jueves 13 de febrero de 2025
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Los problemas de los argentinos los resuelven los argentinos

I. Nunca conoceremos a ciencia cierta el voltaje de sinceridad que exhiben los abrazos, chichoneos y arrumacos entre Trump y Milei. En principio, y atendiendo la lógica diplomática del siglo XXI, es mejor que un presidente argentino se lleve bien con un presidente nortemaricano a que se lleve mal. No sé si las célebres “relaciones carnales”, predicadas por el entonces canciller Guido Di Tella en nombre del régimen peronista de entonces son las más aconsejables; no sé si es necesaria la sobreactuación en estas lides, pero vamos a admitir en principio que todo está bien. Trump ama a Milei y ama a los argentinos, y como una suerte de tío rico nos va a colmar con favores, atenciones y otros placeres. En sus buenos tiempos Carlos Menem decía y hacía lo mismo, uno en variante riojana, el otro en variante rock star.  Yo, en nombre de mi enorme cantidad de años, me voy a permitir ser un poquito escéptico en medio de tanto glamour y expansiones de afectos. Algo así como ese viejo Vizcacha que le encantaba escupir el asado. En principio, la política se define alrededor de intereses y en cierta medida, certezas ideológicas. La amistad no es una categoría política; vale poco y nada, y ese poco tiene que ver con la sobreactuación. O sea que no me vengan con el cuento de “los amiguitos” porque en política no hay amigos y el semblante de Trump no es precisamente el del amigo del alma dispuesto a jugarse el todo por el todo.  De todos modos, admito que al “popolo de Dios” le caen simpáticas las efusiones de amistad entre los poderosos, Es como que se identifican con ese sentimiento o es que en todo caso lo que más entienden a la hora de reflexionar sobre los entremeses y rencillas que adornan el árido paisaje político.

II. En la inmensa mayoría de los casos, las crisis políticas se resuelven puertas adentro, por más que a las mentalidades conspirativas les gusta responsabilizar a “los de afuera”. Desde 1930 en adelante, los golpes de estado en lo fundamental se produjeron por crisis internas. El “cuco” del imperialismo yanqui en este campo estaría liberado de culpas. Arturo Frondizi, por ejemplo, sostenía excelentes relaciones con John Kennedy, pero nada impidió que, a pesar incluso de la diplomacia de EEUU, los militares lo volaran de un plumazo acusándolo simultáneamente de comunista, peronista y tramposo. Acotación al margen: en los años cincuenta y mediados de los sesenta la acusación de “comunista” era el mote preferido por los halcones de la política yanqui y sus aliados locales para descalificar a cualquier político o gobierno que no satisficiera sus expectativas. Se supuso que con el paso de los años, la madurez política y el derrumbe del comunismo real, ese latiguillo iba a terminar en el rincón de los trastos viejos junto con la guillotina, la máscara del verdugo y las hogueras de la Inquisición. Eso creímos hasta que llegó Milei y sacó de los sótanos de la historia un macartismo rejuvenecido y tan vigoroso como los impulsos verbales del Gordo Dan o las imprecaciones de Nicolás Márquez. Para los más jóvenes, recuerdo que la palabra “macartismo” deriva del senador republicano Joe McCarthy, quien a mediados de los años cincuenta lanzó una verdadera caza de brujas contra artistas de Hollywood, intelectuales, políticos e incluso militares. El delirio adquirió tonos escatológicos y en algún punto los mismos que lo habían alentado le retiraron el banquito y el temible senador quedó haciendo señas en el aire. Meses después -aprender de las moralejas- McCarthy fue internado en un psiquiátrico. El único que lo defendió hasta en la desgracia fue el señor Rothbard, maestro de nuestro actual presidente, con lo que se confirma el principio “de que todo tiene que ver con todo”.

III. Dejemos de un lado las ceremonias de la asunción de Trump con sus misas, sus actos protocolares y sus fiestas a los que nosotros sólo conoceremos gracias a las pantallas del cine y la televisión. Dejemos de lado esos fastos y regresemos a la Argentina. Objetivamente el país está equilibrado, un equilibrio que incluye varios desequilibrios, pero que gracias a los “milagros” de la publicidad política han logrado presentarse como normales. Comparado con el país que nos dejaron los peronistas hace un año, lo que sucede hoy en la Argentina parece una maravilla. Por lo menos así lo vive un sector importante de la opinión pública. Estas adhesiones suelen no detenerse en detalles, no se interrogan acerca de la fragilidad del actual orden. Tampoco tienen por qué hacerlo. Milei les dijo que iba a terminar con la inflación e iba a instalar el orden en la calle. Lo hizo. Con algunas imperfecciones pero lo hizo. Sus admiradores dicen que su obra es milagrosa. Y a decir verdad, algo de razón tienen. Que los pobres voten a un presidente que promete ajustarlos, reducirles el poder adquisitivo o dejarlos en la calle, se parece a un milagro y habla muy biene de las habilidades retóricas de Milei, pero no sé si deja bien parado a ese colectivo de pobres que vota como sabemos que vota y se entusiasma como sabemos que se entusiasma.

IV. La noticia de esta semana es la convocatoria presidencial a sesiones extraordinarias. Digamos que mantiene la iniciativa o, en el lenguaje futbolero, la pelota está en sus pies. Guillermo Francos ya empezó a lucir sus habilidades de componedor. Convocó a los aliados, a los mismos que el entorno de Mieli califica con los peores términos para lograr entendimientos en algunos temas centrales: sistema electoral PASO, ficha limpia y las denominadas leyes antimafia. Los aliados de la Libertad Avanza, algunos dispuestos a hacer caligrafía para ganarse la buena voluntad del oficialismo y si mal no viene algún puestito bien rentado, están de acuerdo en general pero observan matices en temas tales como las Paso (quieren que se suspendan no que se deroguen) más el reclamo por parte del Pro de que se incluya en el debate el tema del presupuesto, un pedido que, a juzgar por declaraciones de Milei, el gobierno no piensa llevarles el apunte. En la vereda de enfrente, los peronistas estarían dispuestos a conceder lo que sea necesario a cambio de que le arreglen el “paquete” de la “ficha limpia”, porque tal como está, la compañera Cristina puede eternizar sus vacaciones en Monte Hermoso porque no estaría habilitada ni para ir de concejal suplente en alguna modesta comuna de provincia de Buenos Aires. El otro temita o temazo, es la designación de Ariel Lijo y Garcia Mansilla para jueces de la Corte Suprema. En este punto se corre el riesgo de que el juego de ajedrez se transforme en una batalla campal con emboscadas, serruchadas de piso y puñaladas traperas. Pueden pasar muchas cosas, incluso puede que no pase nada. No solo Lijo y Garcia Mansilla están en discusión; también hay un centener de jueces a designar y en esta partida los jugadores están dispuestos a jugarse la vida. De todas maneras, y para tranquilidad de todos, la partida recién se inicia. El juego de toma y daca está abierto. Habrá más novedades.

Publicado en El Litoral el 23 de enero de 2025.
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