Desde 2020, en Latinoamérica, sobre un total de doce elecciones presidenciales, ocho se definieron en segunda vuelta. De estos, en cinco hubo cambio del resultado registrado en la primera vuelta. Más allá de estas comparaciones regionales y demás análisis, la elección del 19 de noviembre en la Argentina es entre fascismo o democracia.
¿Cómo llegamos hasta acá? ¿Cómo puede ser que al momento de celebrar 40 años de democracia vivimos momentos de aguda zozobra? ¿Cómo llega con chances de ser presidente una persona que desprecia a Raúl Alfonsín (el depositario de mi primer voto)? Debe haber decenas de explicaciones, ninguna de las cuales puede soslayar que el próximo domingo la Argentina que conocemos está en peligro. La candidata a vicepresidente de la LLA, acaba de decir en un programa de TV – sin que nadie la cruzara – que “de esto se sale con una tiranía”, ahondando su inocultable credo tributario del Proceso de Reorganización Nacional. La “infiltrada de la democracia” se sabe tan impune como para decir esto y muchas atrocidades más sin que nadie la interpele porque habla en ámbitos corruptos. Se sabe impune como su candidato a presidente, recientemente devastado en el debate 2023 por su rival, que lanzó un spot de factura nazi en el que un coro de orates grita “destrucción”.
Antes del análisis regional de las segundas vueltas, siento mi posición por el voto al candidato de Unión por la Patria, para evitar a un Le Pen – como vimos en la nota anterior sobre Francia – o para cortar de raíz – nota anterior sobre lo que no se hizo en Alemania, en 1932 para frenar a Hitler. El 19 hay que sofocar, en la Argentina, el surgimiento de la ultraderecha asesina.
Desde la pandemia, en nuestra región, no siempre el partido que ganó en primera vuelta venció en la segunda. Esto se cumplió sólo para Perú, Colombia y Brasil. En Chile, Ecuador (x2), Costa Rica y Guatemala, ganó el balotaje quién fue segundo en las generales.
La consultora Daniela Barbieri propone los siguientes cálculos y razonamientos: ¿Cuándo hay reversión del resultado? Y analiza la ventaja obtenida por la oferta más votada en la primera vuelta, la suma de votos de las dos fuerzas más votadas (concentración), la fragmentación de la competencia y la variación de la participación entre la primera y segunda ronda.
Observa que, candidatos con ventajas menores a la media regional (7,9) consolidaron la victoria como también fueron derrotados en el balotaje. Asimismo, ventajas superiores tampoco garantizaron el triunfo.
La diferencia entre Sergio Massa y Javier Milei (6,9) es similar a la media regional (7,9), pero concentran mayor cantidad de votos (66,7%) que los casos vecinos (promedio de 56%). Es decir, los votos positivos disponibles para ir a ‘pescar’ no son tantos y, además, se encuentran menos fragmentados.
Con esto en mente, Barbieri propone revisar los demás balotajes de la región.
En Brasil, Lula da Silva sacó en la primera vuelta una débil ventaja en un contexto de alta concentración, es decir, no sobraban muchos votos positivos. Sin grandes cambios en la participación ni en el voto blanco/nulo, logró confirmar el resultado en el balotaje.
Costa Rica presentó un escenario opuesto. La importante ventaja de Figueres Olsen en primera vuelta, no resultó suficiente para detener la transferencia de la gran cantidad de votos afirmativos disponibles hacia Chaves Robles.
La ventaja significativa de Gustavo Petro en Colombia en primera vuelta (12,4%) en un escenario de concentración (69,7%) superior a la media de la muestra, y baja fragmentación relativa de la competencia fue confirmada en el balotaje.
En Chile, luego de una primera ronda muy competitiva entre Jose Kast y Gabriel Boric (de apenas 2,1%), la elevada cantidad de votos positivos disponibles (46,3%) y de nuevos votantes (más de 4 puntos de nuevos votantes) revirtió el resultado en favor del segundo.
El Movimiento Semilla en Guatemala dio el batacazo. La primera ronda dejó votos disponibles, tanto positivos como blancos/nulos, para dirimir una competencia levemente inclinada hacia Torres. En un balotaje con fuerte descenso de la participación, Arévalo logró revertir el resultado.
Los dos casos de balotaje en Ecuador (2021 y 2023) muestran una reversión del resultado. El consenso negativo contra la oferta correísta se coordinó para erosionar la importante ventaja obtenida por Santiago Arauz y Luisa González en primera vuelta.
Por último, en Perú, Pedro Castillo logró confirmar en balotaje la victoria obtenida en la primera vuelta, en una competencia con elevado voto positivo disponible, de diferente origen partidario, y muchos nuevos votantes.
Los líderes vencedores en segunda vuelta tienden a no caracterizarse por tener una larga experiencia en competencias electorales y/o en la gestión de importantes cargos ministeriales -excepto Lula-. Más bien, lo contrario.
Además, estos líderes suelen provenir de fuerzas nuevas o establecidas -ya compitieron previamente en disputas electorales y no son vehículos personales creados en torno a la figura del candidato-, pero jóvenes (Semilla) o de baja relevancia nacional (Perú Libre).
En el caso de Argentina y retomando estas relaciones, este 19 de noviembre se enfrentarán un líder advenedizo (de una fuerza nueva) con uno experimentado, representando una fuerza establecida. Por otro lado, desde 2020, solo en dos de los casos en que el oficialismo se presentó a elecciones llegó al balotaje: Jair Bolsonaro y Sergio Massa.
A este análisis le faltan las características propias de una sociedad atravesada por una fuerza política que escapa a encasillamientos y hasta al mismo entendimiento. Una vez más la prueba de fuego para la Argentina tendrá al peronismo como protagonista central. También lo serán los líderes y partidos que entiendan la urgencia del momento.
Aquellos que entiendan como lo acaba de declarar Pedro Sánchez en su alocución previa a renovar – seguramente – su cargo como primer ministro de España, su investidura es “un muro contra la ultraderecha”. ¿Ud. de qué lado está?