lunes 30 de diciembre de 2024
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Luis Alberto Mariño: La Cuba disidente y la literatura del exilio, dilucidadas en primera persona desde la Feria del Libro

Luis Alberto Mariño, un violinista y exiliado de la dictadura cubana, narra a Nuevos Papeles su vida en la isla, su testimonio contra el castrismo y su experiencia en la Argentina  

Cuba está dividida. En una sección hay títulos vinculados a propaganda comunista, soviética, con biografías de Fidel Castro o uno que otro título vinculado con Hugo Chávez. Casi no hay gente, a pesar de que es un viernes a la noche y los alrededores lucen abarrotados. Toca ir a otro stand, pudiera decírsele paralelo, aunque La Habana es la ciudad invitada a esta edición de la Feria del Libro de Buenos Aires 2022. En este otro espacio, a cargo de la organización Cultura Democrática, abundan obras de exiliados, de autores que fueron presos políticos como Reinaldo Arenas, poemarios y análisis sobre lo que ha pasado en la isla y lo que ha sufrido su gente desde 1959 a esta parte.

Quienes atienden al público visten remeras con la leyenda “Patria y Vida”, esa canción (Latin Grammy 2021) que se convirtió en un himno de quienes protestan en Cuba para exigir un cambio de régimen, de la mano de artistas que desde dentro y fuera ganaron visibilidad internacional y volvieron a colocar en la palestra temas como la represión y la persecución contra quienes piensan distinto al castrismo. Lo hicieron desde una óptica de recuperación de la liberad a partir del sentir popular.

Ya no gritemos patria o muerte sino patria y vida / Y empecemos a construir lo que soñamos lo que destruyeron con sus manos / Que no siga corriendo la sangre por querer pensar diferente / ¿Quién les dijo que Cuba es de ustedes? / Si mi Cuba es de toda mi gente 

“Cada uno tiene su forma, su acción. En mi caso tengo mucha fe, creo que hay que dar testimonio de la verdad, de lo que uno vive. En Cuba hay violación de derechos humanos, un pueblo secuestrado que no puede decidir su futuro, que ha sido reprimido. En situaciones así dar testimonio es un deber moral”, comenta Luis Alberto Mariño, uno de los encargados del otro stand de Cuba en la Feria del Libro, en declaraciones a Nuevos Papeles. 

Mariño es violinista, docente y músico profesional, tiene 34 años (la semana próxima serán 35) y vive en la Argentina desde 2017. Hoy, en un país en democracia, valora lo que es poder ejercer derechos que antes le hubieran significado un boleto directo a la cárcel. Comenta sobre autores, recomienda una novela, se pasea por algún verso. Es algo parecido a lo que hacía en su país de origen, pero de otra manera. En La Habana ayudaba a imprimir y distribuir revistas independientes y colaboraba con el Movimiento Cristiano Liberación (MCL).

De origen en una familia humilde en la localidad de Cienfuegos —a poco más de 200 kilómetros de La Habana—, Luis comenzó a involucrarse con la disidencia cubana a raíz de los fallecimientos de Oswaldo Payá y Harold Cepeda, quienes perdieron la vida en un accidente automovilístico en julio de 2012.  Según la versión de la dictadura cubana, iban a alta velocidad por una ruta y chocaron contra un árbol. Ángel Carromero, el conductor, y que además es español y militante del Partido Popular, denunció al volver a España que fue obligado a grabar un video para sustentar la “farsa” del accidente. Dijo estar rodeado de militares, que lo coaccionaron a validar esa versión; Ofelia Acevedo, viuda de Payá, y su hija, Rosa María Payá, sostienen que Oswaldo fue víctima de un asesinato por parte del Estado.

“No lo conocí a Harold pero sí a Oswaldo porque íbamos a la misma iglesia. Fue algo muy fuerte. Más de una vez lo saludé y me parecía alguien agradable. Cuando ocurrió conocí a su familia y con mi hermana nos sumamos en lo que pudiéramos ayudar, sobre todo con cosas que no pudieran hacer otros que ya estaban marcados”, rememoró Mariño.

