candidato presidencial entre Néstor Vicente por los comunistas y Luis Zamora por el MAS). La diferencia radica en que las PASO rompen con todas las diferencias entre afiliados y no afiliados y lo hacen para todos los partidos.

En cuanto a la elección directa de autoridades partidarias resulta discutible como reforma para revalorizar a los afiliados. Le brinda más poder a cada afiliado, sí, y lo hace a expensas de recortar el poder de negociación de los que se mueven en el “poroteo” de las listas y los congresos partidarios. Pero también hace a los líderes partidarios más dependientes de los medios masivos –y de fuentes de financiamiento para aparecer en ellos– y menos proclives a construir o mantener vínculos con dirigentes intermedios y con militantes. Y estos últimos suelen ser los más atentos a los pedidos y las críticas de los afiliados. Esa instancia de mediación es importante, especialmente pero no únicamente en la relación entre gobierno y partido o coalición de gobierno.

¿Las PASO alientan o desalientan la participación?

Por definición las PASO están diseñadas para ampliar la participación. La “O” en PASO es por “obligatorias”. Sin embargo, y como toda reforma política, deben ser pensadas considerando el contexto en el que operarán, lo cual, lamentablemente, no siempre sucede.

Argentina es un caso que combina presidencialismo y federalismo, un caso en el que los gobernadores e incluso en algunas provincias los intendentes pueden fijar su propio calendario electoral. Así puede suceder que en un año en una provincia existan seis convocatorias a elecciones, tres para primarias y tres para generales, correspondientes al nivel nacional, provincial y municipal. Y no estoy describiendo un escenario de laboratorio. Este gráfico de Infobae del 4 de julio sirve muy bien para ilustrar. En la ciudad de Córdoba, por ejemplo, votaron gobernador y legisladores provinciales el 25 de junio, intendente y concejales el 23 de julio, y el calendario sigue con las PASO nacionales el 13 de agosto y las generales nacionales el 22 de octubre (y eventual balotaje el 19 de noviembre). En Mendoza las PASO provinciales fueron el 11 de junio y las generales provinciales serán el 24 de septiembre, ambas no coincidentes con las nacionales. En Chaco lo mismo: 18 de junio las PASO provinciales, 17 de septiembre las elecciones de gobernador y 8 de octubre una posible doble vuelta. En Río Negro la votación para gobernador y legislatura fue el 16 de abril, pero en Bariloche la elección de intendente y concejales está prevista para el 3 de septiembre. Y en Chubut fue al revés: Trelew votó intendente y concejales el 16 de abril, varias otras ciudades como Esquel y Puerto Madryn tuvieron internas para definir candidatos el 4 de junio y la provincia votó gobernador y legislatura recién ayer, el 30 de julio. Y así en varios casos más.

Calendarios electorales de este tipo obviamente inciden sobre la participación en las PASO que son consideradas votaciones menos relevantes que las generales nacionales.

A las PASO también las critican por su costo. Incluso hay proyectos de ley que proponen derogarlas ¿Cuál es su opinión?

Las elecciones definen a la democracia. No hay democracia sin elecciones libres y limpias. Y las elecciones cuestan dinero. ¿Cuál es el punto de partida de la discusión sobre el costo de las elecciones? Que las elecciones sean un asunto prescindible por razones de economía es una premisa inaceptable.

En la Argentina las PASO forman parte del proceso electoral y por lo tanto su costo tiene que ser contemplado, pero comparándolo con otras opciones disponibles, examinando ventajas y desventajas, nunca en forma aislada.

Por último, ¿cree que algunos aspectos de las PASO podrían mejorarse?

Nuestra experiencia de elecciones periódicas, legítimas y sin proscripciones es breve: apenas cuarenta años sin interrupciones. Las PASO son incluso una incorporación más reciente y las reformas electorales no pueden evaluarse sin que transcurra un buen tiempo.

Con estos importantes señalamientos, menciono algunas propuestas que podrían estar servidas en una mesa para la evaluación por expertos. Porque toda regla electoral tiene ventajas y desventajas: ninguna es perfecta. Primera propuesta: PASO para seleccionar solamente candidaturas a presidente. Así la candidatura a vicepresidente estaría disponible para que el vencedor la emplee como recurso para aglutinar a los derrotados dentro de su coalición o partido. Segunda: habilitar la postulación a dos cargos nacionales en lugar de uno solo, para mejorar la competitividad de los partidos más pequeños. Tercera: acortar el período entre las PASO y las elecciones generales para reducir los días de potencial turbulencia por muy probable alternancia en el gobierno. Ese periodo fue de 70 días (2 meses y 9 días) en 2011 y está previsto igual plazo en este 2023. Y llegó a 77 días (2 meses y 16 días) tanto en 2015 como en 2019. Cuarta, revisar en forma conjunta normativas sobre PASO, partidos políticos y financiamiento de campañas para evitar proliferación de “pymes” electorales, dispendio en la impresión de boletas y sobreoferta de listas en el cuarto oscuro.

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