viernes 24 de enero de 2025
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Maduro cruzó todos los límites: ¿tiene respuestas la democracia?

La dictadura chavista de Nicolás Maduro no para de cruzar cada línea roja imaginable con tal de preservar el poder en Venezuela. No les interesa perseguir, encarcelar, torturar, asesinar ni desaparecer personas. Tampoco les importa a estas alturas proyectar hacia el exterior el más mínimo escrúpulo de que respetan alguna forma institucional propia de una República mínimamente democrática. Simplemente dijeron que ganaron las elecciones de julio de 2024 y el 10 de enero el dictador se calzó la banda presidencial sin mostrar ningún acta ni prueba se que efectivamente fue el más votado en las urnas. No lo hizo ni lo hará nunca. Exigirle todavía que lo haga solo puede leerse como la enésima excusa para regalarle tiempo que ya no necesita —ni le sobra a sus víctimas— o lavarse las manos para tratar de pasar página y fingir demencia mientras millones de personas fueron desterradas, miles encarceladas y cientos de ellas eliminadas por no querer vivir más en condiciones miserables, injustas e inhumanas.

Venezuela está secuestrada por una dictadura totalitaria. Maduro y su cúpula son perfectamente conscientes de ello y actúan en consecuencia. Su objetivo ahora es que el uso de la fuerza y la violencia desmotiven y desorganicen a la disidencia dentro y fuera. Que la anormalidad se torne normalidad. Que se piense que esto es lo que hay y punto, y si alguno prefiere otra cosa se busque la vida en el exilio o en el calabozo según sea su suerte.

Ante ese escenario solo quedan dos opciones: plantarse contra el chavismo y alzar las banderas de la libertad, la democracia, la vida, la paz y los derechos humanos, o quedarse del lado de los genocidas y el terror. No hay punto medio. La neutralidad, las divagaciones, las ambigüedades y la inacción solo benefician a Maduro. Edmundo González y María Corina Machado, protagonistas en la pulseada contra los usurpadores, son en este caso solo dos nombres de un movimiento que los trasciende. Porque no se trata ya de un debate entre izquierdas y derechas y liberales o conservadores: la lucha, en el fondo, está en si la democracia y sus herramientas e instituciones que suponemos civilizatorias pueden hacer frente y dar respuestas ante esta barbarie.

Si Maduro y su dictadura zafan en esta encrucijada en Venezuela morirá más gente inocente y de ella saldrán más millones de migrantes hacia donde puedan con lo mucho o poco que tengan. Y la democracia y sus libertades se verán más débiles en tiempos en los que en el mundo afloran ideas extremistas, líderes populistas y nostálgicos de pasados oscuros que quieren vender como nuevo e innovador. Robarse una elección y desatar la violencia lucirá mucho más barato para los dementes del futuro, que seguirán surgiendo porque las libertades y la democracia, así lo demuestra la Historia, se deben construir, ejercer y defender todos los días pues nunca están del todo dadas ni garantizadas.

Qué ocurrirá en Venezuela, si Edmundo González podrá ejercer la presidencia o si se abrirá camino a una transición a la democracia, cómo y cuándo podría ocurrir, son preguntas que no tienen respuesta exacta en este momento. Para tenerlas o acercarse a ellas todos los demócratas de la región y el mundo deben articular esfuerzos y dar una lucha, desde donde estén y como puedan, para que así suceda. Al final, si caen Maduro y su cúpula, habrá tiempo para recordar quiénes fueron parte de esa gesta o prefirieron, si no, quedar pegados a la lacra chavista.

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