Marcados, explicó, es como denominan a quienes, de una u otra manera, están bajo vigilancia. Por asistir a reuniones, repartir folletos, escribir, criticar. Puede ser algo sutil en el comienzo, y muy notorio si el opositor decide continuar con actividades que el régimen considera atentan contra los líderes revolucionarios.

Del periodo especial a las protestas 2.0 

La infancia y la juventud de Mariño estuvieron marcadas por el Periodo Especial, o lo que es lo mismo, la crisis económica y social que golpeó a Cuba tras la disolución de la Unión Soviética, de la cual dependía casi en su totalidad el comercio, las exportaciones y el abastecimiento de la isla.

De aquellos años en los que se dedicaba, primero a alternar la escuela convencional con la de música, y luego ya de lleno a su formación como músico profesional, guarda varios recuerdos.

“Toda la infraestructura del país se vino abajo. La escasez era brutal. No podías comer en la calle porque vendían pizzas a las que en la harina les metían condones derretidos, que visualmente se parecían al queso cuando se estira. Y a churrasquitos [bistecks] empanizados, en lugar de tener carne, eran trapos de piso. Una locura total”, rememoró.

En su casa, a las afueras de Cienfuegos, podían pasar días enteros sin energía eléctrica ni agua corriente. Y sin más opciones que el arroz con frijoles en el menú, muchas veces preparados a la leña o el carbón por la falta de gas.

“Mamá lavaba la ropa con ceniza porque se decía que eso reponía el blanco. Y papá hacía trueques, como intercambiar un par de botas por leche”.

Con todo, reconoce que tenían suerte, que se organizaban para administrar el dinero y la comida. Otros, en cambio, no tenían ni para eso, y paraban en la mendicidad o la locura. Y advierte que una cosa es vivir en la pobreza y otra es perder la dignidad como ser humano, que es lo que a su parecer sucedía en ese Período, que se extendió hasta entrada la primera década de los 2000, cuando el petróleo y otras riquezas de Venezuela sustituyeron lo que en la práctica hacía la URSS.

A la pregunta de en qué pudiera diferenciarse a su generación de la actual, pone en consideración el hecho de que ya no está Fidel, y que quienes vivieron sus últimos años en el poder, tenían ante sí a una figura muy venida a menos, senil, y a la que sucedieron un Raúl Castro y un Miguel Díaz-Canel sin chispa, gracia, carisma ni autoridad.

Por otra parte circulan más ideas foráneas gracias a internet, que está menos restringido y llega a más sectores de la población, en comparación a cuando Mariño y sus compañeros, en 2012 eran víctimas de una brecha en comparación con América Latina y el resto del mundo, que ya tenían acceso a redes sociales y plataformas como Whatsapp o Blackberry Messenger,  mientras ellos, como mucho, podían enviar algún mail.

“Como profesor de música me pagaban alrededor de 10 dólares y una hora de internet, con pésima conexión y páginas bloqueadas, podía costar 5 dólares. A mí se me hacía impagable”, detalló.

Se trata de un escenario diferente al de 2021, cuando miles de cubanos dentro y fuera del país pudieron documentar la represión, las detenciones y los abusos en olas de protestas que algunos consideran como las más masivas desde la instauración de la Revolución en 1959.

“La generación de ahora también viene golpeada, con menos adoctrinamiento y sin referentes dentro del castrismo que les auguren algún sentimiento de cambio, de mejora para el país”, comparó.

Sobre el Movimiento San Isidro, que nuclea a artistas y gente de distintas ramas de la cultura, y cuyos referentes han encabezado parte de la pulseada contra la dictadura, Mariño siente respeto.

“No es por gusto que Luis Manuel Otero y Maykel Osorbo (uno de los autores de Patria y Vida y ganador del Grammy) estén en la cárcel, con todo y que están enfermos. Su testimonio en esta lucha es muy valioso”.

