Mariana Polizzi, especialista en Unión Europea e Italia, responde los principales interrogantes sobre la elección de un nuevo gobierno técnico italiano.
¿A qué se le llama en Italia “gobierno técnico”?
El gobierno técnico hace referencia a una Magistratura no encabezada por un líder político perteneciente a la partidocracia italiana, sino que se trata de una figura externa y sin afiliación partidista. De esta manera, puede perfectamente conformar un task force o gabinete de expertos que no respondan al arco político del país (por lo que no está en juego el capital político electoral de ninguno de ellos): la misión de este tipo de gobiernos suele ser salir de una emergencia y luego convocar elecciones para que funcione de nuevo el escenario de partidos. Debido a ello, el Jefe de Estado y Presidente de la República Sergio Mattarella convoca a Mario Draghi con la intención de que encabezara un nuevo ejecutivo que pudiera destrabar la crisis desatada en enero pasado, ante la falta de acuerdo entre las fuerzas políticas.
En este sentido, el caso de Mario Draghi es especial por dos motivos fundamentales: por un lado, porque su gobierno cuenta con el aval de la mayoría de los partidos políticos tradicionales de Italia: Partito Democratico (PD), Forza Italia (FI), Lega Nord (LN, o bien Lega Salvini Premier), Movimento Cinque Stelle (M5S), Italia Viva (IV), entre otros; permitiendo catalogar al gobierno Draghi como uno técnico político, integrado por ministros pertenecientes a los partidos y 8 “técnicos” (estos últimos gestionarán principalmente los fondos europeos). En segundo lugar, porque es un gobierno de unidad que nace de la urgencia de sacar a Italia en la situación en que se encuentra, postergando una vez más la vía electoral, y esto no es un dato menor: sólo Fratelli D’Italia (la fuerza encabezada por Giorgia Meloni) ha decido no otorgar la fiducia (confianza parlamentaria) al gobierno Draghi, quedando automáticamente en la oposición, a diferencia de sus socios de centro-derecha Berlusconi y Salvini. Así las cosas, Draghi asume el encargo de Mattarella y conforma gobierno el 14 de febrero del corriente, votándose la confianza parlamentaria tres días después.
¿Quién es Mario Draghi?
Mario Draghi es un economista y profesor italiano de gran renombre europeo, debido a que ha ocupado diversos cargos en el sector financiero y en la administración pública italiana (algunos de los más destacados, Banco de Italia, IRI y Banca Nazionale del Lavoro). Pero además de ello, ha hecho una gran carrera como economista en el exterior, lo que le ha valido experiencias en la banca Goldman Sachs y, fundamentalmente, su llegada al frente del Banco Central Europeo (BCE) en 2011.
A simple vista, podríamos caer en el equívoco de suponer que Draghi se trata de un técnico más que forma gobierno, como fueron en sus días Ciampi y Monti. Sin embargo, durante su presidencia al frente del BCE, debió afrontar la crisis del Euro (más los coletazos del estallido económico griego) en 2012. De aquellos años es su famosa declaración “whatever it takes” (“haremos lo que sea”), que ha quedado en el imaginario colectivo europeo: en un estilo muy sui generis, Draghi nos anticipaba que adoptaría todas las medidas de expansión monetaria necesarias para salvaguardar la moneda única de la Eurozona. Al lograr una exitosa gestión, muchos (italianos y no) lo apodaron “Super Mario”, como el célebre personaje de videojuegos de origen italiano.
Es menester destacar que el nombre de Draghi hace varios meses que viene sonando para un posible ejecutivo en Italia: principalmente, desde marzo de 2020, fecha crítica de la crisis covid19 en el país. Veremos si su éxito europeo puede replicarse en los próximos meses como Premier de su país natal.
¿Cómo fueron los hechos que llevaron a renunciar a Conte? ¿Qué le imposibilitó formar un nuevo gobierno?
