jueves 26 de diciembre de 2024
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Los riesgos de una deshumanización de la política

En una entrevista reciente, Alberto Manguel, intelectual y ex Director de la Biblioteca Nacional, afirmó que después de la experiencia de la Segunda Guerra Mundial estamos observando hoy en el mundo “una epidemia de olvido”.

Hace pocos días el Presidente de la Nación, para ilustrar su desprecio por la política y en el marco de la votación que en el Senado aprobó el aumento de las dietas de sus miembros, publicó en la red social Instagram una caricatura en la que las bancas del recinto de la Cámara Alta estaban ocupadas por ratas que levantaban sus manos.

Como si la imagen no fuera de por sí elocuente y para que no queden dudas de la opinión presidencial, el Primer Mandatario agregó al pie del dibujo: “Descripción Perfecta”. La “ocurrencia” del Presidente causa escalofríos a quienes aún conservan la memoria de expresiones demasiado parecidas del pasado y justifica el llamado de atención sobre los peligros de la denominada “deshumanización en la política” en casos extremos y en contextos menos dramáticos pero muy preocupantes.

En noviembre de 2022, Miguel Ángel Criado publicó una nota en El País de España que tituló “Cómo la propaganda nazi deshumanizó a los judíos para facilitar el Holocausto”, donde nos recuerda que “ratas, piojos, cucarachas, zorros, buitres… son algunos de los animales que los nazis usaban para referirse a los judíos. Pero más allá de lo evidente, utilizaron otras palabras para deshumanizarlos”.

Agrega que se los presentaba como “agentes del mal, casi como demonios instigadores de grandes amenazas. La consecuencia, buscada o no, fue la de rebajar las barreras morales hacia su eliminación en masa. Al final de la guerra, seis millones de ellos habían sido asesinados”.

Criado se refiere también a las investigaciones de Harriet Over, psicóloga de la Universidad York, Inglaterra, que sostiene que la deshumanización por medio de metáforas o la equiparación del otro con animales que son plaga fue uno de los recursos de los que echó mano la propaganda nazi, llena de referencias a los judíos como alimañas, ratas o parásitos. Para vergüenza de la humanidad, la experiencia de lo ocurrido a mitad de siglo no evitó nuevas tragedias.

Entre el 7 de abril y el 15 de julio de 1994, miembros de la tribu predominante en Ruanda, los hutus, que además controlaban el gobierno, asesinaron a alrededor de 800.000 tutsis, un grupo rival. Entre 250.000 y 500.000 mujeres fueron violadas. Antes de que se produjera este impresionante genocidio, los hutus identificaban a los tutsis como cucarachas.

Pero la deshumanización de los otros y en particular en la política no es exclusiva de estos contextos dramáticos y extremos. Esa práctica es también objeto de preocupación en democracias contemporáneas más o menos antiguas con relativo buen pedigree.

En los Estados Unidos, por ejemplo, el hecho de que muchas personas no vean a sus rivales políticos como personas motiva la realización de estudios científicos. En ellos los expertos concluyen que existe un vínculo entre la deshumanización del otro y la profunda polarización que afecta a la política en ese país desde hace algunos años.

Según Alex Landry, de la Universidad de Stanford, la deshumanización conduce a la aceptación de la inobservancia de las normas de la democracia poniendo en riesgo la estabilidad social. Cuando se pregunta por qué los humanos deshumanizan a sus congéneres, afirma que ello se debe a que instintivamente nos organizamos en grupos que compiten por status: “si mi identidad y estima devienen de mi pertenencia al grupo, voy a denigrar a quienes no forman parte de él”.

La deshumanización, sostiene, es un modo potente de afirmar la propia superioridad. Si los “otros” son sub-humanos, entonces poseen menos valor y merecen menos protección”. Las investigaciones de Landry sugieren que la deshumanización en política tiene un efecto “corrosivo” y lleva a la gente a tolerar acciones anti-democráticas que en otros contextos serían inaceptables.

El académico remata afirmando que, si bien la deshumanización puede ser sólo “una táctica retórica, el hecho de que estemos constantemente expuestos a ella tanto en los medios como por los dichos de los líderes políticos, es peligroso y no podemos permitir que se normalice”.

La caricatura posteada por el Presidente esconde otro peligro. Allí no solo se deshumaniza al opositor político con los riesgos señalados, sino que se apunta al descrédito y ridiculización de una institución central de la democracia como es el Parlamento. No es la primera vez que esto sucede.

El día mismo de la asunción presidencial, el pasado 10 de diciembre, el Primer Mandatario tomó la decisión consciente de romper con la tradición y dar su discurso inaugural de espaldas al Congreso de la Nación, desconociendo su centralidad en el sistema político y su legitimidad. Que existan parlamentarios corruptos o responsables de malas y a veces pésimas decisiones y políticas no es justificación para la destrucción de la institución.

Como sucede en otros ámbitos, como los medios públicos, las universidades, o las escuelas, las malas prácticas de algunos de sus miembros no justifican su cierre, condena o descrédito. No cerramos los hospitales por uno o varios casos de mala praxis.

La deshumanización de los parlamentarios es inaceptable, así como lo es la erosión de la legitimidad del órgano al que los argentinos le reconocemos en la Constitución la exclusiva facultad de sancionar las leyes que nos obligan y que reglamentan nuestros derechos.

La deshumanización de los legisladores y el descrédito del Parlamento son también una forma de deshumanizar a quienes los votaron y de desacreditar a la propia democracia liberal.

Publicado en Clarín el 2 de mayo de 2024.

Link https://www.clarin.com/opinion/riesgos-deshumanizacion-politica_0_uUBRwFegmh.html

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