miércoles 5 de febrero de 2025
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Maduro ejecuta su baño de sangre

Con el avance de las horas, en Venezuela es difícil precisar cuántas personas han sido asesinadas, torturadas, detenidas y desaparecidas. Foro Penal, una de las ONG que lleva registros de este tipo desde hace más de 20 años, indica, al momento de la edición de esta nota, que desde el domingo a esta parte ha habido 429 arrestos “verificados” y 11 fallecidos. María Corina Machado, líder de la oposición, denunció horas antes en X que los muertos serían 16. La ONG Espacio Público indica 20 ataques contra la libertad de expresión, entre las que se incluyen agresiones a periodistas, camarógrafos y más aun, se cerraron decenas de medios de comunicación. Las distintas agrupaciones que toman nota y atienden a víctimas no coinciden entre sí porque cada hora, cada minuto, la represión no para, se intensifica.

Lejos de despejar dudas o brindar información, el dictador Maduro decidió atrincherarse en el aparato que ha armado el chavismo en los últimos 25 años.

Primero fue proclamado “formalmente” por el Consejo Nacional Electoral, plagado de directivos chavistas que siguen sin dar a conocer ningún resultado. En paralelo la Asamblea Nacional (Congreso), que también es manejada únicamente por diputados chavistas, pidió cárcel para María Corina Machado y Edmundo González. Traducción: el Legislativo se tomó las facultades de la Justicia. Y después, la Corte Suprema recibió, de manos del propio Maduro, un recurso de amparo de contenido desconocido.

Para hacerlo menos técnico, un poco más llano: Maduro, Ejecutivo, intenta mantener el control interno mostrándose como cabeza única que comanda —recibe apoyo sin titubeos— del Legislativo y el Poder Judicial y Poder Electoral, todos cooptados por funcionarios chavistas. Intenta, por decreto, que le transmitan una especie de legitimidad espuria, que sustituya lo que no pudo conseguir por los votos, sin importarle que eso deje aun más en evidencia la carencia de instituciones republicanas.

Maduro, por otra parte, no sale a la calle. El domingo votó escondido, en soledad, a las 6 de la mañana. Y desde entonces da largos discursos encerrado, rodeado únicamente de sus colaboradores. Su imagen es opuesta a la de María Corina Machado y Edmundo González, que se dieron un baño de masas el lunes, cuando advirtieron que sus números les dan una victoria que ronda el 70% de votos a favor, con más de 8 millones, un número récord.

Los únicos ¿chavistas? que por estas horas han salido a las calles han sido los policías, los militares, los paramilitares y los servicios de inteligencia, que por la vía de la violencia intentan frenar una voluntad de cambio que se expresó masivamente en las urnas, de forma pacífica, con palabras clave como “libertad” y “cambio”.

En la comunidad internacional no hay grieta: ninguna democracia seria avala el fraude de Maduro. Están los que exigen que se muestren las actas, como Brasil, Colombia, Uruguay, España o Reino Unido, y los que directamente desconocen el boletín del domingo a la noche por considerar que no es más que una cosa burda, impresentable, como Argentina y Perú.

El chavismo, sin embargo, los mete a casi todos en la misma bolsa. De ahí que echó a los cuerpos diplomáticos de la Argentina, Uruguay, Chile, Perú, Panamá, Costa Rica y República Dominicana, con los que además cerró el espacio aéreo y cerró sus embajadas.

Son momentos crudos en Venezuela. En el duelo entre democracia o dictadura, paz o represión, cambio o decadencia, Maduro y su cúpula, por ahora, decidieron pisar el acelerador, embestir a la población civil y ejecutar el baño de sangre que habían prometido en campaña si, como en efecto sucedió, perdían las elecciones.

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