Sin dudas, el hecho clave que desencadenó la crisis política en Italia es el retiro del partido Italia Viva (IV) (liderado por el ex Premier y actual senador por Firenze, Matteo Renzi) de la coalición de gobierno (integrada, fundamentalmente, por el Partito Democratico (PD) y el Movimento Cinque Stelle (M5S)). Renzi y su bloque parlamentario (quienes luego del retiro de la coalición dejan al gobierno Conte bis sin su mayoría necesaria, sobre todo en la Cámara Alta, para gobernar con estabilidad), argumentaban que el manejo y/o la distribución que el gobierno de Giuseppe Conte planea hacer en lo que respecta a los fondos de recuperación es poco claro; además, Matteo Renzi criticaba la negativa por parte del gobierno de utilizar los fondos de emergencia europeos (MES), que podría ayudar al país a reforzar el estado crítico del sistema de salud. Por todos estos motivos, el 13 de enero Renzi anunció la salida de IV del gobierno italiano.
Ergo, el gobierno PD M5S perdió su mayoría en el senado: tengamos en cuenta que Italia es una república parlamentaria particular, con dos cámaras (Diputados y Senadores) que poseen idénticas atribuciones y facultades jurídicas conferidas por la Constitución italiana, por ello se lo denomina “Bicameralismo Perfecto o Simétrico”: de esta manera, los padres fundadores de la República buscaban evitar que sucesos como el Fascismo pudieran repetirse en el país. Ante el retiro de 3 ministros del gabinete, más los representantes del bloque parlamentario de IV (30 diputados y 18 senadores), el ejecutivo queda en minoría en Senadores, convirtiéndolo virtualmente en uno muy débil para gobernar y aprobar las leyes que el país necesita para salir de este momento tan difícil.
Antes de presentar su renuncia, Conte se dirige al Palazzo Madama (sede del Senado de la República) para verificar si es posible conformar una nueva mayoría, pero el resultado que obtiene no es el esperado: Conte salva el Gobierno de Italia en minoría en una votación por 159 votos a favor y 140 en contra: el problema radica en que no ha logrado el apoyo de los senadores que necesitaba de otros partidos para conformar nuevamente un gobierno en mayoría. Como era previsto (y luego de reunirse con el Presidente de la República Sergio Mattarella) Conte (cumpliendo con lo estipulado en la Constitución Italiana) renuncia a la Presidencia del Consejo de Ministros. El 26 de enero comenzó la ronda de consultas para verificar una nueva mayoría, y ver si el Presidente Mattarella le encargaba a Conte (todavía en funciones) la formación de un nuevo gobierno (Conte-ter) o no. Finalmente, Roberto Fico (Presidente de Diputados y encargado de la consulta parlamentaria) anunció que no se llegó a un acuerdo entre las fuerzas y, finalmente, ante la salida de Conte, Mattarella convoca a Mario Draghi para encabezar un nuevo gobierno.
Llamativamente, todos los sectores buscaron evitar un nuevo llamado a elecciones. ¿Cuáles fueron las causas políticas y las causas externas para que se diera este consenso?
Las causas se explican por los tres importantes desafíos que el país tiene por delante durante este 2021: 1) el frente económico y social: garantizar así el relanzamiento del país; 2) el plan de salud, continuar la vacunación contra el covid19; y 3) la presidencia del G20. Todos estos factores motivaron, de alguna manera, el amplio consenso que se logró entre los distintos actores del arco político italiano (y en torno a la figura de Draghi).
En el frente interno, los dos primeros puntos: la urgencia económica y la campaña de vacunación. Y en cuanto a causas externas, sin dudas, el desafío que el G20 implica para la nación. A pesar de que la presidencia del G20 es, obviamente, rotativa, personalmente veo que la oportunidad que tiene Italia entre manos es única y reivindicativa. Única porque estamos hablando de la posibilidad de devolver a Italia al primer plano de la escena mundial (tratándose de la séptima economía del mundo y el tercer socio de peso en la Eurozona); y reivindicativa, por todo lo que el país soportó a lo largo de los últimos doce meses, resultando en la nación europea epicentro del Covid19.
