lunes 11 de noviembre de 2024
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María Paula Gago: “Un rumor no es una Fake News”

En tiempos excepcionales la forma de comunicar es crucial. Lo mismo el manejo de la información, dado que puede llevar a tomar decisiones erroneas o tardías. Conocer la diferencia sobre qué es la información, el rumor o la desinformación permite tomar decisiones en base a datos correctos. El rol de los medios de comunicación en la era de las redes sociales es aún más importante. De esos temas charlamos con María Paula Gago, Dra. en Ciencias Sociales y especialista en el análisis del discurso y la historia de los medios de comunicación, autora de numerosos artículos científicos publicó el libro Semiología, de los signos a las mediatizaciones, en Eudeba. Su tesina de licenciatura fue “La subjetividad y el rumor: el Gran Pánico de 1789”. 

En pocas palabras, ¿qué es el rumor? ¿es una forma diferente de comunicación o es parte del proceso de comunicación?

Es rumor es el medio de comunicación más antiguo del mundo. Y se pueden definir como informaciones no verificadas que circulan de “boca en boca”, hoy podríamos agregar de WhatsApp en WhatsApp, de tuit en tuit. Lo que caracteriza al rumor es justamente que no está verificado. Hay una corriente de estudios proveniente de los Estados Unidos, y es la que más acogida ha tenido, que considera al rumor como un fenómemo objetivo, o sea autoproducido, no como el producto de un colectivo social; funcionalista, dado que responde a los desórdenes anómicos de la sociedad y patológico, porque es un síntoma que da cuenta de un malestar. Y el camino para erradicarlos es controlar el proceso comunicacional. Tomando prestado términos de la medicina, encontrar la “medicina” que acabe con ellos y las medidas preventivas que eviten su surgimiento y propagación. El tema es que la riqueza del rumor no radica tanto en su verdad o falsedad, de hecho los rumores no necesariamente son falsos, sino en lo que es capaz de generar en términos de comportamientos colectivos. 

¿Por qué estudias el rumor?

El rumor es un fenómeno comunicacional que no ha recibido mucha atención, por supuesto hay especialistas interesados en esta problemática pero no es uno de los tópicos que más atención merece en el ámbito académico y tampoco, me atrevería a decirte, por fuera de él. Si te detenés a observar en el ámbito organizacional, por ejemplo, la primera área que se terceriza y se recorta es la vinculada a la comunicación, y el foco predominante se coloca en la comunicación externa. En el ámbito de la comunicación política la preocupación se centra en la “imagen” del político/a, en qué dice, cómo lo dice, qué uso se debe hacer de las redes para que ese político/a tenga una mejor llegada a sus seguidores y potenciales votantes. Pero el rumor no es la principal preocupación. Y yo me pregunto ¿qué no es un rumor? 

Por otra parte, en los estudios que hay sobre el rumor predomina la visión que lo caracteriza como información falsa que hay desacreditar. Y si bien es cierto que hay rumores falsos, hay otros que no lo son tanto. Como te decía antes, en todos los casos considero que lo central es reparar en lo que el rumor es capaz de motorizar en términos de comportamientos colectivos y por qué lo logra, más allá de si es verdadero o falso. Porque al fin y al cabo los rumores son “comprados” por un colectivo social porque algo de eso que circula los interpela y se vincula con las representaciones que están ancladas en los imaginarios sociales.

¿Cómo funciona el rumor en contextos de crisis?

Cuando hay crisis se presentan dos situaciones: suele escasear la información oficial y, por el otro lado, desde el punto de la sociedad civil, se tiende a sospechar de la información oficial, aún cuando esta se brinde y hay una tendencia a especular sobre que esa información oficial que circula no es tal, o está matizada, o “se esconden” cifras reales, se tiende a desconfiar en definitiva de la información oficial, esta desconfianza sin dudas ancla en representaciones ancladas en los imaginarios sociales. Los imaginarios sociales son construcciones sociohistóricas y orientan lo que una sociedad piensa y dice y se alimenta de recuerdos, de fantasmas, o sea de elementos “reales” o que anclan en un real probable pero también hay elementos fantasiosos. Hay contextos, directamente, en los que la censura de las fuentes oficiales es total, y esto ocurre en el caso de una guerra por ejemplo. Entonces, en situación de crisis las informaciones no oficiales, o sea los rumores son los que cobran fuerza porque vehiculizan información que está vedada. En este sentido, cuanto más escasea la información oficial, en una situación de crisis, más fuerza cobran los rumores. Un rumor para funcionar como tal debe cumplir con dos leyes: la de pertinencia y la de informatividad. O sea lo que se dice a través del rumor debe ser pertinente para el colectivo que lo viraliza pero además debe aportar información, que no llega por otros canales. O sea el rumor te da a conocer lo que no te dan a conocer otras usinas informativas y si es pertinente esa información que transmiten el colectivo se “engancha”.

¿Se puede medir una “curva del rumor”?