Luchar por Cuba desde la Argentina

Antes de venir a la Argentina, Mariño ya había salido en varias oportunidades de Cuba. Había viajado a Estados Unidos, Alemania y República Dominicana para participar de reuniones con dirigentes políticos de esos países que denunciaban la falta de democracia y libertades en la isla. Pudo ir y volver, en parte, gracias a la flexibilización que desde 2013 permite a los cubanos salir sin tener que solicitar un permiso. Antes, aun cuando lo solicitaran, podían pasar hasta cinco años esperándolo, sin importar si querían juntarse con familiares, asistir a una oferta de trabajo o simplemente salir y mirar otra parte del mundo. Con la modificación muchos pudieron salir, siempre y cuando no los incluyeran en la lista de “Regulados”.

“Llegas a inmigración, ya con tu pasaje pagado y tu pasaporte en mano, y te impiden salir. Sin explicaciones ni avisarte antes, te dicen que estás regulado y te dejan en la rampa”, denuncia.

Es una práctica que suele aplicárseles a los periodistas, escritores, cantantes, activistas de derechos humanos, y con la que se suele forzar, indirectamente, a la autocensura: al que deje de hablar mal o denunciar, quizá lo desbloqueen en el sistema.

Casado con una politóloga argentina, Luis pudo salir y venir para materializar una relación que comenzaron a distancia tras conocerse en foros internacionales. Su mujer, que viajó a Cuba, recibió amenazas.

Otros, sin embargo, se ven más forzados todavía al exilio. Es que tras las miles de detenciones que hubo en 2021 por las protestas, la dictadura optó por “ofrecer” libertad a presos políticos con tal de que aceptaran montarse inmediatamente en un avión con destino a otro país, con la condición de no regresar. Un destierro extraoficial, si se quiere.

“A los que les ha pasado no hay que criticarlos sin saber lo que es pasar por esa situación, estar sometido a esas brutalidades, torturas psicológicas”, sugiere Mariño.

Observa, en cambio, una oportunidad que abarca, por igual, a los exiliados y a quienes resisten dentro de Cuba.

“El exilio siempre es algo forzado. Pero las redes sociales, en parte, han roto eso del dentro/afuera. La sociedad civil tiene que abandonar esa otredad de que el que se fue no sabe lo que pasa en Cuba. Ahora hay personas que aun en otro país tienen a cubanos en la isla que los siguen, los leen, se enteran de sus proyectos. Y hay diarios con periodistas dentro y fuera. Hoy no queda borrado el que sale y la realidad contemporánea nos permite tejer redes de colaboración”, invitó.

Y no por estar al pendiente de su país natal, Mariño deja de seguir el día a día de la Argentina, donde ve una crisis económica y social que afecta a millones de personas, pero también a una sociedad civil que no se mantiene indiferente ante los acontecimientos.

Coincide, como parte de esa sociedad de la que ahora forma parte, en que son necesarios cambios en materia económica para equilibrar asuntos como el déficit fiscal o plantar cara en serio contra la inflación. Al kirchnerismo lo percibe como peligroso, autoritario. No le cierra eso de que sean tan cercanos con la dictadura cubana, ni con Maduro en Venezuela o Putin en Rusia. Y se mantiene alerta ante un sector de la población que se manifiesta desencantado de la política. La institucionalidad, especialmente en momentos como este, dice que son lo más importante.

“Las personas se desencantan de la democracia porque quieren soluciones mágicas, rápidas, y pierden contacto de lo necesario para que las cosas funcionen. La política es necesaria para que haya diálogo, representantes, que se presenten proyectos y soluciones. Todo eso necesita de estructura y organización”, describe.

Como alguien que vivió, creció y se formó en dictadura, sostiene que “la democracia es inquebrantable” y que siempre son bienvenidas las diferencias, pero con respeto al adversario.

“Siempre va a ser positivo que hayan distintos espacios, que todos puedan competir, que todos sean iguales ante la ley, pero siempre en respeto de la democracia, la institucionalidad y de que la mayoría, no por ser mayoría, quiera aplastar a la minoría”.

Luis Alberto Mariño es violinista y estudió toda la carrera musical en Cuba. Cursó el nivel medio y profesional y también hizo la carrera de Composición Musical en el Instituto Superior de Arte. 

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