domingo 6 de octubre de 2024
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Los riesgos de gobernar vía decretos

La disputa  entre el gobierno y el congreso es una constante de la realidad política nacional. Vetos y decretos frente a desafíos y rechazos. ¿Qué nos dice la Ciencia Política en contextos así?  Ejecutivos con minoría parlamentaria –presidentes minoritarios- han desarrollado fundamentalmente dos estrategias. La primera es buscar consenso con otros bloques parlamentarios mientras que la segunda es gobernar de manera unilateral mediante decretos.

Milei ha adoptado el segundo camino, eludiendo estrategias cooperativas para ampliar sus bases de apoyo legislativo –fue al Congreso recientemente a decir que es son un “nido de ratas”–, exacerbando el conflicto político y la inestabilidad institucional. Vale decir que algunos de los presidentes que adoptaron esta medida no terminaron bien. Los casos más conocidos son los de Fernando Color de Mello (Brasil, 1990-1992) quien abandonó el poder por un juicio político) y Alberto Fujimori (Perú, 1990-1992) que terminó preso por delitos de lesa humanidad y violación de los Derechos Humanos.

A principio de año, el politólogo Javier Zelaznik había publicado un excelente artículo en el Diario El Estadista donde además de caracterizar a los gobiernos por decreto, dejaba abierto un interrogante que toma mucha fuerza en la actualidad. Allí decía: “un gobierno viable no sólo requiere la colaboración entre diferentes actores políticos, sino también que la agenda libertaria impulsada por Milei logre resolver algunos de los problemas que asedian a la sociedad argentina”.

Efectivamente, el manejo de la agenda libertaria y su vínculo con la opinión pública se tornan fundamentales. Si la agenda no acompaña lo suficiente, la estrategia de gobierno por decreto puede ser peligrosa.

Hasta hace poco por Casa Rosada se jactaban de hacer el mayor ajuste de la historia y llamaba poderosamente la atención el apoyo social. Pero septiembre ha arrojado una importante caída de la imagen presidencial por parte de todas las consultaras. Hay dos motivos, entre tantos, que pueden explicarlo. El primero tiene que ver con la percepción ya errónea de que el ajuste lo paga la “casta” política. Esto decididamente ya no es así marcando los informes que un 70% cree que el ajuste lo está pagando la clase media y los sectores populares. Este argumento se quedó sin pila. El segundo tiene que ver con que la inflación ya no es el principal temor de los argentinos. Tras haber bajado de manera exitosa la misma, ahora la mayor preocupación pasó a ser el desempleo y, en algunos casos, la caída del salario real. El problema es que el gobierno no tiene argumentos palpables para rebatir esto. Cae el consumo y la recesión afecta a los bolsillos de los argentinos.

Es cierto que el gobierno cuenta con un hábil negociador como su Jefe de Gabinete Guillermo Francos. Por el momento ha conseguido importantes resultados fracturando algunos bloques, como el caso radical o el apoyo de algunos gobernadores. Pero atenti con esto segundo, dado que ciertas promesas realizadas en búsqueda  de apoyo no se están cumpliendo, con lo que peligran algunos acuerdos en futuros temas. Además, este un gobierno más bien outsider que no cuenta con dirigentes de experiencia y con un debilidad marcada en los constantes movimientos y renuncias de funcionarios de primera y segunda línea.

Se vienen dos hechos que pueden marcar mucho en el corto plazo. Por un lado la marcha universitaria  convocada para el 2 de octubre que podría ser aún más multitudinaria que la de abril pasado. El segundo es un posible rechazo –sería el segundo luego de lo ocurrido con los fondos de la SIDE– al decreto de necesidad y urgencia 846/24, que habilita al Gobierno a renegociar títulos de la deuda sin el permiso parlamentario, algo que viola la Constitución dado que el arreglo de las acreencias del país es potestad del Congreso de la Nación  y la ley de Administración Financiera.

En un contexto de caída de imagen, estos dos eventos podrían ser detonantes de una crisis de mayor profundidad. Quizá que el gobierno debería tomar nota al menos hasta las elecciones legislativas del año próximo donde buscará engrosar su bloque para depender menos de los dialoguistas. Pero cuidado que si la situación económica no prospera, las expectativas oficialistas podrían caer en desgracia.

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