El rumor es un discurso que no se sabe donde empieza ni tampoco donde termina. Pero eso que llamás “medir” la curva de un rumor se puede advertir en virtud de los comportamientos que se disparan dentro de un colectivo social a partir de las informaciones que circulan. En la crisis sanitaria actual, las informaciones que circulan generaron reacciones concretas que decantaron en políticas de Estado como, por ejemplo, decretar el aislamiento social preventivo y obligatorio y no fue solo acá, se está haciendo en otros países. El coronavirus existe, hay muertos, hay una pandemia y el Estado debe tomar medidas. Entre esas medidas se debe incluir la a la comunicación y deben contar con planes de crisis que les permitan actuar en estas situaciones, entre otras cosas contar con vías centralizadas de comunicación de fácil identificación y acceso para la ciudadanía, dado que en situaciones de crisis o críticas, tener información fidedigna anticipa, orienta y contiene la ansiedad. Desde luego esto no “termina” con los rumores y hoy los medios con los que contamos propician que circulen grandes caudales, con celeridad, de todo tipo de informaciones. Vemos que la circulación de informaciones no verificadas que articulan datos reales con otros que son del orden de la fantasía han contribuido a alimentar el pánico y el temor. Aunque desde luego los rumores no son la única variable a considerar, inciden y precipitan en muchos casos las medidas y comportamientos.  

¿Cómo se potencia el rumor en el mundo de las redes sociales?

Las redes sociales agilizan la circulación del rumor. Pero en realidad a nivel de los mecanismos de funcionamiento subjetivo de los rumores no hay demasiadas diferencias. Aunque desde luego sí las redes permiten que circule un caudal mucho mayor de rumores, en tiempo real. Hoy se habla de Fake News, aunque yo prefiero hablar de desinformación, que no es exactamente un rumor, es desinformación y el rumor no necesariamente está creado para desinformar, muchas veces sí otras no. Si antes los rumores tardaban semanas y meses de correr de aldea en aldea, hoy llegan de manera inmediata. 

¿A lo largo de la historia, el rumor se fue transformando? ¿Hay casos puntuales donde el rumor se convirtió en una profecía autocumplida?

El rumor tiene características y formas de funcionamiento que no se modificaron en lo más mínimo. Lo que pasa es que el género rumor es versátil y se adapta para vehiculizar informaciones de todo tipo. Desde que ingerir té caliente mata al coronavirus hasta que consumir determinada bebida causa cáncer. Hace muchos años realicé un trabajo sobre el papel del rumor en el marco de la revolución francesa, de 1789. Puntualmente, sobre el levantamiento campesino que ocurrió  siete días después de la toma de la Bastilla. La revolución, desde luego, no empezó con la toma de Bastilla, en todo caso esto es un episodio que condensa todo un proceso previo que derivó en una revolución. En ese momento, en Francia realmente eran muy pocos los que sabían leer y escribir y la información circulaba a través de relatos orales, y de rumores. En el campo, las hambrunas, los bandidos y el maltrato aristocrático no eran cuestiones novedosas, sino que estaban ancladas en el imaginario de ese colectivo. Luego de la toma de la Bastilla comenzaron a llegar noticias que hablaban de un supuesto complot aristocrático para castigar al campesinado y la llegada de bandidos para saquearlos era inminente. Si bien se trataba de un rumor, no hay, y los historiados no han encontrado “pruebas” sobre esto, había toda una historia interiorizada por ese colectivo que le permitía otorgar crédito a ese rumor. Los bandidos nunca llegaron, el complot nunca ocurrió ni se comprobó pero mientras ese rumor circulaba, quien lo transmitía no creía estar mintiendo, por el contrario estaba seguro de haber visto a los bandidos y a los aristócratas conspirando. Y el resultado fue que los campesinos salieron a quemar los palacios de los aristócratas.

¿Cuál es el rol del profesional periodístico a la hora de procesar un rumor? ¿Qué herramientas tiene para poder diferenciar “la paja del trigo”?

El periodismo maneja una multiplicidad de fuentes. Rumores reciben todo el tiempo. En el caso de ellos cumplen con una función social esencial que es la de informar. Por este motivo, quien se precie de periodista debe hacer un esfuerzo muy serio por chequear antes de divulgar cualquier información o comentar sobre cualquier medida. Sin dar nombres, el otro día escuché en televisión a una periodista y dijo que el té caliente mata al coronavirus una vez dentro del cuerpo, un médico le dijo que eso era una Fake News y ella respondió “no sabía”. Entonces siendo más extensiva, los comunicadores o quienes trabajen en medios de comunicación, deben ser muy responsables y cuidadosos tanto con lo que reproducen porque en vez de informar pueden desinformar y también reparar en el léxico que utilizan dado que con las palabras no solo decimos sino que hacemos cosas, sino fíjate lo que ocurrió con los campesinos franceses en el siglo XVIII o en estos días como han dejado las góndolas vacías en los supermercados, aún cuando con restricciones en el ingreso de personas al local, siguen abiertos.

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