“De este gobierno no quiero estar en contra, porque enseguida toman represalias y es desagradable”, dijo Mirtha Legrand en una entrevista con Diego Pérez en el Canal de la Ciudad. Y agregó: “Me da como cierto temor a expresarme, porque si cada cosa que vas a decir si al gobierno no le gusta mucho, o le molesta a alguien, te van a retrucar. Es desagradable”. Mientras, recibía cientos de insultos de parte de seguidores oficialistas que se comportan como un ejército aleccionador desde la comodidad de un teclado, habilitados por la propia reacción del Presidente, que aún no sabe medir las consecuencias de sus actitudes, a veces desmedidas, en búsqueda de una nueva confrontación.
Todo el debate se dio alrededor de la polémica cuando Mirtha Legrand criticó el posible cierre del cine Gaumont y el Presidente reposteó la publicación en X de un politólogo que sugería que ella misma comprara el cine si le preocupaba tanto la industria. Una posición tan grotesca que no merece un análisis serio, es como decir que “si no le gusta el abandono de una plaza pública cómprela usted y manténgala”. Las palabras de la diva de la televisión tienen mucho asidero y desnudan la faceta más reprobable encontrada en esos primeros cien días de gobierno de Milei: la apropiación de la verdad, como hacía el kirchnerismo. Los libertarios quieren o necesitan imponer sus ideas con prepotencia, llamando a silencio o desacreditando a dirigentes políticos, legisladores opositores, periodistas, artistas, empresarios o los mismos ciudadanos de a pie. Mirtha ya había tenido un cruce con una frase insensible o, al menos desafortunada, de la canciller Diana Mondino respecto a los jubilados y sus posibilidades de supervivencia, donde tuvo que acomodar la mesa señalando que a sus 97 años aún piensa vivir muchos más.
A favor, claramente logró restituir la autoridad presidencial, totalmente desprestigiada por el expresidente Alberto Fernández, y eso es bueno, pero en cuanto a la gestión hay que marcar que existe una prioridad excluyente: la política fiscal y el control del gasto público, donde se maneja de modo estricto sin ceder a presiones. Pero, y esto es una deuda pendiente, aún no hay gestión en otras áreas que se pueda evaluar. No la hay en educación, en salud, en obra pública y en otras áreas sensibles. Es tan terminante en sus respuestas que señalan que todo es responsabilidad de las provincias que nos lleva a preguntarnos para qué hay estructura nacional en esas áreas si están decididos a no hacer nada. El ejemplo más gráfico se dio en salud, con el tema de la epidemia de dengue. Hasta ahora no conocemos la voz del ministro Mario Russo, no sabemos qué piensa y no nos explica por qué la nación al menos no colabora con los distritos más afectados. Y la educación ni siquiera fue considerada como un punto esencial en el llamado Pacto de Mayo, a pesar de los reclamos de varias organizaciones ligadas a la actividad, como la Coalición por la Educación, Padres Organizados, entre otras. También ha habido provocación, porque si bien el Gobierno tiene derecho a cambiar el nombre a un salón oficial de la Casa Rosada, justamente quitarle el nombre de “Salón de las mujeres” el mismo día que se conmemoraba el Día Internacional de la Mujer es una señal de machismo y una demostración del valor que le otorgan al género. No es casual que ayer el Gobierno haya postulado dos hombres para cubrir cargos en la Corte Suprema de Justicia, integrada por otros cuatro conjueces varones y, justamente, para reemplazar a una jueza mujer. Es una definición de fondo.
Pero volviendo al tema en cuestión, sobre la imposición de ideas en la mal llamada “batalla cultural libertaria”, estos modos autoritarios son lo más inesperado para una sociedad que le reprochaba estos comportamientos al kirchnerismo, porque quien intentó presentarse como un modelo antagónico a ellos termina copiando una de sus peores caras.
Esta semana Amnistía Internacional publicó un informe sobre los cien días de gobierno de Milei, donde hace hincapié justamente en ese comportamiento avasallador. Amnistía Internacional no es un organismo de DDHH tomado por la política como otros, que tienen miradas parciales y respondieron de manera militante a los gobiernos kirchneristas y hasta hicieron un silencio cómplice y deshonroso mientras se violaban todos los derechos humanos y civiles durante el control del tránsito social en la pandemia. Fue una de las organizaciones que denunció y llevó estas acusaciones fronteras afuera, en especial sobre el caso de Formosa y las 36 muertes dudosas cometidas en manos de las fuerzas de seguridad provinciales en ese período. Tienen autoridad moral para opinar, porque no están cooptados por un partido político.
En el informe mencionado señalan: “Esta administración suma un nuevo modelo de liderazgo de no diálogo y de violencia permanente. Así se fija el interés en el debate público en la confrontación, el odio o la pelea. Esto no es nuevo ni excluyente de Argentina” y agrega: “X (ex Twitter) se convirtió en la herramienta preferida del gobierno para los señalamientos, indirectas y acusaciones. Los otros poderes, referentes de la oposición, periodistas, artistas, medios de comunicación y organizaciones, son frente de ataque. Cuando, además, quien está al frente de esos ataques es el presidente de la Nación, tiene efectos silenciadores y amedrentadores que socavan la libertad de expresión”, señaló Mariela Belski, Directora Ejecutiva de AI Argentina.
Esta característica negativa que asoma como un modo de ejercer el poder y hacer política de parte del oficialismo no debería ser pasada por alto, no es comparable con épocas nefastas de gobiernos dictatoriales, jamás se puede caer en una comparación tan banal como hacía el kirchnerismo con el gobierno de Mauricio Macri, pero si hay un llamado de atención que cada vez cala más hondo en los actores políticos y sociales de este país. El Gobierno debería tomar nota, porque si realmente quiere sellar un pacto fundacional en mayo, debe entender que no se acuerda ni se pacta imponiendo verdades, también se escucha y se debate sin anular las ideas o el pensamiento de otros. Y mucho menos se lo hostiga o se avala esa acción en manos de sus seguidores. No es trasmitiendo odio como se solucionarán los problemas de la Argentina.
El mal trago de Mirtha Legrand puede ser una anécdota que toma relevancia porque se trata de una de las personalidades más destacadas del mundo artístico local, pero debe servir como llamado de atención a todos, porque no solo generó incomodidad a la dama del espectáculo, sino que sembró muchas dudas en la gente común, que no tiene una pantalla con exposición para defenderse. En ese sentido, para muchos sirvió preguntarse: “Si Mirtha se tiene que cuidar de lo que dice ¿que nos queda a nosotros?”
Publicado en La Nación el 21 de marzo de 2024.
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