martes 16 de abril de 2024
spot_img

Lo que no debe ser aceptado en educación

En los últimos 40 años  todos los países de la región han hecho un esfuerzo para incorporar a todos los miembros de las nuevas generaciones  a la escolarización. En los discursos públicos las políticas de inclusión se justifican en el principio de la ampliación de los derechos individuales, pero en el trasfondo juegan exigencias asociadas con la dificultad del sistema de incluir a todos en el campo laboral  y articularlos a través de él a un intercambio que asegure su incorporación  a la sociedad y su  filiación a los principios que sostienen el orden social. 

La escuela se ha constituido en un espacio en el que no solo se adquieren los saberes, conocimientos y habilidades que se necesitan para el buen desempeño en la sociedad, sino que provee la  socialización con los pares y a la vez un cierto seguro de integración para aquellos que el sistema vulnera empujándolos al margen de la sociedad.  

La pandemia y las medidas de aislamiento social interrumpieron esta labor, que solo fue remedada,  para aquellos que cuentan con conectividad y soportes digitales a través de  las clases por Zoom, las tareas vía internet o el chat. Para quienes carecían de estas conexiones se hicieron  cuadernillos que fueron mal repartidos y no llegaron a quienes   justamente habitan los márgenes  agregándoles una dimensión más a sus múltiples marginalidades.   

Según los datos del observatorio de la educación de los Argentinos  en promedio hay un 37% de los alumnos que no tienen internet fijo en sus casas y el porcentaje baja hasta el 30% en algunas provincias. Es decir, hay un porcentaje alto que no se ha conectado en los 5 meses que dura el aislamiento.  La falta de clases no solo afecta los aprendizajes, que en mi opinión pueden ser recuperados a través de un plan pedagógico basado en la identificación de los conocimientos nucleares de las diferentes disciplinas ya que nuestros curriculum  prescriben un mar de contenidos poco relevantes. Sino que impacta fundamentalmente en los procesos de socialización de los chicos y por tanto en su psicología y debilita  y en algunos casos borra el hábito de la concurrencia a clase.  Este peligro es mayor en aquellos chicos provenientes de familias cuya condición económica las coloca en un estado de necesidad extrema donde la subsistencia diaria consume todo el esfuerzo y la atención.  

Por eso  nuestra sociedad debería estar inventando ya los modos de retornar a las clases, hay que pensar una ingeniería compleja que haga uso de todos los espacios disponibles y de todos los agentes docentes o no docentes en condiciones de ejercer esa tarea. La idea de la ciudad de Buenos Aires de crear centros informáticos en las escuelas para atender a aquellos  que han detectado como desenganchados de las tareas escolares, y que corren el riesgo de abandonar la escuela, es una propuesta que aporta  a subsanar estos riesgos y debería ser no solo permitida y apoyada por el ministerio nacional, sino también imitada en otras localidades.  

Los argentinos valoran poco la educación, por eso hemos  permitido que los acuerdos entre los intereses de sindicatos y gobiernos de turno hayan ido generado el nivel de decadencia que presenta hoy nuestro sistema. Pero que un ministro nacional anteponga, en acuerdo con los gremios, miserables intereses políticosal derecho educativo de niños y jóvenes y a la necesidad de toda la sociedad de  asegurar cierta integración de sus miembros, es un accionar indigno. 

Publicado en Perfil el 27 de agosto de 2020.

Link https://www.perfil.com/noticias/opinion/guillermina-tiramonti-no-debe-ser-aceptado-educacion.phtml

spot_img

Veinte Manzanas

spot_img

Al Toque

Maximiliano Gregorio-Cernadas

El poder revolucionario de la inmigración

Alejandro Garvie

En América Latina se debilita el Estado de Derecho

Fernando Pedrosa

Rusia: la matrix de la reacción autoritaria