Las políticas de Estado y la posibilidad del desarrollo de la Argentina tendrán que esperar.
La Argentina ha conocido innumerables encrucijadas políticas que han interrumpido su desarrollo en un abanico amplio de su vida social. ¿Cuál sería la encrucijada de las últimas semanas?, podría decirse que la falta de brújula que ordene las acciones tanto del oficialismo como de la oposición.
Si se mira al oficialismo, no hay una homogeneidad claramente discernible, la promesa de atenuación de las tensiones que prometían la candidatura de Alberto Fernández, se entremezcla demasiado con la agenda preponderantemente judicial de Cristina Kirchner, lo cual, empujó a una movilización importante el 17 de agosto. Por otro lado, la aglutinante legitimidad de la gestión de la pandemia se fue deshilachando, y también se blanqueó que no hay un plan económico que unifique las acciones en ese plano de la política pública, sino que las medidas se irán tomando de a una.
Si se observa a la oposición, la vuelta al llano licuó la primacía de Macri. La unidad de cambiemos aparece siempre desgarbada, hay posicionamientos diferentes dentro de cada uno los partidos y hay un caudal electoral importante pero que sobre todo con el coronavirus todavía dando vueltas, no se sabe bien cómo representar. Esto también implica una falta de brújula clara. Probablemente las elecciones del año que viene y su armado de listas, ordene un poco el rumbo, pero todavía para eso falta mucho.
La frutilla del postre de toda esta incertidumbre es que la Argentina necesita urgentemente algunas reformas, que si son consensuadas pueden ser legítimas y estables, pero la mayoría de los actores políticos rechaza el consenso y descalifica a los demás. En este escenario entonces las políticas de estado y la posibilidad del desarrollo de la Argentina tendrán que esperar.