Por todos estos motivos, los distintos actores del arco político italiano acataron el llamamiento del Presidente de la República Sergio Mattarella, con el fin de rescatar al país de su peor crisis desde la Segunda Posguerra, y de esta manera conformar una “coalición ampliada” de unidad nacional: recordemos que sólo Giorgia Meloni y Fratelli D’Italia quedarían enmarcados en el frente opositor, por el momento.
En las semanas previas se especuló en una alianza entre Berlusconi y los sectores de la otrora Liga del Norte para que el primero ocupara la Presidencia de la República en la próxima sucesión. ¿Qué posibilidades concretas puede haber de esto? ¿Qué otra figura puede indicarse para ocupar ese lugar?
Berlusconi es uno de los fenómenos políticos más sorprendentes de la historia italiana reciente: su advenimiento como outsider y empresario del deporte y los medios después del mega escándalo de corrupción conocido como Tangentopoli en 1992, le permitieron desarrollar una narrativa de hombre extraño a la política que se mete en esa arena a fin de salvaguardar a Italia (dado el descontento de la población con su clase política), presentándose a sí mismo como una renovación y genuina opción política (fundando su partido FI en 1994). Su figura sigue estando muy vigente en el país, no sólo por haber sido cuatro veces Primer Ministro (implicando que es la figura que más tiempo gobernó Italia) sino también por ser uno de los líderes de la coalición de centro derecha que, no olvidemos, es la que mayor aprobación tiene en la actualidad: un 49% de los italianos se decanta por esta opción electoral. Por ello, hace algunas semanas, el líder de la Lega Matteo Salvini mencionó el nombre de Silvio Berlusconi cuando los periodistas lo consultaron acerca de un posible Presidente de la República: recordemos que la elección del nuevo Jefe de Estado se debe celebrar en febrero de 2022, por lo que no estamos muy lejos de ese hecho político. Otra figura de peso que se había considerado previamente era Mario Draghi justamente, pero ahora es el Premier de la República Italiana.
¿Cuánto más puede resistir la economía italiana a una pandemia que no termina de irse?
La pandemia en Italia golpeó fuertemente la economía del país europeo. En principio, haciendo una evaluación de lo acontecido en 2020, Giuseppe Conte logró estabilizar la situación en la Península, a pesar de las fuertes críticas de la oposición por las medidas económicas y sanitarias adoptadas (consideradas tardías e insuficientes): un hecho destacable fue lograr que Italia recibiera la mayor cantidad de fondos del Recovery Fund de la Unión Europea, al tratarse de la nación más afectada por el Covid19. No obstante, el impacto que la pandemia tuvo en la estancada economía italiana es notable: pérdida de puestos laborales, sobre todo en el sur del país (principalmente el sector servicios, con turismo a la cabeza), caída del PBI del 9%, incremento de deuda externa (trepando al 160% del PBI italiano), caída de la recaudación tributaria (los famosos cartelle esattoriali), quiebra de pequeñas y medianas empresas, entre otras cuestiones. A eso sumémosle las restricciones a la circulación, el no poder acceder a clases presenciales, y un importante debilitamiento de la infraestructura sanitaria; todo esto, asimismo, no hace más que evidenciar la fuerte y constante asimetría entre el norte industrial del país (segundo polo productivo de la Unión Europea) con ciudades ricas como Milano y Torino, y un sur mayormente agrícola, con regiones tan postergadas como Calabria y Campania (cunas de las mafias NDrangheta y Camorra, respectivamente, organizaciones criminales que ven en esta crisis una tremenda oportunidad para seguir consolidando su presencia en el territorio meriodional).
Por todos estos motivos, la elección de Draghi no sorprende: se trata de un Primer Ministro que no sólo detentará el Ejecutivo sino que también estará a cargo de los asuntos económicos (junto a otros ocho técnicos), reflejando de esta manera la gran preocupación por la marcha de la economía (y la urgencia por reactivarla) dentro del país (y en Europa por supuesto).